La campaña por la candidatura presidencial de Margarita Zavala languidece. Sin poder en el PAN, se refugia en burocracias que añoran la nómina. Inunda los medios con entrevistas obsequiosas, pero no esboza ni una sola idea. Como la esposa de Javier Duarte, repite como mantra “merezco ser candidata”, pero aburre hasta a sus empleados. Por eso irrumpe Felipe Calderón, su marido, para evitar el desastre.
El anuncio de Calderón, hoy lunes, de que donará su pensión de 205 mil pesos al mes a una asociación que trabaja con niños con cáncer no es un repentino acto de congruencia, sino una maniobra mediática, como la filtración de una fotografía paseando por el supermercado.
Lo congruente sería que Calderón ya no reciba las prestaciones de lujo que literalmente no tiene ni Obama, ni se sirva de 19 funcionarios que cobran, en conjunto, 820 mil pesos al mes y que ya no sea custodiado ni transportado por vehículos y soldados del Estado Mayor Presidencial (EMP), un privilegio del que también goza su esposa Margarita Zavala.
La semana pasada, Calderón se hizo la víctima del gobierno de Cuba por negarle la entrada para asistir a un asunto que concierne sólo a los cubanos y, con una amplia campaña de entrevistas, alebrestó a los burócratas de su gobierno y los reunió con su esposa, el sábado 25, en el World Trade Center.
Pero lo que Cuba le hizo fue exactamente lo que él hizo también luego de que, en mayo de 2006, avaló la represión por parte del gobernador Enrique Peña Nieto y el presidente Vicente Fox en San Salvador Atenco, Estado de México, donde hubo dos jóvenes muertos, más de 200 detenidos, decenas de torturados y mujeres víctimas de agresión sexual.
Era candidato presidencial del PAN cuando festejó la expulsión de cinco ciudadanos de otros países: “Es sorprendente que haya extranjeros metidos en este asunto; es para ir a investigarse perfectamente, porque me parecería inaceptable una intervención de extranjeros en cosas de mexicanos.”
Y luego, ya en el poder, Calderón mantuvo la prohibición para que las españolas Cristina Valls y María Sortres, la alemana Samantha Dietmar, así como los chilenos Mario Alberto Aguirre y Valentina Larissa Palma, no pudieran ingresar a México hasta que, en abril de 2009, un amparo invalidó la orden del Instituto Nacional de Migración (INM), que no comprobó los actos que les imputó para expulsarlos.
Ahora Calderón se cree inclusive la rencarnación del libertador Simón Bolívar: “Anhelo y me comprometo a luchar para que un día todos los latinoamericanos podamos vivir en libertad, justicia y democracia”.
Calderón, después de amagar con renunciar al PAN, ya hasta asiste a las reuniones de su partido, como a la sesión de la Comisión Permanente, el jueves 23, que ungió a Josefina Vázquez Mota como candidata a gobernadora del Estado de México, a quien él mismo confesó que la abandonó en 2012, cuando fue candidata presidencial.
Pero no fue para respaldar a Vázquez Mota, a quien detesta, sino para argumentar que si ésta fue designada porque aparece en las encuestas como la más competitiva, entonces por la misma razón el PAN debe postular a Margarita Zavala como candidata presidencial y no, como lo pretende Ricardo Anaya, tras una elección interna con un padrón adulterado.
Lo curioso es que, en 2005, Calderón rechazó que el candidato presidencial del PAN fuera seleccionado con base en encuestas, porque jamás hubiese ganado ante Santiago Creel.
Calderón se subió también a la diatriba entre Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, también por pragmatismo: Aunque el expriista fue operador electoral en el fraude contra Creel, en la elección interna de 2005 –que quedó impune– y luego en 2006, ahora juega con Anaya y trata de llevarlo al redil de Margarita, su mujer, con todo su catálogo de suciedades.
La irrupción pública de Calderón en los días recientes no es porque estuviera ausente de la campaña de Margarita Zavala –siempre ha sido el orquestador, junto con otros parientes–, sino porque está desesperado de que ella por sí misma no genere el más mínimo entusiasmo.
Lo positivo de que Calderón asome la cabeza para tratar de levantar la marchita imagen de Margarita Zavala es que aclara quién es el que manda en esa campaña y si, llegado el momento, los mexicanos están dispuestos a reelegir a un hombrecillo de tan infausta gestión.
Por cierto, para Calderón Enrique Peña Nieto no existe: Ni su corrupción ni su incompetencia. Nada.