En Madrid, la verdadera fiesta empieza a las 23:00 horas, cuando cierran los bares y comienza el toque de queda.
Es entonces cuando grupos de jóvenes y trasnochadores de Italia, Holanda, Alemania y, sobre todo, Francia, se unen a los jóvenes españoles por las estrechas calles de la zona antigua de Madrid buscando diversión ilícita. La mayoría tienen poco más de 20 años y están ansiosos por disfrutar en la capital española como hace meses que no pueden en sus ciudades por las restricciones contra la pandemia.
Con su política de bares y restaurantes abiertos -que atienden tanto en su interior como en la terraza- y de mantener los teatros y museos abiertos a pesar de los brotes de coronavirus que han saturado sus hospitales, Madrid se ha ganado la reputación de un oasis de diversión en el desierto de restricciones de Europa.
Otras regiones españolas tienen un enfoque más estricto hacia el ocio. Hasta los soleados balnearios turísticos costeros ofrecen un limitado catálogo de opciones para los pocos visitantes que comienzan a llegar, coincidiendo con las vacaciones de Semana Santa, ante las contradictorias normas europeas para viajar.
“Para mí es un verdadero privilegio ir a bares porque en Francia no se puede. Aquí puedo ir a restaurantes, pasar tiempo con amigos fuera de casa, descubrir la ciudad”, dijo Romy Karel. Esta berlinesa de 20 años voló a Madrid el pasado jueves desde Burdeos, una ciudad del sur de Francia donde estudia Ciencias Sociales.
“No recuerdo cuándo fue la última vez que hice esto”, añadió.
Los visitantes generan un negocio vital para los residentes y dan a los políticos mucho sobre lo que debatir antes de unas polarizadas elecciones regionales. Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad, que se presenta a la reelección, está tratando de atraer votos más allá de sus partidarios conservadores haciendo campaña bajo el lema de “libertad”.
Fuera de la capital, los esfuerzos para reactivar el turismo están teniendo un resultado desigual. Eso se debe en parte al mosaico de normas regionales, nacionales e incluso europeas que impiden los viajes no esenciales dentro de muchos países mientras crean un vacío legal para quienes quieren pasar sus vacaciones en España.
Aunque Alemania ha prohibido todo el turismo nacional y desaconseja viajar al extranjero, el gobierno permite visitar las Islas Baleares, que tienen una tasa de contagios baja. Las reservas de vuelos y hoteles continuaron a pesar de la decepción de muchos al descubrir a su llegada que los bares y restaurantes estaban cerrados por la noche.
“En Alemania tenemos tantas normas que venir aquí se siente como libertad”, dijo Marius Hoffman, de 18 años, poco después de aterrizar en la capital del archipiélago, Palma de Mallorca, el pasado fin de semana.
David Stock, otro viajero alemán que visitó la famosa Alhambra de Granada esta semana, reconoció la paradoja de las restricciones de su gobierno combinadas con la bienvenida que brinda España a los turistas.
“Hay reglas extrañas en todas partes estos días”, afirmó Stock.
En Francia, las regiones más afectadas por el coronavirus están restringiendo la libertad de movimientos a un radio de 10 kilómetros desde casa. Esto, junto al toque de queda nocturno en todo el país y al cierre total de bares y restaurantes desde octubre, está siendo demasiado para muchos, que miran hacia el sur en busca de emoción.
De Francia parten ahora una quinta parte de todos los vuelos que aterrizan en Madrid, mientras que el análisis de itinerancia de datos móviles ha mostrado un creciente aumento de celulares franceses en la capital de España desde enero, cantidad que se incrementa durante los fines de semana.
Cuando comienza el toque de queda, muchos de los que quieren divertirse acuden a reuniones clandestinas anunciadas en grupos de mensajería. Otros reclutan a otros fiesteros de regreso a sus alojamientos turísticos. El fin de semana pasado, la policía desmanteló más de 350 fiestas ilegales con algunos de los asistentes escondidos en armarios o en otros lugares “inverosímiles”.
España anunció recientemente que ampliará el requisito de mostrar un test negativo de coronavirus, algo que ya exige para las llegadas por mar y aire, a quienes crucen la frontera terrestre desde Francia.
Pese a esto, extranjeros como Hoffman o Karel pueden volar directamente desde Múnich o Burdeos a zonas de playa o maravillas culturales en España, mientras que los españoles no pueden cambiar de región para ir a su segunda residencia o visitar a familiares.
Esto irrita a muchos, como Nuria López, propietaria de una pastelería en la capital.
“La verdad que eso no me parece bien”, afirmó López, de 45 años. “Pero por otro lado también pienso que se mueve un poco la economía aquí en Madrid y que nos hace falta”.
Como ella, muchos ven necesario impulsar una industria que en 2019 supuso el 12.5 POR CIENTO del Producto Interno Bruto del país y empleó a casi un 13 por ciento de su población activa. La suspensión casi total de los viajes internacionales, junto con el primer y restrictivo confinamiento del año pasado, hicieron que la economía se contrajese un 10.8 por ciento en 2020, la mayor caída desde la Guerra Civil, en la década de 1930.
Así que aun cuando los hospitales volvieron a llenarse después de Navidad, los políticos resistieron la presión de seguir a otros países europeos y ordenar confinamientos y cerrar escuelas o la mayoría de los negocios.
Al día de hoy, España ha evitado imponer cuarentenas a los visitantes de otros países de la Unión Europa, al contrario que la vecina Portugal, que el lunes endureció el requisito de aislamiento obligatorio para la mayoría de los que ingresan al país.
Pablo Díaz, experto en turismo de la Universidad UOC de Barcelona, dijo que la fatiga pandémica, especialmente entre las generaciones más jóvenes, y la falta de una política común europea han hecho que el “el turismo haya encontrado formas de establecer corredores directos de una forma orgánica allá donde la oferta y la demanda se unen”.
El repunte de las reservas antes de Semana Santa, “ha sido como una bocanada de oxígeno para el turismo”, afirmó. “Pero eso no significa que el sector vaya a salir de la UCI pronto, o al menos no de una forma generalizada”.