Suecia fue considerada durante muchos años el paradigma del Estado de Bienestar en el mundo. Un país visto como un modelo de sociedad próspera, igualitaria y libre, en la que todos los ciudadanos tienen los problemas esenciales resueltos. En ese orden social en el que todo parece funcionar, no tendría que haber lugar para la violencia.
Pero esa es una caricatura. Las sociedades ideales no existen y aún en sus mejores años Suecia tuvo siempre problemas de distinta índole, personas dejadas de lado y fundamentos para cierto malestar social. Por otro lado, la historia de la humanidad revela que la violencia es un fenómeno demasiado recurrente como para pensar que garantizando ciertas condiciones de vida podría erradicarse.
Lo que sí es verdad es que hay un vínculo entre los niveles de criminalidad y los grados de eficacia estatal, estabilidad política e inclusión socioeconómica. Y Suecia, que durante mucho tiempo estuvo en la vanguardia mundial en estos aspectos, era una evidencia de esa relación.
A principios de los 2000, ocupaba el puesto 18 entre 22 países europeos en términos de muertes por armas de fuego. Es decir, estaba entre los de menor violencia armada dentro de una región que es de por sí poco violenta a escala mundial. En 2003, Suecia registraba 2 muertes por millón de habitantes, cuando la media europea era de 3,8, según un informe reciente del Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Delito (BRA por la sigla en sueco).
Sin embargo, mientras a nivel continental comenzó un proceso de baja sostenida de la mortalidad por armas de fuego, en Suecia se produjo el proceso contrario. A partir de 2012 hubo una disparada que llegó a su pico en 2017 —último año con cifras para todos los países según el reporte del BRA—: 4 muertes por millón, el doble que en 2003. El promedio europeo, en cambio, descendió a 1,6. En ningún otro país del continente se vio un incremento comparable. De hecho, Suecia pasó del puesto 18 al segundo, sólo por debajo de Croacia.
“Un cambio relativamente pequeño en el número de tiroteos tiene un gran impacto en la estadística per cápita de un país con sólo 10 millones de ciudadanos”, dijo a Infobae Stefan Holgersson, profesor del Departamento de Administración de la Universidad de Linköping. De todos modos, no negó la gravedad de lo que está sucediendo. “El sistema penal sueco y los métodos de la policía no han sido lo suficientemente revisados. Esto llevó a la aceptación de que las fuerzas policiales abandonaran muchas áreas con problemas y de que disminuyera el trabajo contra el tráfico de drogas”.
Una sociedad cada vez más conflictiva
Suecia sigue siendo un país con estándares de vida que están muy por encima de la media mundial, eso está fuera de discusión. Con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,945 sobre 1 está en el séptimo puesto. Pero 20 años atrás tenía el segundo IDH más alto del mundo y sólo era superado por Noruega, que se mantiene en la actualidad en el primer lugar.
En diferentes indicadores se puede observar una tendencia similar. Por ejemplo, el 18.8% de los suecos está en riesgo de caer en la pobreza. Son dos puntos menos que la media europea, pero hay 12 países con menores niveles de exclusión, según estadísticas de Eurostat para 2019. En 2005, en cambio, la pobreza real o potencial afectaba al 14,4% de la población, el segundo nivel más bajo de toda Europa, apenas superado por Islandia (13,3%).
También se deterioró la distribución del ingreso. El índice Gini, que mide la desigualdad de 0 (mínimo) a 1 (máximo), es de 0,276; 0,03 puntos menos que la media europea, pero en el décimo lugar. Hace diez años era 0,263 y era el séptimo más igualitario de la región.
El desempleo afecta al 8,3% de la población, mismo nivel que en 2009. Pero en términos relativos también empeoró: pasó de estar un punto por debajo del promedio de la Unión Europea a estar un punto por encima.
