Noticias de Yucatán
Resultó que son los sentimientos, y no el nihilismo, los culpables de que vacíes tu refrigerador en una película.
Comer parece algo totalmente natural mientras miras
cualquier película. Tu cine local está ganando una fortuna con las palomitas y
el queso extra. Lo que probablemente no sepas es que el tipo o la cantidad de
comida que te comes dependen de la película que tengas enfrente.
Es posible que te hayas terminado accidentalmente un
paquete entero de Oreos mientras veías The Notebook, pero, ¿a quién
le importa? Bueno, a los científicos. Como es usual, esos lindos y pequeños
científicos con tubos de ensayos y batas blancas han venido al rescate, dándose
cuenta del razonamiento detrás de las cosas que ni siquiera sabíamos que tenían
toda una ciencia detrás.
Esta vez fue el animado
equipo de investigadores del Laboratorio de Comida y Marcas de la Universidad
Cornell el que monitoreó los hábitos alimenticios de personas
que estaban mirando Love Story (unas personas se enamoran y luego una
de ellas muere) o Sweet Home Alabama (una comedia romántica en la que
Reese Whiterspoon anda atrás de dos tipos). El grupo que miró a Ali MacGraw
morir lentamente comió 28 por ciento más palomitas que el grupo que miró a
Reese redescubrir sus adorables raíces sureñas.
Para complementar el proyecto, el equipo de
investigadores también analizó la información recolectada del fin de
semana del día de Acción de Gracias en siete ciudades de Estados Unidos y
encontró más evidencia para comprobar su teoría de que nos comemos los
sentimientos. Los cinéfilos que miraron Solaris —un drama estresante de
ciencia ficción de 2002— comieron 55 por ciento más palomitas que los que se
sentaron a ver My Big Fat Greek Wedding.
Un estudio
similar del año pasado —también conducido en Cornell— encontró
efectos similares de los thrillers de acción. Aparentemente, estar en el borde
de tu asiento también te lleva hasta el fondo de tus palomitas. Los
investigadores ofrecieron golosinas, galletas, zanahorias y uvas a 94
estudiantes mientras veían 20 minutos de un video. Una tercera parte de los
participantes vieron parte de The Island, la película de acción de
2005 con Scarlett Johansson; otro tercio miró el mismo clip pero sin sonido; y
un tercer grupo miró el programa de entrevistas de Charlie Rose en PBS.
Los grupos que vieron The Island comieron casi
el doble que el grupo que vio a Charlie Rose, incluso el grupo que lo miraba
sin sonido. En promedio los que vieron The Island consumieron un
promedio de 354 y 314 calorías (con y sin sonido respectivamente), mientras que
los que vieron a Charlie Rose consumieron 215. Lo siento, PBS, y gracias por no
dejarnos comer hasta la muerte.
Los investigadores creen que el alto nivel de distracción
—Cosas brillantes, tetas y explosiones— en las películas de acción reducen la
cantidad de atención que los sujetos ponen en lo que se llevan a la boca. El
comer sin pensar está verdaderamente en su punto máximo en una habitación a
oscuras con Will Smith frente a ti y una caja interminable de alimentos
pequeños balanceándose en tu falda.
Otra razón posible para esa diferencia: nuestros sensores
de sabor puede que sean menos capaces de detectar la grasa cuando estamos
pasando por altos niveles de emoción. Por lo menos, eso es lo que los investigadores alemanes encontraron en 2013 luego de
darle instrucciones a un grupo de gente de que bebieran líquidos cremosos
mientras miraban videos que eran o muy felices, o muy tristes, o muy aburridos.
Mientras que "llenarse de sentimientos" ofrece un paladar aumentado
de los sabores amargo, dulce, y ácido, también embota la habilidad de los
sujetos de sentir si las bebidas son grasosas o no.
Resultó que son los sentimientos, y no el nihilismo, los
culpables del comer sin pensar. Pero lo más importante, si quieres escapar de
una montaña de carbohidratos puede que quieras ver una película de acción en
lugar de una tragedia romántica.
Publicado originalmente en VICE.com