El día que Argelia Montes de González, la principal promotora del dióxido de cloro en el norte del país, encaró al secretario de Salud en Nuevo León, Manuel de la O, para preguntarle por qué que el Gobierno no autorizaba el uso de esta medicina alternativa contra el COVID-19, el funcionario le contestó:
Esto sucedió durante una manifestación realizada en el Palacio de Gobierno de Monterrey por Tribuna Ciudadana de Vigilancia, la asociación civil que desde hace cuatro años preside Argelia.
“Me le pongo así enfrente y le digo: ‘a ver doctor, vengo aquí para que usted me diga, con sustento, lo que tanto difama; el dióxido de cloro’, le dije ‘porque no se cansa de decir que el dióxido es mortal y que daña órganos vitales, mire aquí yo me lo tomo…’”.
Argelia sacó una botella transparente que contenía un líquido ligeramente amarillo, la destapó y dio varios tragos.
La gente que venía acompañándola en la manifestación hizo lo mismo.
“¡Salud!, todos tomando su dióxido de cloro, para que vean que es mentira lo que les están diciendo, gente, esto es una maravilla y lo estamos compartiendo”, se oye decir a Argelia por un altavoz en uno de sus videos.
“Me peló unos ojotes… (el Secretario de Salud)”, cuenta Argelia.
Testimonio. Fiel defensora del dióxido de cloro.
Argelia se había puesto un sombrero rojo de tela trabada para la ocasión y una camiseta blanca con una leyenda que decía: “Yo tomo dióxido de cloro”.
Desde aquel incidente el secretario De la O no la volvió a recibir.
Nueve meses atrás, luego de la llegada del coronavirus a México, Montes de González comenzó a encabezar un movimiento social en favor de esta fórmula cuyos defensores, entre ellos Argelia; aseguran que sirve para curar el SARS-CoV-2 y otras muchas enfermedades que van desde la malaria, pasando por el ébola, hasta el sida.
Argelia dice que tiene sus razones para creer en esto.
Y afirma que en lo que va de la pandemia, los más de 200 casos de personas con COVID-19 que ha tratado en Monterrey se han salvado de morir.
“Se han aliviado todos, todos, señor”, repite.
UN MOVIMIENTO QUE CRECE
Tras el primer caso del virus registrado en la Sultana del Norte, Montes lanzó un llamado vía redes sociales para que más gente que sabía y había probado los beneficios terapéuticos del dióxido de cloro, (CDS), se sumara a la causa en pro de su promoción y defensa.
Adeptos de esta sustancia en el país respondieron a la convocatoria.
Hoy Argelia Montes de González es la puntera de un grupo de 12 líderes defensores del CDS en las ciudades de México, Guadalajara, Tampico, Colima, Mexicali, Cancún Puebla, Durango, Torreón, Morelos, Culiacán y Monterrey.
“Y todos ellos han sacado a un chorro de personas adelante, van a sus casas y ahí están con los pacientes, ‘tómeselo, otra vez, otra vez’, hasta que medio los estabilizan y se van”, comentó.
EL PRIMER CONTACTO
Hacía ocho años que Argelia Montes se había enterado de las propiedades de una sustancia que, según decían, tenía la cualidad de sanar diversos males del organismo.
Por entonces Argelia había padecido las dolencias que le ocasionaba un hígado graso en fase uno.
Sus familiares la llevaron donde un doctor de Monterrey que le recetó varios fármacos.
Pero los fármacos no surtieron efecto alguno y Argelia siguió con sus malestares.
Hasta que buscando en internet, descubrió unos videos del científico alemán Andreas Ludwig Kalcker, sobre una fórmula llamada dióxido de cloro que prometía ser la cura para enfermedades causadas por bacterias, virus y hongos.
“Entonces era el MMS, las gotitas, unas que tenías que diluir, una gota de clorito de sodio y una de ácido cítrico, hacía la reacción, se ponía color ámbar, esperabas un segundito, le echabas agua y te lo tomabas”.
