Noticias de Yucatán
Miami, Fl. - Las leyendas no tienen que resultar
veraces sino verosímiles, y, sobre todo, tienen que ser bellas, aterradoras, o
al menos sorprendentes. Por ejemplo: el astrólogo Geoffrey of Meaux predijo en
1345 que un eclipse de 3 horas, 29 minutos y 54 segundos anunciaba una plaga
que duraría más de tres años. Tres años después, la peste negra barrió Europa.
Con este precedente, ¿cómo no temer el eclipse solar que el próximo 21 de
agosto recorrerá Estados Unidos durante casi tres minutos? Cierto es que
el eclipse de 1345 fue lunar, que por entonces no existían relojes con los que
medir el tiempo con tanta precisión, y que, en fin, la plaga fue causada por
una bacteria. Pero si algo provocan los eclipses son leyendas, y ¿cómo matar
una leyenda? Mejor disfrutarlas: he aquí las catástrofes asociadas en el pasado
a eclipses. Disfrutemos, no vaya a ser que el fin del mundo se avecine.
El primer eclipse solar registrado tuvo lugar el 3
de mayo del año 1375 antes de Cristo y duró casi tres minutos. Quedó
constancia en un tablilla de barro hallada en 1948 en las ruinas de la ciudad
de Ugarit (ahora en territorio sirio), que decía: “En el día de la luna nueva,
en el mes de Hiyar, el Sol fue avergonzado y se puso de día, con Marte
presente”. La ciudad fue destruida en el cenit de su vitalidad por el misterioso Pueblo del Mar,
según narra el historiador Michael C.
Astour, y sus habitantes fueron masacrados o tuvieron que abandonar
sus hogares prácticamente de la noche a la mañana y para siempre.
Según un estudio dirigido
por el paleoecólogo David Kaniewski, esta civilización desapareció alrededor
del año 1190 antes de Cristo. Mucho después del eclipse, pues. ¿O no? Un
estudio publicado en la revista científica Nature retrasa
el eclipse un siglo y medio, hasta el 5 de marzo del año 1223. Si fue un
vaticinio, en cualquier caso, se cumplió con efecto retardado.
El 15 de junio del año 763 antes de Cristo se
produjo un eclipse solar de cinco minutos, que una tablilla asiria vincula con
la insurrección de la ciudad de Ashur (ahora en territorio iraquí). La
Biblia recoge este
relato sobre el eclipse: “Aquel día –oráculo del Señor– yo haré
que el sol se ponga al mediodía, y en pleno día cubriré la tierra de tinieblas;
cambiaré sus fiestas en duelo y todos sus cantos en lamentaciones; haré que
todos se ciñan un sayal y que se rapen todas las cabezas; haré que estén de
duelo como por un hijo único, y su final será como un día de amargura”.
El 21 de marzo del año 424 antes de Cristo hubo
un eclipse anular de casi cinco minutos, que el historiador griego Tucídides
menciona así: “En los primeros días del siguiente verano, hubo un eclipse de
sol cuando había luna nueva, y al principio del mismo mes un terremoto”. Así
aparece en su Historia de la Guerra del Peloponeso, un conflicto entre
Atenas y Esparta que duró más de dos décadas, tiempo suficiente para que
Tucídides registrara al menos un eclipse solar más. Sin embargo, el único del
que queda constancia que provocó consecuencias en el conflicto fue uno de luna
que sorprendió a los atenienses.
El 24 de noviembre del año 29 y el 19 de
marzo del año 33 se produjeron sendos eclipses de sol que podrían
coincidir con el relato bíblico de la crucifixión de Jesucristo. Así consta en el
Evangelio según San Marcos: “Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las
tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: ‘Eloi, Eloi, lamá
sabactani’, que significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
En el Evangelio según San Mateo aparece un relato similar: “Desde el mediodía
hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región”. En el
Evangelio según San Lucas se dice: “Era alrededor del mediodía. El sol se
eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde”. El
nacimiento de Mahoma vino precedido también por un eclipse, el 24 de
noviembre del año 569; y otro marcó la muerte de su hijo Ibrahim el 27 de
enero del año 632.
El 30 de abril del año 59 se produjo un eclipse
de menos de dos minutos que el historiador romano Tácito recoge así en sus
Anales: “Entonces el sol se oscureció de repente y 14 distritos de la ciudad
fueron golpeados por rayos”. Pero esos y otros “portentos” que ocurrieron en
“rápida sucesión”, según el
historiador, “no significaron nada”, “no ocurrieron por designio de
la providencia”, puesto que, añade, “por muchos años después Nerón prolongó su
reinado y sus crímenes” en Roma.
El 5 de mayo del año 840, un eclipse de más de cinco
minutos precedió la firma del Tratado de Verdún, que dividió el Imperio
Carolingio tras la muerte de Carlomagno y la guerra posterior por sus
territorios.
El 2 de agosto de 1133 tuvo lugar un eclipse de
cinco minutos que, según indica la NASA, aparece en las crónicas anglosajonas como
un augurio de la muerte del rey Enrique I de Inglaterra, acaecida un año y
medio después: “El día se oscureció sobre todas las tierras, y el sol era todo
como si fuera una luna vieja de tres noches, y las estrellas sobre él a mediodía.
Los hombres estaban muy asombrados y aterrorizados, y dijeron que un gran
evento estaba por venir. Y así fue, porque ese mismo año murió el rey”. El
historiador William of Malmesbury cuenta que además, se produjo un terremoto
enorme “que parecía que la tierra se hundía totalmente”.
El 17 de abril de 1912 el sol se eclipsó… dos
segundos… y dos días después de que el trasatlántico RMS Titanic se hundiera en
las aguas del Atlántico Norte, llevándose la vida de 1.517 pasajeros. Siete
años más tarde, el 29 de mayo de 1919, Arthur Eddington utiliza un eclipse
de siete minutos para demostrar la Teoría de la Relatividad, enterrando el reinado de
Isaac Newton y convirtiendo a Albert Einstein en una celebridad de la noche a
la mañana.
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