Con la apertura de la Residencia Oficial de Los Pinos al público se desató una polémica por la ausencia de muebles, obras de arte, edredones o los cubiertos antiguos de la época de Porfirio Díaz, entre otras cosas. Estos se habrían incluido en el proceso de entrega y recepción, según la administración anterior, aunque falta conocer una auditoría para depurar la lista de los supuestos faltantes y deslindar cuáles objetos pertenecen al gobierno y cuáles eran del menaje privado de Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, algo que probablemente nunca se va a encontrar, por lo menos en Los Pinos, es el famoso Lincoln 76, uno de los autos que trasladaba a los presidentes después de tomar posesión o en los Informes de Gobierno. Fotografías a través de cuatro décadas dan cuenta que ese auto fue parte protagónica de las dos ceremonias. En las imágenes aparece descapotable, sobrio, de carrocería reluciente. En él, los mandatarios iban de pie, mientras se abrían paso entre una multitud y los cubría una lluvia de confeti tricolor.
En 2006, el periódico El Universal publicó que el Lincoln 76 llegó a Los Pinos como un regalo del Presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter (1977-81). A partir de entonces, sirvió para llevar a José López Portillo (1976-1982), Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) cuando rindieron sus Informes de Gobierno, una fecha en la que se suspendían las labores, el Ejecutivo pronunciaba un discurso a veces de más de cinco horas y luego era transportado en el convertible de la Cámara de Diputados a Palacio Nacional. A Ernesto Zedillo (1994-2000), el Lincoln 76 lo paseó en su toma de posesión en 1994 en las calles aledañas al Palacio Nacional. Esa fue la última vez que los ciudadanos vieron al coche que con el paso del tiempo se envolvió en leyenda y misterio.
–¿Y el Lincoln 76? –pregunta VICE a un guardia de Los Pinos, durante una visita a la galería histórica del Estado Mayor Presidencial.
–Lo único seguro es que aquí no está.
EL ÚLTIMO RASTRO DEL LINCOLN 76
Mientras los presidentes y sus familias la habitaron, Los Pinos –hoy convertida en espacio cultural– estuvo custodiada por dispositivos de seguridad que a veces se extendían varias calles a la redonda. En torno a la Residencia, muchas veces hubo muros que restringían el tránsito con tal de resguardar al primer mandatario y a todas las personas que vivían con él. El acceso para los ciudadanos era negado por completo. Tampoco había una obligación legal para que el Ejecutivo informara del mobiliario. De modo que la kilométrica propiedad, enclavada en el bosque de Chapultepec, se convirtió en una residencia inaccesible y opaca. Jamás se supo con certeza lo que había dentro. Ni lo que llegaba ni lo que salía.
El Lincoln 76 siempre existió, si se toma en cuenta la contundencia de las imágenes en la hemeroteca. Pero a la vez, jamás estuvo ahí, si se atienden los registros de la Presidencia de la República, en los que no aparece ni por asomo. En 2008, cuando gobernaba Calderón, el comité de transparencia de la primera magistratura declaró “inexistente” la posesión del automóvil, ante una solicitud de información, que hoy es posible consultar en los archivos del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales ( INAI). El Estado Mayor Presidencial respondió que jamás había tenido bajo su resguardo ningún automóvil Lincoln 76. A su vez, la Dirección General de Recursos Materiales y Servicios Generales, mediante un oficio, expuso que tampoco contaba con registro alguno del coche.
Tampoco aparece en el reporte más actualizado sobre el parque vehicular del Estado Mayor Presidencial, contenido en los archivos de Los Pinos, al que VICE tuvo acceso. En la lista se encuentran 215 vehículos. El modelo más antiguo es un Mercedes Benz 1959 adquirido en 2005 en el gobierno de Fox, sin que su costo haya sido registrado, porque fue donado por una instancia de la misma Presidencia de la República. El más caro es un Ford blindado 2001 adquirido el mismo año a un costo de un millón 725 mil 129 pesos.
No hay, en Los Pinos, un documento que acredite su venta, si es que así ocurrió. De modo que, de manera oficial, no quedó registro de quién lo compró ni cuándo ni en cuánto.
Una crónica de El Universal de 2008 refirió que el auto había aparecido en el Gran Concurso Internacional de la Elegancia en Huixquilucan, Estado de México, que convoca cada año a coleccionistas de automóviles, pero expuso que ni siquiera en ese evento fue revelado el nombre del dueño del coche.
EL AUTO CAYÓ EN LA OPACIDAD
Poco a poco, conforme los ritos presidenciales se extinguían, el Lincoln 76 salió de la vista de los mexicanos y se perdió bajo el manto de opacidad que cubría a Los Pinos. En 1994, en México se vivieron tiempos tan convulsos por el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional ( EZLN) en Chiapas; el asesinato del candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, y el llamado error de diciembre, que desembocó en una crisis financiera. El ánimo no estaba para aplaudirle al gobierno, como se hizo durante las décadas pasadas. Y entonces, para el primer informe de Zedillo, en 1995, el recorrido en auto fue cancelado.
El último Informe de Gobierno de Fox Quesada en 2006 rompió con el protocolo, porque el Partido de la Revolución Democrática ( PRD) se manifestó en San Lázaro y le impidió al Ejecutivo llegar a la tribuna, acusándolo de apoyar al candidato panista, Felipe Calderón. El año anterior, Fox había dado el discurso a la nación más corto de la historia, con apenas 65 palabras, debido a que la oposición le impidió extenderse, a golpe de interpelaciones. En las dos ocasiones, no hubo ningún honor a su investidura, ni antes ni después.
En 2007, Calderón entregó su Primer Informe de gobierno de forma escrita y emitió un breve mensaje en un salón de plenos. Antes, PAN y PRD se enfrascaron en un debate sobre si el primer mandatario debía leer o no el documento en la tribuna. El PRI apoyó al PAN y el PRD decidió retirarse. Un año después, el artículo 69 de la Constitución, que obligaba al Presidente a asistir a la apertura de sesiones del Congreso, fue reformado. A partir de este momento, el primer mandatario pudo elegir si dar un mensaje a los ciudadanos o no. Así, la fiesta del Presidente se suspendió en aquellos años.
El Lincoln 76 descapotable también se volvió un recuerdo. Al estilo de José José, una nave del olvido.
(VICE).