¿Cómo haría para conseguir esa fórmula?, ¿habría alguien que la preparara y vendiera en Monterrey?
Después de buscar y buscar Argelia dio con una persona que manejaba la misma fórmula que Kalcker.
Convencida de lo que había visto y oído en los videos de Andreas Kalcker, Argelia se tomó aquel concentrado tal y como como se lo había indicado la vendedora.
“Nunca me sentí mal, a mí nunca me dolió, como dicen que a veces duele la cabeza, que te sientes mareada, lo tomé y lo tomé y lo tomé y lo tome”.
EL TESTIMONIO PROPIO
Al mes Argelia acudió a cita con el médico para un chequeo.
El doctor le practicó un eco y cuando miró que el hígado de Argelia se había restablecido puso cara de sorpresa, pero luego de decepción cuando Argelia le aclaró que su alivio no había sido gracias a las medicinas que él le había prescrito.
“Dijo ‘oiga señora ya está muy bien, ahorita está su hígado súper bien, súper limpio, que bueno que tomó el medicamento al pie de la letra y que hizo la dieta al pie de la letra’, le dije, ‘la dieta sí la hice, pero su medicamento, mire, aquí está’, dijo, ‘pero, ¿cómo?’, le dije: ‘no, mire, hice esto y esto y esto’ y el médico se quedó muy sorprendido”.
A partir de entonces Argelia, una ciudadana regia devota de la medicina alternativa, empezó a promover el uso del dióxido de cloro, primero entre sus familiares, después entre sus amistades cercanas.
“Como veo que hizo mucho bien en mi vida, vuelvo con la persona que me lo vendió y le empiezo a comprar por cantidades y lo empiezo a repartir a toda mi familia y a amistades con problemas de salud”, narra Montes de González y afirma que las personas se curaban.
Con ayuda de los tutoriales de Kalcker y de los consejos de la persona que le había vendido la fórmula durante meses, Argelia aprendió a preparar en su casa el dióxido de cloro.
“Desde entonces en mi casa no ha faltado, siempre hay en el refrigerador dióxido de cloro”, dice Argelia.
Recuerda que cuando pasa lo de la pandemia se vino también una oleada de videos en los que se promovían remedios contra el nuevo virus.
Lo primero que hizo fue ir donde las autoridades de Salud en Nuevo León para hablarles sobre las bondades del dióxido de cloro.
Le dijeron que sí, pero no le dijeron cuándo.
Y ARMA UN PLANTÓN
A la sazón Argelia convocó por redes sociales a una manifestación en la explanada del Palacio de Gobierno de Monterrey, para llamar la atención de las autoridades y de la comunidad en torno a la efectividad del dióxido de cloro.
“Sin saber quién iba a ir, si iba a ir gente, dije: ‘no importa, si nada más voy yo y mi familia, yo y mi familia nomás’”.
Más de 70 personas llegaron. Fue el pasado mes de junio.
De repente interrumpe la charla, dice que es la hora de tomar su dióxido de cloro.
Coge entonces de un escritorio una botella transparente que contiene un líquido amarillo, le quita el tapón y da algunos tragos cortos.
Es la misma operación que ha venido realizando desde hace más de ocho años.
Cada hora, durante 21 días, Argelia toma el dióxido de cloro, lo deja dos o tres meses y otra vez.
Aparte consume vitaminas y come sano.
No le duele nada, dice.
“La gente me dice ‘oye, es que me están diciendo en la tele que esto es tóxico, mortal, y que me a dañar órganos vitales’, cuando no es cierto. Le digo a la gente: ‘busquen, infórmense. Si la gente quiere un testimonio aquí estoy yo’”.
—¿A qué sabe?—
No sabe a nada, tiene un ligerito olor a cloro, pero no pasa nada, no sientes nada, es pura vida lo que te estás tomando.
TEXTO: JESÚS PEÑA. FOTO: JESÚS PEÑA Y CORTESÍA