Casi con el primer sueldo (y quien puede, antes), uno está ya mirando coches con la idea de hacerse con el suyo. Es como un patrón aprendido que nos marca la sociedad: estudiar, trabajar, casarse, tener hijos y, por el camino, comprar un coche.
Hacerse con un vehículo te da independencia, te permite viajar y hacer muchos planes… O al menos eso es lo que esperas de él, hasta que terminas atrapado en constantes retenciones, acribillado a impuestos, letras del seguro, y la última, casi sin poder pagar la gasolina.
¿Es realmente el coche un vehículo para la felicidad? (Perdón por el juego de palabras). La adquisición de un coche es más compleja emocional y psicológicamente de lo que pensamos: es un elemento aspiracional, es estatus social y un medio de transporte que nos permite huir del caos y estrés de la urbe.
Hasta ahora, identificábamos a quien no tiene coche como alguien con pocos recursos o que no se ve capaz de conducir por diferentes cuestiones. Y este barrunto sigue siendo válido hoy en día, pero atentos, porque hay un nuevo perfil de persona que está rompiendo moldes: la que decide que no quiere seguir teniendo coche.
La felicidad de librarse del coche
Un dilatado estudio llevado a cabo por la universidad de Basilea y dirigido por la investigadora Ann-Kathrin Hess ha llegado a una sorprendente conclusión: quien opta voluntariamente por prescindir de su coche tiene, a medio plazo, más probabilidades de ser feliz que quien se aferra a él.
El estudio ha tenido en cuenta las respuestas de 10.000 personas que habían decidido vender sus coches por diferentes motivos. Como puedes suponer, en este caso, los matices son muy importantes: no es lo mismo vender tu coche porque no puedes mantenerlo que hacerlo por una convicción medioambiental o una cuestión moral.
Evidentemente, los primeros no han manifestado ser más felices, pero los segundos, los que perseguían objetivos más elevados con la venta de su vehículo, confirman que se trató de una decisión acertada. ¿Por qué quiere alguien querer vender su coche y renunciar a él?
Son varios los motivos, pero algunos los identificarás claramente:
Una cuestión económica: el combustible por las nubes y subiendo, peajes, impuestos, seguros, y toda clase de tasas vinculadas a la propiedad de un coche.
Una decisión de conciencia medioambiental: saber que al desplazarte de un punto a otro, estás perjudicando el medioambiente (no es una sospecha: es un hecho) y vivir atormentado por ello.
Una cuestión de racionalidad: en muchos casos y cada vez más, moverse en coche por las ciudades es una misión imposible que está restando buena parte del valor añadido de este vehículo. Cada vez son más las urbes que, debido a normativas medioambientales, aplican las llamadas Zonas de Bajas Emisiones, que hacen imposible la circulación por los coches de combustión por el centro de las ciudades.
Por un cambio de paradigma: ¿Por qué tenemos que poseer un coche?
El estudio es concluyente: el grueso de los participantes —salvo los primeros, los que no les quedó otra que vender sus coches por dinero—, reconocieron que habían tomado una decisión acertada. Y la siguiente cuestión es obligada: ¿Cómo se vive sin coche?
La primera derivada es económica: haz unos números rápidos y verás el descomunal ahorro al vender tu coche, o si quieres verlo de otra manera, el despilfarro de tenerlo. La segunda y mencionada en el estudio, es sorprendente: al no tener coche te ves obligado a emplear otros medios de transporte, pero esto mismo hace que cambies tu forma de vida.
Los participantes en el estudio reconocen que han cambiado sus hábitos de ocio y ahora se mueven más localmente, en el entorno de sus residencias; un cambio de planes que parece haberles sentado muy bien. ¿Y tú? ¿Serías capaz de prescindir de tu coche de forma definitiva?