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Con su vigencia y profesionalismo intactos, Paloma San Basilio presenta en Miami su espectáculo Te lo digo con música. Luego de dos años de ausencia, la artista española vuelve a subir a un escenario para interpretar los temas más conocidos de un camino artístico que alcanza las cuatro décadas. De su show, de sus recuerdos y de sus experiencias, en una charla desde los Estados Unidos, conversó con Teleshow.
—¿Cómo será la propuesta de Te lo digo con música?
—Será una fiesta de reencuentro, de celebración de la vida. Luego de un paréntesis tremendo, encontrar que podemos volver a cantar, retomar la música, recuperar los espacios perdidos pero con mucha más emoción y ganas que antes de perder un poco nuestras alas. Mi hija, Ivana (Gómez), será parte del espectáculo. Estuve dos años sin verla, por eso la invité. Quiero disfrutar con ella y mi nieta de todo lo que pueda porque uno no sabe lo que pasará después. Así que carpe diem, lo que pasó pasó y ahora empieza todo. Así que enfocaremos todo como si fuera la primera vez que lo hago.
—¿Con qué canciones se reencontrará tu público?
—Normalmente hago lo que me apetece y esta vez me apetecía algo con ritmo, donde pudiéramos bailar, sonreír e involucrar a la gente. Ninguno de mis conciertos será igual que el otro. Paro, mis músicos improvisan, sigo; todo es una maravilla. Habrá espacio para la música latina, temas que bailaban mis padres cuando yo era pequeña, temas en inglés y una parte con mis canciones, porque la gente se merece oír lo que quiere. Así que aparecerán mis clásicos como “Libre”, “Luna de miel”, canciones que normalmente la gente mi pide y a veces no canto, pero esta vez dije: “Pues las voy a cantar”.
—Dos grandes estrellas de la canción española, Joan Manuel Serrat y José Luis Perales, anunciaron su retiro de los escenarios. ¿Te gustaría imitarlos?
—Yo no me quiero poner metas. Hace unos años decidí que dejaba mi actividad, que solo haría cosas puntuales, y eso me sirvió para hacer proyectos que no había realizado nunca como escribir y pintar. Ahora lo que me pasa es que podría decir: “Se acabó”. Pero de pronto tuve ganas de cantar y coincidió que me llamó un empresario y me encuentro haciendo una gira como en los 90. Por eso no me quiero poner ni límites ni metas. Soy como un río que fluye hasta que llega al mar. Además ellos (Serrat y Perales) están muy mayores (risas). A los dos los quiero mucho.
—Además de patria, con ellos compartís una ética del trabajo que en muchos artistas contemporáneos no es tan frecuente.
—Creo que es otro lenguaje. Con ellos tenemos un lenguaje como de más tiempo, no tenemos tanta prisa. Al comenzar uno tiene más prisa, inseguridades, quiere estar en todas partes. Pero cuando nosotros comenzamos los tiempos eran otros, un disco se presentaba todo el año, había más espacio para equivocarse, para probar, para aprender. Para mí, mi profesión es un aprendizaje y un privilegio, por eso para no hay una entrevista que sea menor. Cada entrevista que hago intento que tenga sentido, sea única y merezca la pena el intercambio. Además no sé hacerlo de otra manera, voy a lo que me gusta, a lo que me siento cómoda y me encanta hablar, contar cosas.
—Es llamativo como muchas veces los artistas con más camino, más recorrido son los más cordiales y respetuosos del trabajo periodístico.
—Nosotros venimos de una época que si no eran los medios los que te comunicaban, no te podías comunicar. Recuerdo una vez que fui a promover mi primer o segundo disco a Colombia y en un día hice 30 entrevistas, tanto que pregunté: “¿Hay un momento para comer?”. Así que de muy joven aprendí la importancia del trabajo de la prensa. Pobre del que piense que una entrevista no es importante ni las necesita. Ese artista durará poquísimo porque cuando la gente se canse de ese boom, de ese temazo, si esa persona no creó un vínculo con la profesión, no queda nada. Para mí esa actitud es de miopía mental.
—Alguna vez te definiste como “una alfombra persa, soy infinita”. ¿Seguís sosteniendo esa imagen?
