A la pregunta de Pilato, ¿eres tu el Rey de los judíos? Jesús respondió: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis súbditos pelearían para protegerme. Pero mi reino no es de aquí”. (Jn 18,36)
En los primeros siglos del Cristianismo se tenía una clara percepción de que la esfera de lo espiritual no se mezclaba con lo mundano. Casi que el ideal del cristianismo durante los 300 años que duró la persecución en el Imperio Romano era el Martirio. Aún hoy, para canonizar a un mártir, se dispensa la necesidad del milagro, dar la vida era el más alto testimonio de la fe. Cuando se convierte el Emperador Constantino en el 313, hizo el edicto de Milán y cesaron las persecuciones, se podía profesar la fe públicamente. El 27 de febrero del año 380, el Emperador Teodosio promulgó el Edicto de Tesalónica, mediante el cual el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio. En poco tiempo, la Iglesia Católica pasó de ser perseguida y clandestina a ser la religión oficial del imperio.
Desde ese momento en adelante, existen tensiones en la relación entre lo temporal y lo eterno, entre el “Reino que no es de aquí” y querer identificarlo con un sistema. En el período medieval se veía la legitimidad de las monarquías en hacerse coronar por los Papas. Las derechas y las izquierdas han intentado capitalizar también sus visiones de lo temporal y lo eterno.
En una versión más actual Javier Milei siente que su misión es sobrenatural y parte de la Iglesia, jerarquía incluida, quiso presentar a Sergio Massa, como un garante de la justicia social y de la esperada visita del Papa a la argentina. “Si gana Massa, viene el Papa”, se repetía. En la peregrinación a Luján se vieron innumerables carteles sugiriendo esta dicotomía: ”El Pueblo ama al Papa, Milei lo odia”.
Me pregunto: ¿qué vio la gente que votó a un candidato que proponía ajustes despiadados? Los que creyeron que haciendo campaña en contra persuadirían al pueblo de su error, ¿no vieron ni escucharon el cansancio de la gente con los políticos enredados en sus escándalos de corrupción y perdiendo el tiempo para ver cómo pueden domesticar a la Justicia para no ir presos? A la hora de juzgar, en los partidos tradicionales, sería de esperar una autocrítica por no haber podido ofrecer en estos 40 años de democracia una mejora en la vida de la gente de a pie, menos pobreza, mejoras en la salud, la educación y la seguridad.
Desde esta columna sostuve, y lo seguiré haciendo, que creo en la democracia y que la gente no necesita que el Papa, un obispo o un cura le sugieran a quién votar. Sí podemos aconsejar sobre cómo crecer en la Fe y en la vida espiritual, alentar a los laicos en su compromiso temporal y ayudar a los pobres, sin embanderarnos en partidos políticos. Me parece más prudente mantener cierta distancia para poder dialogar con todos y acompañar un momento que será difícil para nuestro pueblo.
Entre tanto desatino, un oftalmólogo lo ayudó al Papa Francisco a “ver”. Ver que podía hacer un gesto de grandeza para con alguien que lo agredió, que lo llamó Satanás, amigo de dictadores sangrientos, etc, etc. No necesitó que se disculpara, o ponerle condiciones. Hizo lo que corresponde a un cristiano, a un Pastor y ejemplo a seguir, puso la otra mejilla y sorprendido Milei, que lo llamó “Su Santidad”. En un mundo dividido por las enemistades y las discordias, el Papa hizo un gesto propio del reino, un gesto de grandeza que sirve más para revalorizar su ejemplo, distiende y ayuda a tender puentes y buscar soluciones. Algo que los argentinos necesitamos desesperadamente.