El agua que hace un año inundó el Centro de Ecatepec ahogó negocios y acabó con ahorros de comerciantes que, tras perder sus locales, no recibieron la ayuda que les prometieron.
El año pasado, los establecimientos ubicados en la avenida Insurgentes cerraron las cortinas porque un río de agua negra los invadió. A un año de la inundación, los trabajadores temen los aguaceros de esta temporada de lluvias porque sus centros laborales peligran.
Donde no se ve un cambio es en el pavimento, lleno de baches, cubiertos parcialmente por cascajo. Antes de esa tromba destructora había hoyos en las calles, los mismos se mantienen.
Hoy cuatro negocios continúan con las cortinas cerradas. Los dueños prefirieron perder sus inversiones, a volver a pagar por los daños causados por las lluvias. Otros más desembolsaron dinero que tenían destinado a recuperar las pérdidas por las bajas ventas en la pandemia, para rehacerse de la mercancía que el agua dañó.
Para Alfredo, 10 años de trabajo en su tienda terminaron en menos de 15 minutos. Ese negocio de la calle Playa Azul fue el más dañado, porque el agua que descendía por la calle Las Ventas le pegaba directo.
Antes de que la avalancha ahogara a Alfredo, decidió subir a la azotea de una casa aledaña y ver caer dos muros de su establecimiento de abarrotes.
Aunque cuenta que un día después los militares llegaron a limpiar las calles, no hubo ayuda para los dueños de negocios que, como él, perdieron más de 80 mil pesos y años de esfuerzo.
Cada día de la semana y aún siete días después, trabajadores del municipio desfilaban por el Centro de Ecatepec con la promesa de que se le entregaría una ayuda económica para recobrar lo perdido.
Un par de cobijas y una despensa, que sólo alcanzó para alimentarse por dos días, fue el único auxilio que recibió. Con un préstamo que aún adeuda y la ayuda de un terreno vecino en el que ahora vende frutas y verduras, el comerciante logró reiniciar un negocio.
A diferencia de la tienda de abarrotes, una farmacia establecida de frente a la verdulería, tardó nueve meses en reabrir sus puertas. Quienes hoy trabajan en ese lugar temen a la temporada de lluvias porque, de inundarse, también quedarían en el desempleo.
Mismo caso de los trabajadores de una lavandería, ubicada en el área de estacionamiento de esa farmacia; tampoco volvieron a trabajar. Los encargados de esos negocios aseguran que no recibieron ninguna indemnización.