Noticias de Yucatán
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Sin hacer a un lado la responsabilidad de los padres, que están obligados a proteger a sus hijos y evitar la ingesta de alcohol en el ámbito familiar, Víctor Roa Muñoz, director del Centro de Integración Juvenil, y Fernando Pérez Castillo, director de la Federal N° 6, advierten que la cercanía de los establecimientos que venden bebidas embriagantes con las escuelas es un factor que incide en el aumento del alcoholismo entre los menores.
“Es un factor de riesgo”, dice Roa Muñoz. “Sobre todo a partir de la secundaria: no es raro ver chavos que al salir de la escuela compran cerveza valiéndose de un adulto o de otras mañas”.
El director del CIJ narra un caso en el que profesores de la Universidad Tecnológica tuvieron que salir a pedirles a los encargados de un establecimiento que dejaran de venderles licor a los alumnos, porque llegaban “tocados” al salón o de plano no entraban a clase.
“Si el reglamento no funciona hay que modificarlo, ajustarlo a la realidad”, añade. “Vemos cómo se consume alcohol en la vía pública y a plena luz del día, pese que la ley lo prohíbe”.
“Si no se puede inhibir la inversión habría que buscar mecanismos efectivos para ser congruentes con una realidad que estamos viviendo”, sentencia.
A la falta de suficientes inspectores -según Rogelio Rivero Escalante, subdirector de Control y Fomento Sanitario de la SSY, sólo hay 10 ó 12 para todo el Estado- los ciudadanos tenemos que denunciar, hasta que la autoridad actúe, dice.
Para el profesor Pérez Castillo, una cantina, un expendio de licor cerca de una escuela es un atentado contra los niños y los jóvenes. “El problema no es sólo la cercanía: si un muchacho, incluso de secundaria, llega a alguno de estos establecimientos y pide una bebida alcohólica, se la venden”, afirma.-