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“¿A quién le importa si me gusta la bachata y me apasionan secretamente las maquetas de trenes?”, reza uno de los folletos de la exposición The Glass Room Experience, presente hasta el sábado en Barcelona, en el congreso Sonar+D y la feria Maker Faire. La muestra inquieta al visitante. Es una reflexión sobre los efectos del hecho de que los gigantes de internet como Google y Facebook acumulen grandes cantidades de datos sobre nosotros para adquirir “poderes especiales” y ofrecernos servicios a medida. Quizá la afición a la bachata y a los trenes sea irrelevante pero, “con el paso del tiempo, de todos estos conjuntos de información emergen patrones digitales sobre nuestra intimidad: hábitos, movimientos, relaciones”. Es la advertencia del texto introductorio del Kit de desintoxicación de datos en 8 días, el regalo de la exposición.
“Es común”, asegura Alistair Alexander, director del proyecto promovido por la ONG Tactical Technology Collective y Mozilla, sobre el hecho de que en la mayoría de casos los internautas no leen los términos y condiciones de los sitios donde se registran. De hecho, el apartado del “internet que no se ve” de la muestra incluye un vídeo de la asociación de consumidores australiana CHOICE. En él, un actor lee los términos y condiciones del lector de libros electrónicos Kindle de Amazon. Según la organización, el tiempo de lectura es de 8 horas y 59 minutos. “Totalmente disfuncional y muy difícil de corregir”, apunta Alexander.
The Glass Room Experience —una parte del montaje de una tienda simulada que ha pasado por Berlín, Londres y Nueva York— prevé que en 2030 cada persona tenga 14 aparatos conectados a Internet. “Serán nuestras vidas más eficientes, saludables y seguras?”, lanza al aire uno de los textos del proyecto, que recurre a la pregunta retórica en un envite a la reflexión. “Necesitamos una tostadora inteligente?”, cuestiona Alexander, que se responde a sí mismo: “No lo sé”. Sin embargo, avisa de que “hoy en día las placas electrónicas que llevan incorporado un micrófono son más baratas de las que no lo llevan”. Vaticina así, en algunos casos de forma no intencionada, un crecimiento de los aparatos conectados al llamado Internet of Things (iOT).
Un carrito para bebés que sigue a la madre o al padre —que no lo tienen que tocar— es uno de los aparatos reales que se mencionan en The Glass Room Expeience. Se llama Smart Be. Otro invento susceptible a generar debate incluido en la muestra es el servicio de la empresa americana Nectome, que guarda los cerebros de sus clientes embalsamados durante años, hasta que la ciencia haga posible leer sus datos. Recuerda a la película Abre los ojos. Otro servicio, que consiste en analizar el cerebro e informatizarlo —en este caso el sujeto tiene que estar vivo— hace realidad uno de los capítulos de la serie Black Mirror.
Buscarse a uno mismo en Google, eliminar el historial de actividad de la plataforma y desetiquetar amigos de Facebook son algunas de las medidas del plan de desintoxicación digital que brinda la exposición al visitante. “Ninguna desintoxicación de smartphone sería completa sin abordar los datos de ubicación: una toxina que crea tu celular todo el tiempo”, es otro de los consejos. Los móviles con 80 o más aplicaciones instalados presentan, según la guía, una “muy alta exposición”, los más contaminados.
Fuente El País