Ya hace años que pronunciar estas dos palabras juntas, lenguaje e inclusivo, hace que la atmósferas se tensen. Algunos se alarman, se ponen nerviosos, otros sonríen y se frotan las manos. El punto intermedio entre ambas sensaciones es el choque, el cruce, el debate. ¿Qué hay detrás de la letra E, ese símbolo lingüístico, que provoca tantas tensiones, que algunos saborean como revolucionario, mientras que otros, como Gustavo Abichacra, sostienen que es una “falsa inclusión”?
Salteando el debate, hace dos semanas, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió prohibirle su uso a los docentes en la escuela. Horacio Rodríguez Larreta dijo que van a “regular la utilización de la e, x, @ por parte de los docentes en las escuelas” para facilitar el aprendizaje, deteriorado durante la pandemia del nuevo coronavirus, según sus palabras. Por lo tanto, dijo, “a partir de ahora, los docentes de la Ciudad de Buenos Aires tienen que respetar las reglas del idioma español”.
Lo que parecía ser una larga discusión se volvió agenda nuevamente. El ministro de Educación Jaime Perczyk dijo en diálogo con C5N que “tenemos que mejorar, pero eso no se hace prohibiendo”, y que la medida le recordaba a la decisión del franquismo de prohibir la zurdería, es decir, que los chicos escribieran con la mano izquierda. “Con eso pensaban que corregían algo y las causas son más profundas. Acá tenemos mucho que mejorar, tenemos que lograr una sociedad igualitaria”.
Por su parte, la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Elizabeth Gómez Alcorta sostuvo “las escuelas deben ser ámbitos inclusivos y democráticos que respeten la libertad y la diversidad. Nada bueno se aprende de una prohibición”. La legisladora porteña del Frente de Todos Laura Velasco calificó de “fascista” la prohibición del lenguaje inclusivo, mientras que Máximo Kirchner dijo que “los pibes van a hacer lo que quieran”.
Esta semana siguió el debate. Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, convocó a los alumnos a “rebelarse” y usar el idioma inclusivo. “No nos van a explicar desde España cómo tenemos que hablar”, dijo. Fue entonces cuando la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, le respondió al gobernador diciendo que “subestima a estudiantes y familias. Invita a los chicos a rebelarse, ¿por qué no los invita a luchar por la calidad educativa bonaerense? Eso sí sería revolucionario”.
Ayer mismo, en un colegio de la localidad bonaerense de Berisso, un grupo de padres abucheó a una funcionaria que utilizó leguaje inclusivo durante un acto de promesa a la bandera de alumnos de 4° grado. En un video compartido en las redes sociales se ve cómo cada vez que la jefa de Educación Pública Distrital Susana Aguirre Ponce utilizaba una palabra en inclusivo (“mis querides estudiantes...”) muchos de los presentes expresaron su repudio
En las academias y círculos intelectuales el tema no escapa. Hoy mismo, en Radio Mitre, habló el filólogo Darío Villanueva Prieto, exdirector de la Real Academia Española (RAE) y académico de número desde 2007, quien salió a cruzar a Kicillof: “Me parece una declaración inconsistente y por otra parte anacrónica, porque el español es la lengua que hoy es no por la colonia, sino por la independencia”.
Y explicó que “cuando se producen las independencias a partir de 1810, los lingüistas han acreditado que en América sólo había un 20% de ciudadanos que hablasen español, de manera que las repúblicas fueron las que tomaron la decisión de que la lengua oficial de la naciente institución republicana, que era la Nación, tenía que ser esta lengua (...) Lamento mucho ese tipo de declaraciones por parte de una persona que tiene una gran responsabilidad política y sobre todo hablando con jóvenes”.
Pero, ¿qué opina realmente la RAE? Para eso hay que leer al director actual, Santiago Muñoz Machado, quien habló este lunes desde Uruguay que “es la sociedad, son los hablantes quienes deciden cómo evoluciona su lengua. Lo decidirán también con el lenguaje inclusivo. La lengua cambia muy lentamente siempre”, y agregó que hoy es “tanto un debate lingüístico como un debate político”, ya que busca “hacer más visible el tema de la desigualdad de la mujer”.
Esta semana, el escritor Martín Kohan planteó en el programa radial De acá en más que “la ‘e’ no ha surgido del uso y no tiene la dinámica del uso. Si la tuviese no estaríamos dando tantas vueltas. Viene de una determinación –en la intención y en el propósito político, honesto–, pero tiene las trabas y las dificultades de una transformación de la lengua que no proviene estrictamente de la dinámica del uso, es decir, se le está tratando de transferir al uso, pero no proviene de ahí”.
Uno de los puntos más altos de este debate en la Argentina se dio en el año 2019, debate en la octava Feria de Editores (FED) .cuando la periodista, escritora y ensayista Beatriz Sarlo y el director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas de la Academia Argentina de Letras Santiago Kalinowski participaron de un panel de debate donde argumentaron sus posiciones. Al poco tiempo se publicó como libro: La lengua en disputa: un debate sobre el lenguaje inclusivo.
En las casi cien páginas, el libro plantea preguntas ¿quién es el dueño de la lengua?, ¿quién estipula las normas?, ¿es más importante la tradición o el uso?, ¿las mujeres están comprendidas en expresiones como “los hombres”, “el hombre” o “la humanidad”?, ¿qué ocurre con quienes no se identifican con ninguno de los dos géneros? En esta fiel desgrabación de aquel intercambio oral se exponen las principales objeciones y los beneficios fundamentales del uso del lenguaje inclusivo.
La cuestión de lo cotidiano en el libro es clave. Mientras que Beatriz Sarlo sostiene que si el lenguaje inclusivo se impone no prosperará, Kalinowski asegura que “la realidad se cambia haciendo política y la política se hace con la lengua”. Entonces, ¿es la intervención de la lengua una estrategia válida en las luchas en pos de una sociedad que pondere la diversidad? El debate aún no está cerrado y el lenguaje inclusivo sigue siendo un terreno de eterna disputa.