—Sí, porque siempre ando surfeando la vida y siempre ando sobrevolando. Es una imagen maravillosa. También digo que soy como las orquídeas porque tengo las raíces aéreas y me encanta cambiar de casa, de país. No soy un ser estático, tengo que vivir en movimiento.
—También aseguraste que luego de escuchar a tres mil personas que te ovacionan de pie es muy complejo encontrar una pareja que te genere esa misma sensación. ¿Esto se acabó cuando llegó tu nieta?
—Totalmente de acuerdo (risas). Es un privilegio el aplauso del público pero la distancia corta con una nieta, un amigo, alguien cercano, esa distancia corta vale muchísimo. La frase mía quizá hace más referencia al concepto de pareja: soy reacia a definirla como la única salvación del ser humano. Creo que somos seres solitarios y que todo lo que hacemos es tratar de salvar esa soledad buscando vínculos. A veces esos vínculos nos hacen creer en el espejismo de que hemos encontrado nuestra media naranja, pero no creo en absoluto que exista. Me gusta hablar, contar anécdotas, disertar sobre temas de actualidad; todo eso me gusta más que ir a una fiesta, buscar la foto de un evento. Todo ese mundo me atrae muy poco.
—¿Te gustaría retomar tus estudios de Filosofía y Psicología?
—Los retomo todo el tiempo. Sigo leyendo, teniendo curiosidad por casi todo, buscando mi pensamiento propio. La filosofía no solo es el amor a la sabiduría sino desarrollar tu propio conocimiento que no siempre es el reflejo de lo que piensan los demás. Por eso, para mí es muy importante que esas materias se enseñen en los colegios para que no seamos un colectivo al que cualquier persona, manejando marketing o lo que sea, convence de algo.
—¿Esa formación dificultó los comienzos de tu camino artístico?
—Yo bailaba, cantaba y era monísima, pero también pensaba y me expresaba, y más de uno decía: “¿Pero quién se ha creído?”. Pero era así: yo había estudiado y no tenía por que estar en conflicto porque además de cantar pudiera expresar una idea. Al principio chocaba, pensaban que era pedante, pero yo no quería que solo me tomaran como una cara bonita que cantaba. No era justo. Así que en los comienzos mi actitud molestaba porque siempre se prefiere al artista dócil. Pero cuando se tiene independencia, una cierta ética y dignidad, hay cosas que nunca vas a hacer, y eso hay gente que lo entiende y valora y otra que no. En el fondo lo sienten como una pérdida de poder sobre uno y se sienten mal, pero los que realmente valen la pena se sienten estupendamente bien.
—¿Viviste situaciones de acoso?
—El único episodio complicado fue una encerrona que me hicieron en una compañía de publicidad donde me llamaron para hacer una campaña para una bebida. El director de la campaña y de la agencia me llevaron a un sitio para realizar las fotos so pena que ni no las hacíamos perdía la campaña. Fue terrible porque tuve que estar en un sitio extraño, prácticamente desnuda y hacer las fotos. Fue un horror. Logré salir de allí, no me hicieron nada más pero eso ya era bastante. Al día siguiente fui con mi hermano mayor para que rompieran los negativos. El resto del tiempo tuve gente que me tiró los tejos, como decimos aquí. Pero no otras situaciones complejas. Yo marqué líneas muy claras y a veces tuve que sortear momentos pero no solo con el típico baboso que quiere tener algo contigo, sino con el de la compañía de discos que es un pesado y no sabe qué hacer con tus discos. La vida es también aprender a moverte en los distintos terrenos sin necesidad de sentirte humillada ni acosada. Hay cosas por las que no se debe pasar y son definitivamente repudiables. Yo he tenido mucha suerte y siempre puse algo por delante que dejaba en claro que conmigo no iban a ningún lado. No todo el mundo tuvo la misma suerte que yo y creo que con el tiempo además se acentuó el acoso e indiscriminado por el poder.
—¿Qué opinás del Me Too?
