Victoria aceptó la invitación de una amiga suya en mayo pasado para ir a una fiesta en la que habría otros profesores, como ella, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Chihuahua. Nunca imaginó que esa noche le cambiaría la vida, cuando horas después, entre cuatro hombres la violaron, durante horas y de distintas maneras.
Diez meses después, sigue esperando justicia, ya que tres de sus presuntos agresores están prófugos, uno ni siquiera tiene orden de aprehensión porque según la Fiscalía solo cometió “abuso sexual” y no violación, y únicamente uno de los profesores atacantes fue detenido, pero todavía no ha recibido sentencia.
Además, un quinto académico que estuvo en la fiesta y que, según la víctima, la escuchó gritar y mejor se fue sin hacer nada, no solo no está acusado de cómplice, sino que sigue dando clases en la universidad.
El nombre de Victoria es ficticio para proteger su identidad, aunque acepta hablar en entrevista con Animal Político. De hecho, en su momento ella no quería que su caso se hiciera público, pero un diario local publicó la noticia y reveló los detalles más escabrosos de lo que le habían hecho. Por esa filtración de la carpeta de investigación, también hay una queja contra la Fiscalía ante la procuraduría de Derechos Humanos, que tampoco ha tenido ningún avance.
La violación tumultuaria
Victoria tiene 28 años. Ya tiene una maestría y lleva dos años y medio dando clases en su alma máter. El 3 de mayo de 2019, una amiga que es más joven pero siempre se rodea de profesores la invitó a una fiesta. Le dijo que era por el Día del Maestro, aunque faltaran casi dos semanas. Y Victoria aceptó pensando que podría hacer nuevos amigos de su gremio.
Cuando llegó, no había muchos más invitados que ellas dos y cinco hombres, todos ya de más de 30. Solo conocía a uno de ellos, muy cercano a su amiga: Arturo Paz. Pero no quiso ser desconfiada; finalmente se trataba de hombres con nivel educativo de maestría y doctorado, académicos reconocidos por su universidad, y dos de ellos, casados.
“Se hizo una carne asada, nos ofrecían mucho alcohol, sobre todo a nosotras dos. Y yo pensando ingenuamente que pues eran maestros, que no había peligro de que me pasara nada, que si en algún momento me ponía borracha me iban a llevar a mi casa o pedir un Uber… o algo así normal, que no iba a pasar nada extraño. Me confié…”, lamenta ahora, como si la confianza fuera un error.
Recuerda que organizaron un juego de palabras en el que casualmente siempre perdían ellas y los hombres les daban caballitos de tequila de castigo. Siempre servían ellos los tragos y les daban de beber.
Era ya de madrugada y Victoria se sentía muy mareada, así que decidió que era hora de irse. Su amiga estaba en un cuarto con Paz, llorando. Ella quiso consolarla, saber qué pasaba, retirarse juntas. Pero entonces, los cuatro hombres decidieron que esa noche, no se les iba a ir así.
“Yo me acerqué a consolar a mi amiga. En eso llegan los otros tipos y uno de ellos me sacó al pasillo. Y ahí es donde empezó… Primero fue él, luego llegó otro tipo, entre los dos me agarraron… Después llegó otro y eran ellos tres alrededor de mí… Me sometían…”, cuenta Victoria, haciendo pausas para tomar aire y tomar valor.
“No sé cuánto duró, para mí duró una eternidad… Y el otro tipo esperó a que los otros terminaran de hacerme… lo que me estaban haciendo, y me llevaron a la habitación del fondo. Cuando me llevaron todavía estaban ahí mi amiga y él”.
La maestra gritaba el nombre de su amiga. Supone que ella no la escuchaba, pero sostiene que el otro maestro sí debió darse cuenta de lo que estaba pasando.
Paz vive en el departamento de abajo de donde era la fiesta, así que tomó a la amiga y se bajaron a su casa, dejando sola a Victoria con los otros cuatro hombres: Alejandro Garza Saenz y Roberto Saenz Maldonado, que vivían ahí, e Israel García Salmoran y Geovani Esaú García Sánchez, según publicaron medios locales. En un momento logró salir a la calle.
“Quería buscar a mi amiga pero ellos salieron y me volvieron a meter al departamento. Yo no podía hacer nada, me sentía muy torpe, todo lo veía nublado, no podía ni siquiera caminar bien”, dice.
Cayó inconsciente. En un momento despertó con uno de ellos todavía abusando de su cuerpo, y solo pensó que quería que aquello acabara. Cuando por fin pudo levantarse, alrededor de las 9 de la mañana del 4 de mayo, se vistió aturdida y se fue en un Uber.
“Todo el día estuve como… como que no me creía lo que me había pasado… como ida. Me acuerdo que me bañé muchas veces”, recuerda. “Mi primera idea era hacer de cuenta como que no pasaba nada y que me iba a olvidar de todo, que nadie tenía por qué enterarse y seguir con mi vida. Pero no podía dejar de pensar en eso…”
La revictimización pública
Victoria estaba asustada, primero quería olvidarse de todo, pero finalmente denunció ante el Ministerio Público. Los peritajes médicos confirmaron la versión de la maestra de lo que le habían hecho esa noche.
Desde el 9 de mayo, dos días después de puesta la denuncia, la agente del MP solicitó que se dictaran órdenes de aprehensión contra los implicados por el delito de violación con penalidad agravada, cuya pena va de 10 a 30 años de prisión.
El juez las concedió hasta el 22 de mayo. Y solo tres, contra Geovani, Israel y Alejandro. A Roberto no le dictaron orden de aprehensión porque como Victoria dijo no recordar si él también la penetró cuando la tuvo encerrada en un cuarto, no se considera violación, a pesar de haber participado en las acciones para someterla y ser testigo de lo que hicieron los otros.