En medio del ir y venir de la gente en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Rosalba Contreras lucha por no soltar una lágrima. “Mamá, no llores”, le dice Ana Lucía con la inocencia de una niña de tres años que no sabe la odisea que está a punto de emprender.
El día de ayer, alrededor de las 10 de la noche, un avión comercial la llevó a Europa con la esperanza de que esta pequeña pueda encontrar un tratamiento para la leucemia aguda que le detectaron en 2019. Para ella, en México se acabaron las opciones: no sólo desde hace cuatro meses le dejaron de dar medicamentos fundamentales, sino que en junio, en el Hospital 20 de Noviembre de la Ciudad de México, tuvo un shock anafiláctico derivado de un lote de mala calidad de L-Asparaginasa.
Con tal de salvar la vida de la niña, sus padres han tenido que deshacerse de muchas de sus pertenencias, entre éstas sus dos carros. Con rifas y ventas recaudaron parte de los recursos necesarios, además de que pidieron varios préstamos para solventar el viaje a Zúrich, Suiza.
Walter Rupprecht, padre de Ana Lucía, es quien acompaña a la pequeña. Él tuvo que dejar su vida de profesor en Cuautla, Morelos, para buscar acceder a los nueve esquemas de quimioterapia de los que se disponen en Suiza y que podrían adaptarse a la condición que tiene su hija.
En su último día en la capital, Ana Lucía vistió un pantalón de mezclilla, una chamarra rosa, un gorro del mismo tono con blanco y unas botas cafés. Con sus manos apretó fuertemente un oso de peluche blanco y, por momentos, repitió las mismas palabras que su papá dijo en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Nos vamos porque en México no nos quisieron ayudar. Desde el mes de septiembre hemos estado esperando medicamento para nuestra hija y ahora nos vemos obligados a buscar otras opciones”, dice Walter Rupprecht.
Calcula que gastará alrededor de 11 mil pesos mensuales en el tratamiento de su hija en Zúrich, por lo que tendrá que pedir algún apoyo económico al gobierno de ese país; él confía en el hecho de que tener la nacionalidad suiza le pueda ayudar a conseguir el respaldo de esa nación; sin embargo, relata que ya lo intentó el año pasado y fracasó.
“Parece que no soy demasiado suizo”, dice Walter Rupprecht, quien sólo tiene recursos para sobrevivir dos meses en Suiza y para que su hija se pueda curar requiere estar en ese país casi dos años.
Mientras Ana Lucía y Walter Rupprecht viajan, Rosalba Contreras tendrá que quedarse en México prácticamente con el alma en un hilo, pues hasta el momento la Secretaría de Educación de Morelos no le ha autorizado que pueda dejar su empleo de profesora para viajar junto a su familia.
Por ese motivo, la madre de la pequeña hace un llamado para que las autoridades educativas de ese sector e incluso el gobierno federal le puedan ayudar a viajar y estar junto a su hija. Sabe que la enfermedad de Ana Lucía es mortal y se requiere una intervención inmediata para que pueda seguir viviendo.
Recuerda que desde el año pasado incluso acudió a la Cámara de Diputados para solicitar medicamentos, más médicos para el área de hematología del Hospital 20 de Noviembre, así como un mayor espacio para los menores de edad; sin embargo, no se ha logrado.
Debido a que en México no pudieron conseguir medicamentos, los padres de Ana Lucía aseguran que en este tiempo debieron pagar alrededor de 700 mil pesos para importar medicamentos especiales que sean a prueba de la alergia que la niña padece desde el mes de junio del año pasado.
Y aunque la familia está hasta el cuello de las deudas que ha adquirido, el padre y la madre de la pequeña están seguros de que harán cualquier cosa para salvar la vida de su hija.
Mientras Walter y Rosalba relatan todo lo que han sufrido en nuestro país con los medicamentos para el cáncer, la pequeña Ana Lucía dice que “echaré de menos a mami”, todavía inconsciente de la gran distancia que recorrerá para intentar salvar su vida.
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El 20 de enero de este año Héctor de Mauleón, columnista de esta casa editorial, reveló la historia de Ana Lucía en su columna “El gobierno de AMLO la abandonó”; sin embargo, días después el presidente Andrés Manuel López Obrador rechazó que su administración no haya atendido a esta niña.
Horas antes de abordar su avión, el padre de la niña señaló: “el Presidente estaba mal informado. Nosotros nunca hemos atacado su gobierno y le hemos pedido su apoyo porque mi bebé necesita ese medicamento para su esquema de quimioterapia”.
Walter Rupprecht también insiste en que es mexicano, pues también había quedado en tela de juicio su nacionalidad. “Somos mexicanos, nacidos aquí. Orgullosamente yo soy de Colima y ella [Rosalba Contreras] es de Morelos. Mi padre era suizo y es por él que tengo la doble nacionalidad”, afirma.