Noticias de Yucatán.
Liam, que es un nombre ficticio, tiene 29 años y pasó casi una década ahogado en deudas. Esta es su historia.
Cuando tenía 24 años conseguí mi primer trabajo en finanzas y estaba desesperado por encajar en ese círculo.
Mis colegas usaban trajes caros y parecían tener fondos interminables para pasar fines de semana y pagar cenas fuera de casa.
En poco tiempo, comencé a salir cuatro noches a la semana y los bares cerca de la oficina no eran baratos.
Cuando iba a la barra para comprar una ronda de bebidas para mis colegas, sudaba mientras esperaba si aprobaban mi tarjeta de crédito. No podía pensar en nada más humillante que admitir que no podía pagar.
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Tengo una deuda de £60.000 (casi US$80.000). Pensar en eso me hace sentir mal del estómago.
Mi espiral de endeudamiento comenzó cuando tenía 21 años.
Recién había salido de la universidad y como no había ahorrado dinero, utilicé mi sobregiro de unos US$1.300 (£1.000) para ayudar a financiar una pasantía no remunerada de seis semanas en una organización benéfica.
Luego me aceptaron como pasante remunerado con £12.000 (US$15.600) al año (un salario muy bajo en Londres, donde el sueldo promedio es de £37.804 (US$49.300). Al pagar el alquiler de mi habitación, apenas me quedaba para cubrir gastos de comida y viaje.
Tontamente, en lugar de ser honesto sobre mi situación con mi madre y mis jefes, solicité una tarjeta de crédito con un límite de £4.000 (US$5.200) para darme un respiro.
En mi cumpleaños 23, traté de pagar el alquiler con mi tarjeta de crédito y el pago no se realizó. Sentí un golpe duro. Había estado evitando revisar las facturas. Mirando hacia atrás, no puedo creer lo ingenuo y estúpido que fui. No tenía idea de cuánto dinero estaba gastando.
Al final, mi madre me prestó el dinero para la renta. Como maestra jubilada, ella no estaba en condiciones de financiarme y sentí que le había fallado.
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Un mes después, solicité una segunda tarjeta de crédito aunque me me propuse hacer recortes de gastos como caminar a la oficina, hacerme los almuerzos y conseguir otro trabajo en un bar.
La deuda que había acumulado, que ahora parece pequeña, se sentía insuperable por ese entonces. Pero fue muy fácil obtener una segunda tarjeta de crédito: simplemente completé un formulario en internet y fui aprobado por otros £5.000 (US$6.500) en segundos.
Apenas dormía preocupado por el dinero.
Recurrí a foros de internet donde la gente hablaba sobre sus deudas. Algunos decían lo asustados que estaban de que les sacaran sus casas, o de que sus hijos se quedarían sin ellas. Sus historias me dieron un golpe de realidad.
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No quería que mi situación volviera a lo mismo y, después de una larga charla con mi madre, donde le conté un poco pero no toda la verdad, me postulé a un trabajo en el sector bancario con un salario de £37.000 (US$48.000).
Esperaba que eso fuera el fin de mis preocupaciones con el dinero pero creo que ahí es donde realmente empezaron.
Adicción a gastar
Pagué algunas de las deudas con mi primer salario. En ese momento, mi arrendador decidió subir el precio de la renta en el departamento que compartía con dos compañeros. Ambos podían pagarlo, y yo no sabía qué hacer, así que acordamos quedarnos y desembolsar más.
Consideré mudarme a la casa de mi madre pero vivía lejos de Londres y eso habría significado renunciar a mi carrera.
Cuando tenía 26 años, mis amigos comenzaron a comprometerse. En los últimos tres años, fui a más de 15 despedidas de soltero y bodas. La más extravagante fue en Las Vegas. Los costos se salieron de control alcanzando las miles de libras.
Suena ridículo, pero en ese momento todo lo que pensé fue: "Estas personas son mis mejores amigos, ¿cómo puedo decir que no?".
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Me sentía cada vez más ansioso por mis gastos. Y en lugar de confrontarlo, conseguí más tarjetas de crédito.
Cada vez que pagaba por algo que realmente no podía pagar, como unas zapatillas nuevas, recibía una pequeña dosis de adrenalina.
Gastar dinero me hacía sentir bien, como si tuviera control sobre mi vida, cuando era exactamente lo contrario.
Cada vez que mi salario subía, mis deudas crecían igual. Las facturas sin abrir se amontonaban en mi pasillo. Perdí la pista de qué tarjetas de crédito estaban en el límite.
No me malinterpretes, me preocupaba cada vez que vencía un pago, pero era bueno ignorar la parte de mi cerebro que estaba sumando todo en silencio.
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Hace dos años, mis amigos comenzaron a comprar casas. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía seis tarjetas de crédito, algunas de ellas al límite, y un préstamo bancario.
Sabía que ya no podía vivir así y decidí que era hora de obtener consejo profesional.
Llamé a la línea de ayuda a deudores y me alentaron a hacer una hoja de cálculo de todo lo que debía.
Esa fue la primera vez que me senté y lo asimilé todo. Me tomó un domingo entero y, para cuando terminé, tenía la cabeza entre las manos tratando de no llorar.
Estaba tan avergonzado. Quería llamar a mi madre y decirle lo mal que se habían puesto las cosas, pero le había estado mintiendo durante tanto tiempo.
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Mi deuda me había dejado totalmente aislado y solo. En lugar de hablar con alguien, bebí el vodka que me habían regalado para mi cumpleaños ese año hasta que me desmayé. Creo que ese fue el día que toqué fondo.
Decidí hacer mi primer cambio y me mudé de apartamento a un lugar mucho más barato. Saqué un préstamo bancario para pagar algunas de las tarjetas de crédito.
Durante los siguientes meses comencé a controlar todo: dejé de salir en la semana y cancelé mi membresía del gimnasio.
Se sentía como despertar de un sueño. Por primera vez en unos cinco años, mis deudas no aumentaron.
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Sigo sintiendo la necesidad de hacer algunos gastos imprudentes, pero aprendí a controlarla.
Tengo la suerte de haber mantenido mi trabajo y de recibir un ascenso, de lo contrario, nunca tendría la esperanza de devolver todo esto.
Siento que mientras mis amigos avanzan en sus vidas, comprando casas, casándose, yo estoy atrapado en el limbo.
Tuve algunas experiencias increíbles, pero fueron a un precio muy alto. He financiado mi década de los 20 utilizando préstamos y créditos y sé que pasaré el resto de mi vida devolviéndolos.
Consejos si tienes problemas de deudas
1. Haz una hoja de cálculo honesta de cada uno de tus ingresos y gastos: esto te ayudará a decidir si puedes recuperarte haciendo recortes diarios o si se requieren acciones más serias.
2. Si está pidiendo prestado efectivo para cosas esenciales, como alimentos, explica tu situación a tu prestamista y pregúntale si puedes cambiar a pagos mensuales más bajos; es posible que estén dispuestos a negociar.
3. La clave es priorizar tus deudas: primero ocúpate de los impuestos municipales y servicios públicos, luego asegúrese de cubrir cada reembolso mínimo. Después de eso, paga la mayoría de los préstamos con los intereses y cargos más altos.
4. Busca formas de reducir tus gastos, como cambiar de supermercado, de proveedor de facturas o caminar en lugar de conducir, cuando sea posible.
5. Si no puede cubrir los pagos mínimos de tu deuda o el alquiler y las facturas, considera hablar con un asesor en deudas.
Fuente: StepChange y National Debtline de Reino Unido