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El Barcelona ganó 0-3 en el estadio Santiago Bernabéu al Real Madrid con los goles en la segunda parte del uruguayo Luis Suárez y del argentino Lionel Messi.
El primero marcó en el minuto 54 tras aprovechar un pase de Sergi Roberto y el segundo sentenció el duelo en el 64 después de transformar un penalti por una mano de Dani Carvajal que provocó la expulsión del lateral derecho madridista. Después, en el 90, Aleix Vidal cerró el marcador tras un pase de Messi.
LA CRÓNICA
El Barcelona asestó un golpe definitivo al Real Madrid en Liga y endosó a Zidane su derrota más dolorosa, tras una apuesta arriesgada sentando a Isco y apostando por Kovacic, que se le volvió en contra en una segunda mitad de inferioridad con goles de Luis Suárez, Messi de penalti y Aleix Vidal.
Zidane inventó y erró. Traicionó el mensaje que tanto repite, siempre preocupado por el buen juego de su equipo antes que del rival y le salió mal en el partido que más crítica desatará sobre su figura incuestionable en títulos. Modificó su idea habitual y para ello el castigo recayó en el futbolista que más regularidad tuvo en el cuarto de temporada completado: Isco Alarcón.
La aparición de Kovacic, con el gran recuerdo de su marcaje a Messi en la Supercopa, fue su as escondido en la manga ante un Valverde que extendía su confianza en el once que mejor resultado le está dando. El cambio con renuncia a la magia de Isco era un síntoma de debilidad en un Real Madrid que interpretaba que debía variar su plan para obtener una victoria obligada.
La entrada de Kovacic tenía más sentido ante un Barcelona en 4-3-3, pero con Messi como segunda punta perdía valor en fase defensiva aunque fortalecía el centro del campo. Ese fue el objetivo de Zidane, intentar ganar la pelea por la posesión y crecer con la pelota. Cuando la cedió en la segunda parte, estuvo perdido.
Se esperaba salida en tromba madridista y dejó un gol bien anulado a Cristiano Ronaldo por fuera de juego y un intento lejano de Carvajal a manos de un seguro Ter Stegen. Las intenciones eran buenas, los dos equipos presionando en campo contrario y desatando una lucha en el centro del campo por el balón que sería la clave. Mejores intenciones que fútbol. Más intensidad que precisión. Un Real Madrid que mordía buscando acciones de gol ante un Barcelona que se posicionó pero no encontraba su juego. La tranquilidad de ser válido el empate le invitó a especular intentado quitar ritmo al partido.
Los gestos de los futbolistas resumían la primera parte. Cristiano aparecía por todos los lados, metido y protestando cada acción. Iniesta se desesperaba pidiendo calma con sus manos porque estaba más alejado de lo que deseaba del balón. Messi se tocaba el pelo mientras meditaba la zona del campo donde podía aparecer para desequilibrar. Busquets se lamentaba por perdidas impropias de su calidad en la salida de balón. En minutos todo cambiaría.
El Barcelona no arriesgó y el Real Madrid atacó a oleadas con Modric como el cerebro de todo. Cristiano chutaba al aire su primer intento y el pulso de los reyes del fútbol tenía respuesta con Messi. Apareció poco en zona de peligro pero siempre leyendo bien cada acción. Su mejor socio sería Paulinho y su llegada por sorpresa desde segunda línea. A la media hora el pase medido desde la cal de banda derecha del argentino, encontró el remate en carrera del brasileño y la manopla salvadora arriba de Keylor Navas.
Con Benzema en zona de nadie y nula participación hasta la última acción del primer acto, cuando cabeceó al poste su único remate a puerta, los ataques madridistas los monopolizaba Cristiano. Enfadaba a Modric en una acción en la que pecaba de egoísmo sin espacio para chutar y se topaba con Ter Stegen en su mejor jugada, con bicicleta y disparo cruzado. Paulinho era peligro constante y de cabeza hacía intervenir de nuevo a Keylor.
El Barcelona sabía que solo crecería en el clásico con el balón y se lanzó por él en el inicio del segundo acto. Le metió morfina al rival para rebajar el hambre madridista en cada disputa. El nerviosismo se apoderaba de un Bernabéu que comenzaba a mirar a Zidane esperando un movimiento desde el banquillo.
Iniesta puso su nombre al balón, con lecciones en cada una de sus apariciones, y comenzaron a acabar jugadas con Luis Suárez avisando antes de romper el partido. En la mejor salida de balón de un Busquets impreciso, encontró el espacio al movimiento de Rakitic, la mala lectura de Kovacic que por seguir a Messi dejó un tres para dos que aprovechó Sergi Roberto para extender su sociedad con Luis Suárez. A placer adelantaba al líder.
El Real Madrid entró en shock. Solo le valía ganar para reengancharse al pulso por el título y el arrebato le sería insuficiente. En minutos de inferioridad no pudo ni tirar de casta, corrió tras el balón, cometió errores defensivos de gravedad y terminó de hundirse a los 63 minutos.
Un error de Casemiro, tras perdonar Suárez el segundo y con Asensio y Bale preparados para salir cuando iba a entrar en escena el plan b, dejó en un mano a mano al uruguayo ante Keylor que sacaba y tras varios remates Carvajal detenía con sus manos un cabezazo de Paulinho. Expulsión, penalti y lanzamiento a la escuadra de Messi. Las opciones del Real Madrid quedaban sentenciadas, a catorce puntos del líder y con un partido menos. Una distancia jamás levantada en la historia de la Liga.
Fiel a su identidad, el Real Madrid murió luchando hasta el final, pidiendo dos manos dentro del área rival no señaladas por el colegiado y hasta perdonando oportunidades claras de gol Bale. Roto en su planteamiento, el peligro de acabar goleado existía y Keylor fue salvador ante Messi y Semedo, pero nada pudo hacer en el añadido con el disparo de Aleix Vidal que cerraba el primer triunfo de Valverde ante un Zidane al que deja señalado. La venganza de la Supercopa de España estaba cumplida.