Uno de los síntomas que puede acarrear el contagiarse de COVID-19 es la pérdida temporal del gusto o del olfato, no obstante, en caso de que las secuelas continúen tiempo después de haber padecido la enfermedad, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” dio algunas recomendaciones que podrían ser de gran ayuda.
El organismo señaló a través de su canal de Youtube que una opción consiste en oler repetidamente ciertos aromas durante 20 segundos, una o dos veces al día durante tres meses.
Según el instituto, algunas opciones olfativas pueden ser aceites esenciales como: limón, rosas, clavo o eucalipto. Sin embargo, también se puede recurrir a otros que tengan algún tipo de conexión con los anteriores, los cuales podrían ser: canela, café, menta, cáscara de naranja, coco, entre otros.
Asimismo, el INCM remarcó que se pueden utilizar los otros sentidos para reforzar la experiencia olfativa. Ante esto, las personas que aún no hayan recuperado el olor de las cosas o el gusto, podrán observar o tocar la textura de las frutas o alimentos que consuma. Al igual que sentir, por ejemplo, la brisa al momento de caminar.
“El tratamiento olfativo es un ejercicio sencillo, lo puede hacer en casa y no tiene efectos secundarios. Sin embargo, siempre consulte a su médico para descartar algún problema asociado”, dijo el instituto.
Cabe recordar que, a medida que se fueron conociendo los síntomas del COVID-19, la pérdida de olfato y gusto fueron algunos de los que más llamaron la atención de la población.
La pérdida súbita del olfato, acompañada del sabor (el olfato da el 80% del sabor) se manifiesta como consecuencia de que el SARS-CoV-2 ingresa por las fosas nasales y se pone en contacto con el epitelio olfatorio. Éste es una capa formada por tres tipos de células: las células de sostén, las células basales y las células olfatorias propiamente dichas. Estas últimas se conocen con el nombre de “primera neurona” y son las únicas neuronas que se encuentran fuera del cerebro. Las primeras neuronas tienen, a nivel de las cilias de sus dendritas, un receptor, que es la estructura que termina dañada por el coronavirus.
Es un fenómeno que se vio antes en otras infecciones, tanto por virus como por bacterias, que atacan y dañan las neuronas, entre ellas la gripe. La diferencia es que el grado de incidencia que la anosmia y la parosmia tienen en el COVID-19 es más alta en comparación.
Según explicó la médica otorrinolaringóloga Stella M. Cuevas (MN 81701), ex presidente de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA), “lo que ocurre en la anosmia es que se altera el receptor que está en la célula olfatoria, que también se llama célula bipolar o nerviosa, y es la única neurona que está fuera del cerebro”.
“En el gusto lo que se altera son las células que forman las papilas gustativas, que también tienen receptores, por lo que al entrar el alimento a la boca (que puede ser dulce, salado, ácido o amargo) no se realiza correctamente el envío de la información acerca del sabor al cerebro -detalló la especialista-. Este envío se hace a través de nervios (el vago, glosofaríngeo, maxilar inferior y facial) y dado que ese receptor de las papilas gustativas está dañado por el coronavirus, la información del sabor no llega al cerebro y la persona no logra distinguir si lo que ingirió es dulce, salado, ácido o amargo”.