Noticias de Yucatán.
Un menor de edad fue rociado con alcohol y quemado por parte de sus compañeros, de la telesecundaria Josefa Vergara, en la comunidad El Salitre, en la capital de Querétaro.
En respuesta a la agresión, padres de familia se manifestaron en las instalaciones de la escuela para exigir acciones tras la agresión contra el menor Juan Pablo.
De acuerdo con testigos, Juan Pablo fue rociado con alcohol y quemado, razón por la cual se encuentra en el Hospital del Niño y la Mujer; su condición es delicada.
Ya se investiga la agresión
Al respecto, la Fiscalía de Querétaro detalla que, desde el pasado 7 de junio, se recibió la denuncia e inició una carpeta de investigación por los hechos ocurridos" en una escuela de educación básica, en la colonia El Salitre".
"La Unidad Especializada en Justicia para Adolescentes realiza las investigaciones. Los servicios periciales han valorado las lesiones provocadas en el adolescente y con base en ello, se dará continuidad al proceso penal hasta el total esclarecimiento de los hechos", se lee en un comunicado.
Hasta la maestra le hacía bullying
Tras los hechos en contra del menor, Juan Zamorano, padre de Juan Pablo, de 14 años, revela que desde febrero su hijo ya se rehusaba a asistir a la escuela y pedía que lo cambiaran de salón, sin embargo, la directora de la telesecundaria negó el cambio bajo el argumento de que no existían elementos para justificarlo y que no había cupo en otros salones.
Además de que se trata de un tema que ya venía desde hace tiempo y que es consecuencia de la discriminación y bullying que recibía el menor por parte de sus compañeros y maestra, por ser otomí y no hablar bien español, denuncia el padre del niño.
“Desde aquellos tiempos ya le estaban haciendo bullying y nos dimos cuenta que hasta la propia maestra le hacía bullying, nada más porque somos de raza otomí, piensa ella que no somos de su clase, no somos de su raza, piensa que ella es ser humano y nosotros somos de otras personas”, denuncia.
Según don Juan, su hijo es callado y nunca quiso señalar a los compañeros que lo acosaban, pero no descarta que la escuela estaba enterada de quiénes eran sus agresores, sin embargo, las autoridades del plantel no lo quisieron cambiar, lo que derivó en haber sido rociado con alcohol y luego le prendieron fuego hasta causarle quemaduras de segundo y tercer grado.
“Para mí [la agresión] no fue sólo un accidente, ni mucho menos bullying, ya fue un intento de asesinato.
“Ahorita ya pasó dos quirófanos; si no fuera grave, creo que con uno hubiera sido suficiente, pero todavía va a pasar uno y otro, lo que quiere decir que sí está grave”, agrega.
Detalla que las quemaduras dañaron los glúteos y la parte interna de las piernas, donde está más grave y donde más tiempo se va a llevar la recuperación “porque están graves las heridas”, y “va a necesitar injerto, porque están profundas las heridas”, explica el padre.
El día que Juan Pablo fue quemado, según lo que narra don Juan, la maestra determinó no llamar a las unidades de emergencia y fue ella misma quien lo trasladó a una clínica, donde sólo le colocaron una pomada y lo enviaron a casa, sitio en el que la docente lo dejó y le consiguió una cebolla para que se aplicara en las heridas como tratamiento.
“Cuando sucedió eso [la agresión], la maestra trató de levantar al niño por su propia cuenta, sin que se diera cuenta nadie, ni el papá ni la mamá.
“[Anteriormente] cualquier falla [en los] trabajos [escolares de Juan Pablo], en seguida le marcaba a la mamá, y esa vez, ¿por qué no marcó (…) la maestra al momento que sucedió eso?, nada más le consiguió una cebolla para que [la] cortara [y se la aplicara], para que se enfriara su herida, desde su emergencia, según ella”, relata.
Agrega que, tanto el traslado a la clínica, como de la clínica a su casa, fue un recorrido que hizo la maestra con el menor y que en ningún momento trató de hacer contacto con ellos, incluso, cuando lo regresó a la casa, tampoco se acercó a los padres a explicar lo ocurrido.
Lo anterior es una de las acciones que más molesta a los padres, pues saben el riesgo al que estuvo expuesto su hijo, aunado a que Juan Pablo pasó casi 24 horas con las quemaduras sin ser atendidas, pues fue hasta el día siguiente cuando los propios padres llamaron a emergencias y el menor fue ingresado al Hospital del Niño y la Mujer.
“[Ingresó] hasta el día siguiente porque no recibíamos noticias y cuando llegamos pensábamos que sí era leve la herida pero ya hasta el siguiente día lo consultamos y vimos que sí era grave (…) pero no nos enteramos por la maestra, nos enteramos por su hermana”, explica.
“La maestra lo sacó de la clínica y lo llevó a la casa sin que nos diéramos cuenta, a medio camino nos topamos con la maestra y apenas nos dijo”.
Fue la misma maestra quien los intentó persuadir de no interponer una denuncia y trató de que los padres de Juan Pablo firmarán un acuerdo con los padres de los agresores, para que éstos se hicieran cargo de los gastos, a lo que no estuvo de acuerdo don Juan Zamorano.
“No estuve de acuerdo porque me di cuenta de que los gastos no iban a ser de cinco mil, 10 mil pesitos nada más”, y es que relata que no es la primera vez que sus hijos son víctimas de agresiones, pues ya en otra escuela habían agredido a otro de sus hijos y en aquella ocasión les ofrecieron un trato similar y “me dejaron nada más la pura entrada y ya lo demás lo tuve que pagar yo”, recuerda.
Exigen castigo para los agresores
Asimismo, denunció que una vez que ingresó a su hijo al hospital, los padres se dirigieron a la USEBEQ para interponer una queja contra la escuela, donde la madre exigió que se le brindara atención a su hijo y un castigo para los agresores; sin embargo, la respuesta fue que “ellos no eran nadie para exigir ni para decir lo que tenían qué hacer”.
Relata que el tiempo que Juan Pablo ha estado hospitalizado ha sido difícil para el menor, pues incluso dejó de responder por un tiempo y cuando sus padres le hablaban “ya nada más me miraba, ya no reaccionaba”, por ello entró la asistencia psicológica para atenderlo.
“Cuando alguien le hablaba ya nada más le corrían las lágrimas, ya no respondía.
“Nos sentimos bien decaídos, somos personas que sí trabajamos, pero no contamos con un recurso alto como para decir que si nos sucede un accidente ya tenemos el suficiente recurso para invertir, ahorita estamos demasiado bajos en recursos”, lamenta.