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(Sin Embargo).- La última vez que Rosa Isela habló con su hijo Oscar Axel Soto Cortez fue en una llamada telefónica el 14 julio de 2017, trece días después de su desaparición. El joven de 17 años no quiso darle detalles de su ubicación sólo le pidió que rezara por él, que lo perdonara por las veces que se portó mal y le dijo que cuidara de sus hermanos, luego la llamada se cortó y no volvió a telefonear jamás. Tres meses después, Oscar apareció en un video adjudicado al crimen organizado donde decía que tenía una semana como integrante del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Desde entonces no ha sabido nada más.
Rosa Isela respira rápidamente. Su voz se escucha entrecortada.
“A veces desearía que [mi hijo] estuviera muerto a pensar que lo traen haciendo tanto daño a otra persona. Porque si estuviera vivo y trabajando en eso, él sufriría mucho. Yo sé que a él le duele lastimar hasta a un animalito […]. A veces pienso que prefiero que esté muerto a que esté sufriendo, pero a la vez me retracto y digo: ‘¡No, yo lo quiero vivo!’. No me importa que me lo entreguen mudo, no me importa que me lo entreguen sin pies, sin manos, pero que me lo entreguen vivo”, dice.
La cruda ambivalencia que confiesa Rosa Isela es porque en diez meses de la presunta privación de la libertad de su hijo y tras la aparición de un video, no ha tenido rastro de él mientras que las autoridades no han hecho nada en la investigación.
“Lo único que quiero es encontrarlo, ya no es tanto encontrarlo con vida, simplemente que me lo regresen [….]”.
LA DESAPARICIÓN
Oscar Axel Soto Cortez vivía con su madre en Nayarit. En junio del año pasado ella lo mandó a trabajar Sinaloa, donde residía una de sus tías y primas. El menor consiguió un empleo en una empacadora de mangos, cuenta Rosa Isela.
El 18 de junio el joven envió varios mensajes.
“Me dijo que lo perdonara por todo lo mal que se portó, que nos va a extrañar, que nos ama mucho, que nunca nos va a olvidar”, cuenta la madre.
Rosa Isela afirma que le preguntó qué ocurría y él le respondió que estaba bien. Ella insistió: “¿pero sí te voy a ver el fin de semana?”, pues la mujer tenía planeado ir a Sinaloa en los siguientes días.
De acuerdo con la señora Cortez, Oscar salió de Sinaloa rumbo a Nayarit el lunes 19 de junio y desde entonces no supieron de él. Empezaron a buscarlo, a publicar su fotografía en Facebook y en redes sociales. Sin embargo, la madre recibió un mensaje anónimo advirtiéndole que detuviera la búsqueda porque le podrían hacer daño a él o a su familia.
A los trece días, Oscar se comunicó con su madre. Lo hizo al menos tres veces en las dos primeras semanas de julio pero jamás reveló qué hacía o dónde estaba, sólo le decía que lo perdonara, que él ya no podía hacer nada; le solicitaba que rezará mucho por él y que no lo volvería a ver más que en una caja o en una bolsa… o nunca lo iba a volver a ver.
La última llamada fue la noche del 14 de julio.
“Esa vez lo escuché mal pero él me decía que estaba bien, simplemente que estaba muy cansado. Se oía mucho silencio, él se escuchaba débil, no era su voz normal”, dice.
Rosa detalla que en esa ocasión el muchacho insistía en que sólo quería escucharla cuando de pronto la llamada se cortó y nunca volvió a comunicarse.
A principios del mes de agosto, entre las diez u once de la noche, una persona desconocida tocó a la puerta de la casa de Rosa Isela: abrió y el hombre le dijo que acudiera a la Fiscalía de Nayarit a recoger a su hijo porque lo habían “levantado por secuestro”. El sujeto inmediatamente se fue.
“Yo no pude preguntarle nada: quedé impactada. No sabía nada. No conocía a esta persona”.
Rosa Isela se dirigió de inmediato a las oficinas de la Fiscalía en Tepic, Nayarit, pero ahí, comenta, los funcionarios le dijeron que no sabían nada de Oscar, ni de qué hablaba.
La señora explicó lo ocurrido y los servidores públicos le manifestaron que debía interponer la denuncia en la Fiscalía de Sinaloa porque, al ser ese estado donde desapareció, ahí correspondía la acción legal.