—Creo que hay una valoración desde la distancia en la que hay que tener claro que la mujer ha sido víctima durante muchos ciclos de una marginación, de una falta de posicionamiento, una dependencia excesiva del concepto machista de sociedad y le costó mucho salir. Por ejemplo, cuando me casé no podía comprar si no firmaba mi marido y eran los años 70. Negar eso es negar una evidencia como negar que todavía en las empresas las posiciones de poder las ocupan más los hombres que las mujeres. Es cierto que la mujer muchas veces cedió espacio porque eligió la maternidad y estar con los hijos, que es una opción tan válida como otra. No creo que pensar que una mujer que priorizó su maternidad es una sometida sino que tiene la misma libertad que la que decide ser ejecutiva. Hay que tener mucho cuidado, mucha objetividad, mucho análisis. Cualquier movimiento digno, defendible, que se utiliza para ganar posición para dominar y confrontar, creo que está contaminado. Por eso hay que tener mucho cuidado. El hombre también tiene que asimilar que está en una etapa distinta y no es fácil porque siempre estaban en una posición de poder, pensaban que eran los reyes de la naturaleza, y se encontraron que no. Hay que entender que no todo el mundo lo acepta y lo asimila. Nadie tiene que invadir el espacio del otro. Tampoco entiendo el mundo de la confrontación hombres y mujeres. Creo que es un mundo donde todos perdemos. Todo movimiento que se radicaliza o fanatiza no es sano para la sociedad. El punto a diferenciar es la defensa legítima de la fanatización.
—De los grandes personajes que interpretaste, ¿te identificas más con Evita o Dulcinea?
—Hoy y tal como estamos a Don Quijote habría que quitarlo de los libros (risas). Porque él a una mujer de la venta la convirtió en su dama con lo cual negaba el hecho real de la mujer en una venta. Con que nos pongamos así ya no hacemos nada ni con Cervantes, ni con Shakespeare, ni con Picasso. Pero partiendo de ese punto el personaje que más me gustó fue el de Elisa Doolittle en My Fair Lady. Es una niña con mucha dignidad: quiere aprende a hablar, pone los puntos. Tiene muchos matices y es con el que más me identifico.
Paloma San Basilio actuó en el Carnegie Hall en New York, el Teresa Carreño de Caracas, Caesar Palace en Las Vegas, Teatro Bellas Artes de Puerto Rico, Gibson Amphitheater Universal CA.en Los Ángeles o el Jackie Gleason de Miami, donde tiene impuestas sus manos en el Paseo de las Estrellas
Paloma San Basilio actuó en el Carnegie Hall en New York, el Teresa Carreño de Caracas, Caesar Palace en Las Vegas, Teatro Bellas Artes de Puerto Rico, Gibson Amphitheater Universal CA.en Los Ángeles o el Jackie Gleason de Miami, donde tiene impuestas sus manos en el Paseo de las Estrellas
—¿Lo que más te gusta es la comedia musical?
—Me encanta porque no hay nada pero todo tiene cabida. No tienes que dar explicaciones. Estás cantando y de pronto hablas y no tienes que explicar nada, y te pones a bailar y tampoco tienes que dar explicaciones. Todo el mundo entiende la convención que cantas, bailas y actúas cuando te da la gana o el guion te lo dice. Es un mundo tan mágico e irreal que a mí me encanta. También es bonito ponerte en la piel de un personaje porque dejas de ser tú para serlo a través de esos personajes. Te permite aprender mucho y compartir con otros actores. Me gusta el teatro musical por su libertad.
—¿Planeas venir a la Argentina?
—Estamos en conversaciones, probablemente en octubre vaya para allá. Iremos con Te lo digo con música.
—Una última pregunta. No puedo evitar cierta superficialidad. Junto con Isabel Preysler mantienes una piel lozana y que no refleja el paso del tiempo. ¿Tu secreto sigue siendo los baños de mar?
—La verdad es que tengo buena piel porque mi madre tenía buena piel y mi hermana también. Mi hija es una cara de porcelana. Yo la cuido con cremas pero no estoy todo el día tocándome. Lo importante es la vida sana: no fumo, bebo muy poco. Y sí es cierto que hago baños de mar en invierno. Meterse al agua cuando toda la gente tirita creo que eso es muy bueno. Entro al mar los días fríos, pero con sol. Voy a la playa en albornoz como las artistas antiguas de Hollywood, camino rápido y cuando entro en calor, me quitó el albornoz y a nadar. Cuando entras crees que vas a dejar ahí las piernas, pero apenas nadas es un milagro la temperatura que toma el cuerpo. Es increíble. Te quedas media hora en el agua y ya no sientes nada. Es que estás muerta (risas). Al volver la gente me mira y piensa que estoy loca. Pero ya me lo dicen muchas veces sin necesidad de meterme en el agua...