Oaxaca vence a los Leones y la serie ya está 2-0

12 septiembre 2018
Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy

Es difícil jugar béisbol, o tratar de ejecutar cualquier faceta en la vida cuando te pierdes tu mismo. Y si en este caso, que es un juego, el enemigo va paciente, cuidando todo, jugando en equipo, se ganan batallas y luego se gana la guerra.

Créalo: los campeones de la Serie del Rey están contra las cuerdas. No preocupa tal vez el verse 2-0 abajo en la serie de playoffs ante los Guerreros de Oaxaca. Preocupa lo que deja una derrota como la de anoche, 6-3, porque además de que el rival hizo de todo lo bueno que uno pueda imaginar, los Leones hicieron lo inimaginable.

En dos palabras: se perdieron. Perdieron un juego, sí. Allí en el diamante tiene que haber un ganador. Oaxaca atacó al hombre que mejor se había visto de los cuatro buenos abridores del final del rol regular, Jorge Reyes, y cuando el derecho se fue a las regaderas, comenzó nueva tormenta con el cada vez más deplorable cuerpo de relevistas. Imposible ganar así.

Sabemos del enorme esfuerzo de la directiva de las fieras por armar un equipo competitivo. Digámoslo de otra forma: altamente competitivo, que es diferente. Una pena ver a un ex Grandes Ligas perderse consigo mismo no por primera ni segunda vez. Porque Maikel Cleto y sus rectas de humo ha estado fatal. No lo decimos como alarmados ni por ser fanáticos: está mal, muy mal el dominicano. A la malaria se une Chad Gaudin.

Ni el mánager Roberto Vizcarra se explica las razones de la inconsistencia del cerebral lanzador. ¿Cansado? ¿Desmotivado? Algo pasa en la cueva. Los bateadores pasando serios apuros para hacer buenos contactos, para no caer en errores. Y no batean casi y si se les pierde el punto en el momento clave.

Veamos algunos asuntos de anoche: Jorge Reyes sacó seis actos y un tercio y se fue perdiendo 2-0. Nada mal el derecho, quien antes de ayer había lanzado 14 actos en blanco. Pero a sus compañeros los dominó Irwing Delgado con soberbia labor. De verdad que es un lujo para Oaxaca y para el béisbol mexicano ver una rotación de brazos nacionales. Pero Yucatán se metió al juego con jonrones de Erick Aguilera y Walter Ibarra en la séptima para ponerse 2-2. Sólo que ante Cleto armaron fiesta en la octava, todo con dos autes. Me decía mi joven y estudioso compañero de butaca: “con 3-1 y recta al centro”… Esa pelota se estrelló en el espectacular de El Puritano. Y tras ese jonrón, una carrera más. Yucatán tuvo en un puño a los Guerreros en el cierre. Se acercó 4-3 y tuvo dos en base, pero Aguilera rodó para doble matanza. Y adiós ilusión. Porque en la novena falló Gaudin y Oaxaca hizo dos carreras más, una loza tan pesada que ahora sí los campeones no pudieron hacer nada. Y vino lo peor: el público se enfureció por el pobre espectáculo visto en ese momento y de metió duro con los peloteros. Apartemos los horrendos insultos, que no son válidos ni aquí ni en China. Con la serie abajo 2-0, y a punto de irse a un viaje que no sabemos si tendrá retorno en vida, lo más triste era verse perdidos en lo emocional. Desquitarse con los aficionados respondiendo como en una pelea callejera no es buen síntoma, menos decirle al fanático enojado que se baje al campo a hacerlo en lugar suyo. Bien le gritó el aficionado: “Pagué 300 pesos por mi boleto (el doble de temporada regular). Así pues. El béisbol es un juego en que se gana y se pierde en el diamante. Pero más se pierde, y duele mucho más, en la frustración. Se apagaron las luces del Kukulcán y no sabemos si se van a encender otra vez.

Oaxaca va a casa muy encendido, como una familia, bien nos dijo su joven mánager Sergio Omar Gastélum. Y los Leones tendrán que luchar más mentalmente que en lo físico para traer la serie de vuelta a la selva del rey.

Me decía don Emilio Guerra, un aficionado que conoció por primera vez el Kukulcán y estaba fascinado, que fue una maravillosa experiencia su estreno como espectador. El director de United Nations Global Compact quiere volver este mismo año a nuestro gran estadio.

Y nosotros también. De los Leones y su estado anímico depende.


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