“Pero yo me sentía mal, no hice nada por miedo”, explica.
Pasaron los días y las semanas, hasta que el 21 octubre de 2017 apareció en una página de Facebook un video anónimo que mostraba a Oscar siendo interrogado y donde él decía que tenía una semana de trabajar para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
A Rosa Isela se le añadía otra carga emocional: el fallecimiento de su padre. Cuando apareció el video se encontraba en Sinaloa por los cortejos fúnebres de su progenitor.
Al enterarse de las imágenes exhibidas, se regresó a Tepic. El 25 de octubre de 2017, detalla, interpuso la denuncia en el área de secuestros de la Fiscalía General de aquel estado.
La madre comenta que al denunciar presentó el video de su hijo y expuso lo sucedido en agosto, cuando un hombre le dijo que lo habían secuestrado.
“Pero ellos [las autoridades] me seguían diciendo que no saben nada, que ellos no tienen idea de qué pasó con ese video, nada, ¡nada!”.
En la Fiscalía, agrega Rosa Isela, le prometieron que le iban a informar sobre la investigación, pero no ocurrió así. En las semanas consecutivas, la madre del joven llamaba a la Fiscalía pero la repuesta era la misma.
“Siempre me decían es que no sabían nada del video, hasta que una vez yo me enojé y les dije: ‘yo no quiero saber del video, yo quiero saber qué pasa con mi hijo, ¿dónde está?’, y ellos decían: ‘es que no sabemos nada, estamos investigando’”.
El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) es catalogado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) como el más reciente de los seis que trafican drogas en Estados Unidos, pero como uno de los más bélicos pues su tiene alta voluntad para enfrentar a los cuerpos de seguridad.
La organización criminal surgió en 2010 como un brazo armado del Cártel de Sinaloa llamado “Los Mata Zetas”. Después conformó su propio imperio con presencia en ocho entidades: Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Guerrero, Morelos y Veracruz.
NO MOVIERON NI UN DEDO
La señora Cortez se cansó de recibir la misma respuesta sin avance y dejó, por unos meses, de ir a las oficinas de las autoridades en Tepic, y estas jamás le llamaron.
En 19 de febrero de este 2018, se enteró, por una página de Facebook, que personas de la Procuraduría General de la República (PGR) levantaría las muestras de ADN a madres y padres de personas desaparecidas en Nayarit.
Cuando ella acudió a realizar la prueba, los funcionarios le cuestionaron si ya se la había efectuado la Fiscalía estatal. Es así como ella se enteró que debieron ofrecer ese procedimiento, lo que provocó más enojo y decepción de las autoridades estatales.
La madre llamó al comandante que la atendió, de secuestros, para reprochar por qué nunca le dijo, desde un principio, que tenía que hacerse la prueba de ADN, según comenta al rememorar la plática que tuvo con el agente del aérea de secuestros.
–¿No le dijimos?– le replicó el comandante ante el reclamo.
–No, nunca me comentaron nada.
–Ah disculpemos, es que a lo mejor se nos pasó.
Rosa Isela afirma que habló pocas veces con el comandante, al menos cinco, y no podía creer que en ninguna de esas ocasiones no le explicara un procedimiento importante como la prueba de ADN.
“Él [el comandante ] me dio su número de celular, me dijo que yo le hablara y que él me iba a estar informando. Cuando yo le marcaba me contestaba: ‘no sabemos nada del video’”, expresa la mujer.
La madre de Oscar Soto señala que a principios de marzo, la licenciada de la PGR que le hizo la prueba, le recomendó que cuando fuera a la Fiscalía ya no buscara al personal de secuestros, sino al área de desaparecidos.
La mujer acudió al área citada y se percató que no tenían conocimiento de la carpeta de investigación sobre el caso de Oscar.
“En el área de personas de desaparecidos me dicen que ahí no ha sabían nada. Fuimos al área de secuestros y cuando vuelvo a repetir lo que pasó el comandante de secuestros me dijo: ‘¿a poco hay un video de su hijo?'”.
–Sí, hay un video de mi hijo que yo lo entregué el día 25 de octubre al comandante Sepulveda –, respondió.
Rosa Isela refiere que el comandante encargado de desaparecidos no estaba enterado de ese video.
“Yo estoy molesta porque en el área de desaparecidos me dicen que no está la carpeta de mi hijo. ¿Como era posible que el comandante de desaparecidos no estaba enterado de nada, si yo entregué ese video?”, afirma.
