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Frente a los intereses económicos de las multinacionales que explotan de forma indiscriminada los recursos naturales de la región amazónica, la Iglesia defiende los derechos de las poblaciones locales sobre la propiedad de sus tierras, de las cuales están siendo expulsados ante la presión de las actividades madereras y mineras.
Así se señala en el Documento Preparatorio para el Sínodo de los Obispos sobre la Región Panamazónica que, con el tema “Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, se llevará a cabo en octubre de 2019.
En el documento, hecho público por el Vaticano este viernes 8 de junio, se subraya que el objetivo es “escuchar a los pueblos indígenas y a todas las comunidades que viven en la Amazonía, como los primeros interlocutores de este Sínodo”.
Se explica también que la Iglesia está estudiando nuevos caminos de evangelización en la Amazonía en los que la dimensión social y ecológica tendrán un papel predominante junto con la dimensión sacramental y eclesial-misionera.
A lo largo de todo el documento, se insiste en que la misión de la Iglesia es ponerse del lado de los que sufren las injusticias de un neo colonialismo que se produce mediante la acción indiscriminada de los grandes intereses económicos que se traducen en la tala indiscriminada de la selva, la minería y el tráfico de drogas que produce la expulsión de los pueblos amazónicos. Este Documento Preparatorio está dividido en tres partes: ver, discernir y actuar.
Ver
En esta primera parte del documento, se pone de relieve la riqueza ecológica y humana de la región de la Amazonía, que acoge “una de las mayores reservas de biodiversidad (30 a 50 % de la flora y fauna del mundo), de agua dulce (20 % de agua dulce no congelada de todo el planeta)”. “Son más de siete millones y medio de kilómetros cuadrados, con nueve países que comparten este gran bioma (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela y la Guyana Francesa)”.
En este delicado contexto medioambiental conviven pueblos y culturas muy diferentes, cuyas actividades humanas deben coexistir con el frágil equilibrio ecológico en el que se desarrollan. En la Amazonía se distinguen dos tipos de población: las que ocupan los márgenes del río, que dependen de los recursos hídricos para su supervivencia, y los pueblos indígenas del interior de la selva, recolectores y cazadores.
En los nueve países que componen la Panamazonía se registra una presencia de alrededor de tres millones de indígenas, representando alrededor de 390 pueblos y nacionalidades distintas. Además, hay entre 110 y 130 distintos Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, también llamados “pueblos libres”.
Toda esta riqueza ecológica y cultural está hoy amenazada por los grandes intereses económicos que se han asentado en diferentes puntos de la región para explotar sus recursos naturales, se lamenta en el documento.
La tala indiscriminada de la selva, la contaminación de los ríos, lagos y afluentes por actividades agrícolas industrializadas, el derrame de petróleo, la minería, tanto legal como ilegal, y la producción de drogas son las principales amenazas a las que se enfrenta la selva amazónica.
Las actividades, legales e ilegales provocan un desplazamiento de población desde áreas rurales y de selva a las grandes ciudades, que cada vez crecen a un ritmo más acelerado.
Como resultado, en esas ciudades está aumentando la desigualdad y la pobreza que afecta, sobre todo, a estas poblaciones ribereñas y pueblos indígenas obligados a abandonar sus contextos socio-culturales. En las ciudades deben hacer frente a discriminación, xenofobia, abusos de poder, esclavitud sexual, drogas y alcohol.
Ante esa situación, “proteger a los pueblos indígenas y sus territorios es una exigencia ética fundamental y un compromiso básico con los derechos humanos; y para la Iglesia se torna en un imperativo moral coherente con el enfoque de ecología integral de Laudato si’”.
Discernir
En el documento se destaca que la evangelización en el Amazonas debe tener una dimensión social, una dimensión ecológica, una dimensión sacramental y una dimensión eclesial-misionera.
En cuanto a la dimensión social de la evangelización en la región amazónica, se señala que “evangelizar implica comprometerse con nuestros hermanos y hermanas, mejorar la vida comunitaria, y así hacer presente en el mundo el Reino de Dios, promoviendo por y para todo el mundo no una caridad a la carta, sino un verdadero desarrollo humano integral, es decir, para todas las personas y para toda la persona”.
“El evangelizador debe promover proyectos de vida personal, social y cultural mediante los cuales podamos nutrir la integralidad de nuestras relaciones vitales con los demás, con la creación y con el Creador”.
En esa evangelización, se debe poner de relieve que “la Iglesia está llamada a acompañar y a compartir el dolor del pueblo amazónico, y a colaborar con la sanación de sus heridas”.
Este anuncio del Evangelio en el Amazonas también debe tener, de forma ineludible, una dimensión ecológica, poniendo el valor “el vínculo intrínseco entre lo social y lo ambiental”.
Por lo tanto, “el proceso de evangelización de la Iglesia en la Amazonía no puede ser ajeno a la promoción del cuidado del territorio (naturaleza) y de sus pueblos (culturas). Para ello, necesita establecer puentes que puedan articular los saberes ancestrales con los conocimientos contemporáneos”.
En el documento se hace hincapié en que las poblaciones que habitan el Amazonas “deben ser reconocidos como sus genuinos custodios, y hasta propietarios”.
Sobre la dimensión sacramental, el documento recuerda que “la comunidad cristiana, especialmente en la Amazonía, está invitada a ver la realidad con una mirada contemplativa mediante la cual pueda captar la presencia y la acción de Dios en toda la creación y en toda la historia”.
En cuanto a la dimensión eclesial-misionera, el documento destaca que “un enfoque misionero en la Amazonía requiere más que nunca un magisterio eclesial ejercido en la escucha del Espíritu santo que garantiza unidad y diversidad”.
Además, resalta la necesidad de “acompañamiento y presencia de pastores” para atender “el sentido religioso de la Amazonía”.
Actuar
En este último apartado, en el documento se indica que uno de los principales retos del Sínodo será la búsqueda de “nuevos caminos para hacer crecer el rostro amazónico de la Iglesia y también responder a las situaciones de injusticia de la región, como el neocolonialismo de las industrias extractivistas, los proyectos de infraestructuras que dañan su biodiversidad, y la imposición de modelos culturales y económicos ajenos a la vida de los pueblos”.
En su labor evangelizadora en el Amazonas, “la Iglesia está llamada a profundizar su identidad en correspondencia con las realidades de su propio territorio y a crecer en su espiritualidad escuchando la sabiduría de sus pueblos”.
Durante la preparación para el Sínodo, “se buscará identificar experiencias pastorales locales, tanto positivas como negativas, que puedan iluminar el discernimiento para las nuevas líneas de acción”.
En el documento se insiste en que “se requiere una espiritualidad de comunión entre los misioneros autóctonos y los que vienen de fuera, para aprender juntos a acompañar a las personas, escuchando sus historias, participando de sus proyectos de vida, compartiendo su espiritualidad y asumiendo sus luchas”.
Por último, el documento preparatorio del sínodo finaliza pidiendo afirmando que “una Iglesia con rostro amazónico implica, para los misioneros, la capacidad de descubrir las semillas y frutos del Verbo ya presentes en la cosmovisión de sus pueblos. Para esto, es necesario una presencia estable, de conocimiento de la lengua autóctona, de su cultura y de su experiencia espiritual. Solo así la Iglesia hará presente la vida de Cristo en estos pueblos”. Fuente Aciprensa