La relación entre Estados Unidos y China se está transformando rápidamente en una de rivalidad a otra de abierta y explícita confrontación. Esa transformación le va a impedir al Sur Global y particularmente a América Latina continuar pasando de agache en el intento de hacer carambola a tres bandas. Una lectura desacertada de esta situación, en especial para un país como Colombia, iniciando un nuevo gobierno comprometido con un giro político fundamental, podría tener efectos nefastos en nuestro proceso de inserción internacional.
La célebre política estadounidense de ambigüedad estratégica hacia China, una política que reconoce la existencia de una sola China y simultáneamente mantiene relaciones cercanas en escenarios no diplomáticos con Taiwán, mantuvo hasta ahora un cierto equilibrio que le ha permitido al mundo vivir sin el temor de que la tirantez entre las dos potencias se transforme en un conflicto armado. La visita de Nancy Pelosi -cabeza de la Cámara de Representantes estadounidense- a Taiwán la semana que termina es el último en una serie de eventos que amenazan con romper las escasas y cada vez más tenues áreas de convergencia y colaboración entre los dos países más poderosos del planeta.
China interpretó dicha visita como una agresión y una provocación que traspasaba el límite de lo tolerable. Este acto es aún más ofensivo para el liderazgo chino si se tiene en cuenta que Xi Jinping está a pocos meses de un congreso de su partido en el que pretende re-elegirse para un tercer período. Por todo esto Beijín reaccionó con vehemencia. A dos días de la llegada de Pelosi, puso en marcha una serie de ejercicios militares alrededor de la isla que ya amenazan con convertirse en bloqueo. Como lo confirma el mapa de The Economist, la respuesta en esta ocasión ha sido la más contundente desde la de la última crisis que llevó a Clinton a desplegar barcos de guerra en el Estrecho de Taiwán.
Así las cosas, el statu quo, ese tenso equilibrio entre los dos países, está empezando a resquebrajarse. La guerra en Ucrania está íntimamente vinculada con esta situación: China cree que Washington está intentando prevenir que la agresión de Rusia a Ucrania se repita en el caso de China y Taiwán (y algo de razón tiene). Un acto tan protuberante para disuadir un ataque amenaza el principio que siempre ha sostenido China de que se reserva la utilización de cualquier instrumento que sea necesario para avanzar sus planes de reunificación. Pero el efecto generado por la visita de la Pelosi puede ser, paradójicamente, no disuasivo si no todo lo contrario, logrando que China y Rusia se acerquen aún más y ello solo terminaría de deteriorar la ya frágil situación de Washington en el escenario global.
La tensión puede traducirse también en una intensificación del plan chino de acercarse al Sur Global para erosionar el poderío estadounidense y allí es donde América Latina entra en escena. Hasta ahora, los latinoamericanos (con variaciones) han jugado billar impunemente—acercándose a China con alguna cautela y manteniendo una relación cordial con Washington—pero entre más se intensifiqué el conflicto, habrá menos margen de maniobra para este tipo de estrategia. La tolerancia de Washington con los acercamientos a China se va a reducir dramáticamente y los costos de la ambivalencia se van a incrementar.
Este año, en abril, China reveló su Iniciativa de Seguridad Global, un intento por gestar un orden global funcional a sus intereses y por crear un espacio para aumentar su número de socios internacionales. Todo parece indicar que China también quiere ser policía del mundo. En este sentido, su interés en América Latina dejó de ser puramente comercial y prueba de ello es que en agosto de este año, Venezuela será el anfitrión de una competencia de francotiradores que hace parte de un ejercicio militar liderado por Rusia en el hemisferio Occidental y en el que participarán China, Rusia, Irán y otros 10 países. Foreign Affairs ha denominado esto un show of force contra Estados Unidos.
Todo parece indicar que el espacio para el pragmatismo sin consecuencias y para la diversificación de los vínculos con las potencias internacionales se está cerrando y América Latina tendrá que tomar decisiones contundentes y difíciles. Los ojos de Washington están puestos sobre el nuevo gobierno colombiano y sus aliados de izquierda en la región.