Es lunes por la mañana y una decena de mujeres a bordo de sus autos se dirige a un rancho abandonado, llamado Los Nietos, a media hora del aeropuerto de Reynosa y de la VIII Zona Militar. Esperan encontrar a algunos de sus familiares, a quienes presuntamente el Cártel del Golfo ha desaparecido desde hace muchos años. Tantos que ya nadie lleva la cuenta.
Para incursionar a ese territorio, las mujeres se han hecho acompañar de agentes de la Guardia Nacional y de la Policía Estatal, además de integrantes de la Comisión Nacional de Búsqueda. MILENIO también asiste a la jornada donde se esperan 40 grados a la sombra.
La geolocalización del teléfono de un joven radiólogo que fue desaparecido, ubicó el rancho desde febrero de 2022.
“Desafortunadamente, la Fiscalía del Estado no se involucró, así que año y medio después vamos a inspeccionar el lugar”, cuenta una de las mujeres mientras el convoy de vehículos avanza por una brecha que comunica con otros ranchos abandonados, también usados por el narco.
El rancho Los Nietos es tierra muerta y una casa de color amarillo, donde está escrita con gis una advertencia: CDG, las siglas del Cártel del Golfo, el grupo que mantiene una añeja disputa con Los Zetas. Se pelean el control del tráfico de drogas y de migrantes.
A diferencia de otras búsquedas, hoy no hace falta escarbar para encontrar restos humanos: están a la vista. Las caras de desconcierto de quienes observamos la escena lo dice todo, pero una de las mujeres lo verbaliza:
“Es una zona de exterminio que se sigue usando, por eso aún se siente la mala energía” dijo.
En la casa y a su alrededor lo mismo hay ropa roída que casquillos percutidos o que huesos pequeños. Alguien del colectivo avisa:
“Hay restos en un área de calcinación. Puede que haya ahí una fosa”
Lo que encuentran es un horno, una alberca y una cisterna o “cocina”, con casi cinco kilos de restos. El colectivo de búsqueda enlistan uno a uno los hallazgos, mientras recuerdan al familiar que desaparecieron.
Don Antonio, el único hombre que acompaña a las buscadoras, cuenta que hace ocho años, en agosto de 2015, sus tres hijos y un ahijado salieron por la mañana a comprar barbacoa y, por pelearse con un “puntero”, como se les llama a los distribuidores de droga, se los llevaron.
“Como ya se habían tardado, salí a buscarlos en mi carro. Los encontré y me subí a los cuatro al carro. En el camino me fueron contando que saludaron a ese bato (al puntero) y pues que andaba en la loca. Se dijeron de cosas y se agarraron a golpes. Faltaban unas tres cuadras para llegar a la casa y fue cuando se me cerraron en camionetas y pues me los bajaron. Nos dieron unas cachetadas y quién sabe por qué no me llevaron a mí. El puntero dijo ‘esos cuates son los que andan cagando palo’ y se los llevaron”, comentó el hombre.
Desde ese día, don Antonio no sabe nada de ellos. Y aunque ha dado a las autoridades información sobre el agresor, éste no ha sido detenido. Incluso se le ha visto en la colonia donde vive.
“A esa persona yo lo conozco, ahí anda en la colonia, me he topado con él. Ya hasta le mandé la foto al MP del pelado ese y no lo detienen” dijo.
Las mujeres aprovechan que hoy están escoltadas por la Policía, así que se trasladan a un camino ubicado entre sembradíos, a un costado de la carretera Reynosa Sur II. Los rumores dicen que aquí arrojan bolsas con restos humanos.
A machetazos se abren paso entre la maleza. Peinan el terreno por más de 30 minutos. No encuentran ningún indicio. Eso sí: a lo lejos se observan tres columnas de humo.
“Es como los delincuentes se avisan cuando las autoridades están cerca”, dice alguien del colectivo y se da por terminada la búsqueda. “No podemos arriesgarnos”.
“A donde voltees o busques, son fosas”, dice una de las mujeres.
“Yo busco a mi hijo y por eso es también mi tristeza y mi indignación. Otras compañeras buscan a sus esposos, sus hermanos. Todos tenemos familia, lamentablemente, que nos impulsa, que nos hace venir aquí a exponernos”.
Varias de las buscadoras coinciden en que los trabajos no deben quedarse solamente en los hallazgos de restos.
“Tienen que escalar hasta que la fiscalía haga el barrido de los terrenos e identifique a las víctimas”, dice una de ellas cuando vamos de regreso a Reynosa, la plaza del CDG. (Milenio)