Jacinto era operador de transporte público en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México. Con 48 años, dedicó gran parte de su vida a llevar a las personas a sus destinos.
Sin embargo, 15 días después de ser internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) por síntomas de COVID-19, él no podía ser trasladado a su destino final, el panteón de Chimalhuacán, ya que su familia no estaba preparada para los gastos que representa una muerte en el hospital.
No tenemos dinero para llevarlo. El servicio cobra 14 mil pesos, pero no tenemos esa cantidad. Estoy esperando a que alguien nos ayude”, señaló Jesús Salgado, concuño de Jacinto.
Desesperado, Jesús caminaba por la banqueta donde está la entrada a urgencias del INER, él no sabía que para que pudieran llevarse el cuerpo, una funeraria debe ir a retirarlo de acuerdo con las medidas que marca la ley y, de ahí, se podrá iniciar el proceso para velarlo o cremarlo.
Mientras, Jesús recuerda la alegría de Jacinto y la casa que construyó a su esposa y sus hijas de 17 y 15 años, con el dinero que ganó como operador.
Unas horas más tarde, Jesús se reúne con más familiares y luego caminan a una funeraria ubicada en la calle Ajusco, en la colonia Toriello Guerra, en Tlalpan.
Habían juntado todo el dinero para retirar los restos de Jacinto, pero no para un funeral. “Son 14 mil por retirarlo del hospital y trasladarlo al panteón de Chimalhuacán”.