EL APOYO DE COLECTIVOS
En ese mismo mes, durante sus visitas a la Fiscalía, Rosa Isela también se dio cuenta de la existencia de los Colectivos de Búsqueda de Desaparecidos cuando un comandante le preguntó si pertenecía a uno de ellos.
“Cuando salí [de la visita a FGE] llegué a mi casa e inmediatamente me puse a buscar los colectivos y a escribí a todos los que hallé en Facebook, hasta que una persona me habló y fue cuando yo me acerqué al colectivo”, narra la mujer.
La organización ciudadana la asesoró y le recomendó pedir una copia del expediente de su hijo, entre otros procedimientos para el caso, los cuales ella desconocía. “Yo estaba ajena de todo, yo no sabía nada”, expresa.
Rosa Isela regresó a la Fiscalía, solicitó la copia de su expediente y cuando se la entregaron se llevó otra sorpresa: no mostraba ninguna diligencia hecha para la búsqueda de Oscar.
“¡No había nada en la carpeta de mi hijo, sólo está la declaración, son tres o cuatro hojas las que hay, que es mi declaración y nada más desde octubre que yo denuncie y hasta la fecha no hay nada, no han hecho absolutamente nada, ni el video, no saben nada ellos”, afirma.
La mujer explica que en una de las visitas que realizó a la Fiscalía pidió que agentes acudieran a Tuxpan, Nayarit, a investigar a un barrio en donde se rumoraba que a su hijo lo privaron de la libertad, torturaron y asesinaron.
“En ese barrio, que se llama Talegas, decían que a mi hijo lo levantaron, que fue el cartel de aquí de Tepic; que ellos le cortaron la cabeza a mi hijo; que lo mataron y lo torturaron, eso es lo que estuvieron diciendo en Tuxpan. A mi me contaron eso unos conocidos de mi hijo, pero nunca me dijeron quién era el que andaba diciendo esas cosas. Yo le dije al comandante –en octubre de 2017, cuando fui a entregar el video–, le dije de todo esto”, narra Rosa Isela.
La madre abunda que en la carpeta de investigación no aparece ninguna diligencia sobre esa investigación.
Rosa Isela dice que al ver una total inacción, ni la más minina diligencia, decidió acudir a la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Nayarit y, afirma, igualmente se decepcionó de ellos.
“Esperé llamada de Derechos Humanos y tampoco. Hablé yo y me contestó un licenciado que me dijo que ya no llevaba las carpetas, que estaban con otro licenciados, pero ellos no estaban en ese momento”, comenta.
“Yo me cansé de estar dando vueltas porque no estoy muy bien, mi hijo desapareció, mi padre murió, se me juntó todo. Mi única esperanza es del colectivo, pero sí tengo mucho enojo”, añade.
Rosa Isela afirma que siente una gran impotencia y enojo contra las instituciones. “No puedo creer que habiendo un video, la Fiscalía siga diciendo que no hay nada. No puedo creer que desde octubre sigan diciendo que no hay nada y que no haya ni un solo avance en la investigación de mi hijo. Da mucho coraje, impotencia”.
Sumado al dolor de perder a su hijo, la indolencia y ausencia de las autoridades también pesa, agrega.
“Esto es una pesadilla, y más porque la autoridad se hace ciega, no hace nada yo antes pensaba que solo era mi hijo”:
La mujer clama por empatía para el dolor de las madres con hijos desaparecidos el cual, -enfatiza- es superior a que si hubiesen fallecido.
“No se vale que hagan eso, y mi coraje es porque, ¿cómo es posible que no sea suficiente el daño que nos hacen quitándonoslos para todavía hacer mas daño escondiéndolos?; ¿por qué hacen tanto daño, por qué tanta maldad? Eso duele mucho”.
Y también pregunta: “¿De qué les sirve el cuerpo de mi hijo? Si ya lo mataron que lo dejen tirado donde sea. ¿Por qué enterrarlo donde no los encontramos?, ¿de qué les sirve muerto?”
La madre del joven reconoce que tiene mucho miedo, su familia no duerme bien por el temor; pero su principal interés es encontrar a su hijo, no buscar culpables, sólo quiere hallar a Oscar.
“Lo único que quiero es encontrarlo, ya no es tanto encontrar con vida, simplemente que me lo regresen […] que me lo entreguen como sea para tener donde llorarle”.