Una de las causas del deterioro de los indicadores socioeconómicos suecos es la enorme dificultad que tuvo para integrar a la gran cantidad de población inmigrante que recibió en los últimos años. Según el Consejo Noruego para los Refugiados, Suecia es el noveno país del mundo que mayor cantidad de solicitantes de asilo admitió en relación a su población entre 2010 y 2019. En Europa comparte el primer puesto con Malta: ambos acogieron el equivalente al 2,7% de su población.
“Suecia, junto con Alemania, aceptó en 2015 más solicitantes de asilo que cualquier otro país europeo”, dijo a Infobae Henrik Tham, profesor del Departamento de Criminología de la Universidad de Estocolmo. “Hoy en día una quinta parte de la población sueca ha nacido fuera del país y además varios cientos de miles son inmigrantes de segunda generación. La integración de parte de esta población ha sido difícil. Viven en zonas segregadas en los suburbios de las ciudades. Las habilidades que traen de sus países no siempre son útiles en el mercado laboral sueco y, además, en muchos casos enfrentan problemas con el idioma. Los hombres de las zonas expuestas ven bloqueadas las oportunidades legítimas de progreso. Entonces recurren a medios ilegítimos”.
Para cualquier nación sería difícil asimilar a un número tan importante de personas de una cultura tan diferente, que llegan en una situación tan desesperante como la gran mayoría de los que arribaron en la última década, huyendo de guerras y del hambre en Medio Oriente y el norte de África. Pero es evidente que la sociedad sueca, históricamente homogénea y cerrada, tuvo especiales dificultades.
La consecuencia fue la aceleración de la formación de guetos, donde se concentra el grueso de la población que de un modo u otro está excluida del mundo del trabajo, muchos de los cuales son inmigrantes de primera o segunda generación. En esas zonas donde ni el mercado formal ni las agencias estatales logran intervenir de manera eficaz, surgen oportunidades para otras formas de generar recursos, de regular las relaciones sociales y de resolver los conflictos.
“La razón por la que Suecia se encuentra ante un problema tan grave es multifactorial”, sostuvo el criminólogo Ardavan Khoshnood, profesor de la Universidad de Lund, en diálogo con Infobae. “Se puede decir que las causas más importantes son tres. Primero, hay muchas armas de fuego ilegales en Suecia. Se introducen de contrabando desde los Balcanes y el Estado no ha encontrado ningún medio eficaz para detenerlo. Segundo, hay muchas bandas y redes criminales sueltas en el país, y la mayoría de los tiroteos están directamente relacionados con estos grupos. Suecia no ha sido capaz de disminuir sus actividades. Tercero, la mayor parte de los implicados en estos tiroteos, tanto en calidad de agresores como de víctimas, son inmigrantes procedentes de zonas vulnerables. Suecia ha fracasado en su integración y en el cuidado de esas áreas, que se caracterizan por el bajo nivel socioeconómico y educativo, la alta criminalidad y el escaso nivel de empleo”.
La principal conclusión a la que llega el BRA es que el aumento de la violencia armada se explica centralmente por la emergencia de bandas criminales en regiones desaventajadas económica y socialmente. En concreto, ocho de cada diez tiroteos se vinculan directamente al accionar de estos grupos, que se enfrentan entre sí o contra la policía.
El informe revela que entre los extranjeros existe una elevada desconfianza en el sistema bancario, lo que hace que guarden grandes cantidades de dinero en efectivo en sus casas, creando botines accesibles para los delincuentes. Además, incentiva el desarrollo de un mercado negro de créditos, que suele ser fuente de violencia. También hay mucha desconfianza hacia las fuerzas de seguridad, lo que lleva a muchos comerciantes en estas zonas a aceptar las ofertas de protección de organizaciones criminales.
