Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy
A las piernas de Gael Monfils se les terminó el aire demasiado pronto, agotadas por el esfuerzo de intentar devolver pelotazos como balas de cañón. En el estreno de Rafael Nadal en el Mutua Madrid Open (6-3 y 6-1), el número uno mundial demostró que su adaptación a la altitud de la ciudad (667 metros sobre el nivel del mar) ha sido óptima, que al final la tierra batida es tierra batida y que por supuesto sigue siendo el máximo candidato a ganar el título de campeón.
Los fallos de Nadal impulsaron a Monfils en el arranque del partido. Con el cruce aún en pañales, la gente agolpándose en las entradas para acceder a la pista Manolo Santana, el español se enfrentó a una bola de break que salvó con decisión y justo a continuación le arrebató el saque al francés, dominando el marcador con una comodidad totalmente irreal. Al juego siguiente, con Nadal ganando 2-0, Monfils volvió fabricarse dos ocasiones para romperle el servicio al número uno, hurgando en las debilidades del balear.
Monfils, como siempre impredecible, quiso sacar al mallorquín de su zona de confort jugando con trucos de mago, y las dos dejadas que se inventó en los 10 primeros minutos del encuentro así lo demostraron. El número 41 usó la imaginación, puso corazón y garra, pero terminó perdiendo los nervios en cuanto el partido le dio la espalda.
Así las cosas, y con el mallorquín controlando la mayoría de los intercambios del partido, Monfils desistió de cualquier plan de juego que tuviese planeado, se enganchó con el juez de silla un par de veces, charló con unos espectadores que estaban sentados en la primera fila y terminó haciendo lo que cualquiera hoy día: aplaudir a Nadal, que sigue volando sobre la superficie que le ha visto levantar una leyenda como ninguna en la historia.
A las piernas de Gael Monfils se les terminó el aire demasiado pronto, agotadas por el esfuerzo de intentar devolver pelotazos como balas de cañón. En el estreno de Rafael Nadal en el Mutua Madrid Open (6-3 y 6-1), el número uno mundial demostró que su adaptación a la altitud de la ciudad (667 metros sobre el nivel del mar) ha sido óptima, que al final la tierra batida es tierra batida y que por supuesto sigue siendo el máximo candidato a ganar el título de campeón.
Los fallos de Nadal impulsaron a Monfils en el arranque del partido. Con el cruce aún en pañales, la gente agolpándose en las entradas para acceder a la pista Manolo Santana, el español se enfrentó a una bola de break que salvó con decisión y justo a continuación le arrebató el saque al francés, dominando el marcador con una comodidad totalmente irreal. Al juego siguiente, con Nadal ganando 2-0, Monfils volvió fabricarse dos ocasiones para romperle el servicio al número uno, hurgando en las debilidades del balear.
Monfils, como siempre impredecible, quiso sacar al mallorquín de su zona de confort jugando con trucos de mago, y las dos dejadas que se inventó en los 10 primeros minutos del encuentro así lo demostraron. El número 41 usó la imaginación, puso corazón y garra, pero terminó perdiendo los nervios en cuanto el partido le dio la espalda.
Así las cosas, y con el mallorquín controlando la mayoría de los intercambios del partido, Monfils desistió de cualquier plan de juego que tuviese planeado, se enganchó con el juez de silla un par de veces, charló con unos espectadores que estaban sentados en la primera fila y terminó haciendo lo que cualquiera hoy día: aplaudir a Nadal, que sigue volando sobre la superficie que le ha visto levantar una leyenda como ninguna en la historia.
Fuente: El Español