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Los enfermeros se sienten sofocados, usan equipo de protección que no les permite cambiarse durante horas; equipo que en la mayoría de los casos ellos mismos compran para contar con caretas. Además, el personal de salud ha optado por rentar cuartos para no contagiar a sus familias.
José Pérez León, seudónimo que él mismo elige por una canción de “Los Tigres del Norte”, es enfermero del ISSSTE y dice que hay miedo.
¿A qué? Miedo a morir.
Otra realidad
José trabaja en el Hospital Presidente Juárez del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la ciudad de Oaxaca.
Expansión Política documentó cómo los trabajadores de este hospital tuvieron que acudir a la autoridad para que les dieran equipo de protección y aunque sí la recibieron, no es suficiente.
No da su nombre real porque dice que quienes se han atrevido a denunciar las anomalías del sector salud enfrentan a represalias, por ejemplo, no son promovidos en su trabajo.
Cuenta que la mayoría del personal médico recibió gogles, batas y cubrebocas KN95 que no fueron diseñados para uso médico.
“Todo el material nos lo dieron después del amparo. El filtro es la diferencia, lo que pasa es que los KN95 sí funcionan, pero se usan más a nivel industrial, para aerosoles, en cambio, el cubrebocas N95, de máxima seguridad, trae un filtro y su función es que uno no se sofoque, porque cuando uno se pone ese cubrebocas, se pone los gogles, la careta, sientes que te asfixias, porque es tanta la opresión. El N95 trae un filtro y permite la entrada de aire”.
La realidad, para él, es otra diferente a la que se cuenta en las conferencias nocturnas a nivel nacional.
“Lo que dice el subsecretario (Hugo) López-Gatell en la conferencia es una cosa y la realidad es otra. En el caso de los protocolos de actuación, de nosotros, el equipo de protección personal, de todos los hospitales se asignó un área especial para atender a los pacientes con coronavirus. El área ya está con ventiladores, el problema es que no hay equipos de protección personal”, explica.
Seis horas asfixiantes
Como enfermero, José cree que a las autoridades no les interesan como personas, solo buscan que cumplan con su trabajo.
Él gana ocho mil pesos al mes, pero invierte mil pesos en la renta de una casa cercana al hospital, en las caretas y el overol, que no le dan en el hospital y que es importante para reducir el riesgo de contagio. Casi mil pesos más a la semana.
“Yo he comprado el overol, la careta N95, ¿por qué? A las autoridades no les interesamos como seres humanos, a ellos les interesan que saquemos el trabajo, como sea, pero no les importa nuestra seguridad personal”, afirma.
Médicos compran su propio material e improvisan ante casos de coronavirus
De hecho, el material que les brinda tienen que alcanzar para todo el turno. Eso significa más de seis horas sin ir al baño, sin tomar agua.
“Es algo criminal, uno tienen que aguantarse las ganas de orinar hasta seis horas y ocho horas. Y sin tomar agua, porque cuando se entra en contacto y se está en la zona de COVID-19 ya no se puede quitar el goggle. No, eso no se puede. Es hasta que termine tu turno, seis horas y media, siete horas, Sin tomar agua y sin orinar”, narra.
‘No sabemos qué va pasar’
Al trabajar del ISSSTE le preocupa lo que va a pasar, cuando se sature el hospital.
Cuenta que, aunque desde el gobierno federal se afirma que se abrieron nuevas convocatorias para que llegue más personal, él no ha visto a nadie.
Muchos de sus compañeros, casi el 40% de la plantilla, fueron retirados de sus actividades por ser considerados población de riesgo.
“Estamos trabajando sin armas y muchos no queremos entrar. Hace dos semanas le comenté a mi supervisora que estaba preocupado, porque ellos no nos iban a dotar de material y ella nos dijo es lo que hay y usted sabe si no viene a trabajar, si se va de incapacidad, si justifica su falta’”.
Él como muchos de sus compañeros asiste al hospital en horarios alternados, pero teme que cuando haya más pacientes, sobre todo los intubados que necesitan un enfermero cada uno, tenga que haber mayor rotación.
“A nosotros nos van programando bajo un rol. Todo el personal de base va a trabajar con estos pacientes, también llama la atención que el gobierno hizo la contratación para atender esos casos, pero en el hospital no ha llegado nadie de personal de apoyo para estos casos. Muchos de nosotros vamos a trabajar, pero estamos rentando cerca del hospital y no nos vamos a nuestras casa, por lo mismo, por el miedo de contagiar a nuestra familia, a nuestros hijos, porque no sabemos qué vamos a pasar”.
Miedo a morir y discriminación
“Todos tenemos miedo, ¿miedo a qué? Miedo a morir”, dice José, cuando cuenta que no recibieron una capacitación adecuada, que quienes les informaron fueron sus mismos compañeros sobre medidas de cuidado y precaución.
Al miedo por el futuro y por contagiar a sus familias está también la discriminación que viven cuando caminan por la calle.
José la ha sufrido dos veces. Primero, cuando regresó a su comunidad, uno de sus vecinos le tomó una fotografía y la compartió en redes sociales, acusándolo de poner en riesgo a la población por no ‘quedarse en casa’. Dejó de ver a su familia desde entonces para evitar que incidentes volvieran a ocurrir.
Cerca del hospital le volvió a ocurrir. Iba con su uniforme. Un señor le gritó: “ahí va el coronavirus, por eso se aumentan los casos”.
Pero dice que él sí sabe lavarse las manos y que sí toman las precauciones de prevención.
“Esa es una historia mía. Hay más historias en el hospital. A una compañera le pegó un hombre y tuvo un esguince cervical. Lo más triste es que nadie se metió a defenderla. Nosotros optamos mejor por llegar de ropa civil. Es muy desagradable todo esto”.