“La principal oportunidad ilegítima es la venta de drogas, que se consigue con bastante facilidad —dijo Tham—. El mercado de la droga crea a su vez conflictos y los conflictos crean una demanda de armas. Tras la caída de la Europa comunista se pueden conseguir fácilmente. La entrada en los círculos criminales dentro de los barrios vulnerables es casi como una forma de socialización. Se empieza por transportar o vender pequeñas cantidades de droga. Los traficantes no se consideran miembros de una banda. La amistad y la lealtad son importantes, pero las relaciones pueden transformarse rápidamente en traición y desembocar en agresiones e incluso en asesinatos. La búsqueda de estatus es predominante. La violencia con armas se convierte en una inversión en la propia carrera delictiva y llevar un arma se considera un medio de protección personal. Los agresores han crecido con débiles vínculos con sus familias y con la escuela y, a veces, con problemas económicos. Ven que su futuro es bastante sombrío”.
El narcotráfico es siempre una muy tentadora fuente de ingresos para quienes las trayectorias laborales convencionales son una carrera repleta de obstáculos, tal vez infranqueables. Por eso son los jóvenes de los guetos quienes predominantemente se incorporan a organizaciones criminales como mano de obra, ya sea para vender la droga, para ajustar cuentas con rivales o para asegurar territorios.
Como suele ocurrir en los países en los que avanza el narcotráfico, los jóvenes pobres son tanto perpetradores como víctimas de la violencia de manera desproporcionada. Casi todo el incremento de las muertes por armas de fuego en Suecia se produjo por un salto en los decesos de personas de entre 20 y 29 años. En esa franja etaria, la tasa de mortalidad sube a 18 por millón, cuatro veces y media más que la tasa promedio para toda la población.
“Creo que hay una combinación de muchos factores. El aumento de la segregación, alimentado por la inmigración y las políticas de desregulación, ha hecho que las redes delictivas de los barrios desfavorecidos se fortalezcan, y la incapacidad de la policía y del gobierno para afrontar el problema antes de que se hiciera demasiado grande son algunas de las explicaciones”, dijo a Infobae Manne Gerell, profesor del Departamento de Criminología de la Universidad de Malmö. “La policía tiene que mejorar sus índices de detención, y el gobierno, en general, tiene que mejorar la prevención para detener el flujo de los jóvenes hacia las bandas”.
Es que todos estos datos no sólo revelan las grietas del modelo social sueco. También las alarmantes limitaciones de su sistema de seguridad y justicia. Ni la policía ni los jueces parecen en condiciones de responder a este fenómeno relativamente nuevo en el país.
Khoshnood considera que son necesarias dos reformas para abordar estos retos. “Por un lado, necesitamos leyes duras que den a la policía y a otras autoridades los medios adecuados para luchar contra el crimen organizado. Las medidas duras son una buena manera de combatir la delincuencia de forma rápida y eficaz. No obstante, se necesitan más políticas de largo plazo para acabar con la delincuencia. Los esfuerzos de prevención son de gran importancia: hacen falta más recursos para las escuelas, para atención psiquiátrica y para ayudar a los padres con problemas de crianza”.
Pero tampoco la dirigencia política parece capaz de articular un discurso —mucho menos un programa o un curso de acción— coherente frente a estos desafíos. Mikael Damberg, ministro del Interior del gobierno socialdemócrata, se limitó a decir tras la publicación del documento del BRA que “Suecia no debe acostumbrarse a esto” y que “es posible revertir esta tendencia”, sin explicar cómo.
Tham reconoció que no es sencillo precisar cómo responder a problemas tan complejos, aunque planteó algunas propuestas. “La tasa de esclarecimiento de estos delitos es de alrededor del 25%, en comparación con el 80-90% de los homicidios tradicionales en Suecia. Así que a corto plazo es un asunto de la policía lograr capturar a quienes disparan. Pero también es necesario cortar las oportunidades ilegítimas de hacer dinero y fomentar las oportunidades legítimas, controlando más estrictamente a algunos comercios que operan en una zona gris. En cuanto a las drogas, creo que hay que tener en cuenta que la política sueca es muy estricta. Más de la mitad del mercado consiste en la venta de cannabis. Hay que seguir de cerca el resultado de la legalización en otros países”.