“Antes de operarme yo tenía una existencia que podría considerarse privilegiada. Jamás había experimentado enfermedades importantes. Iba al gimnasio con regularidad y me cuidaba mucho en las comidas. Solía viajar a menudo para comprar ropa en el exterior y luego venderla en mis showrooms de Ramos Mejía y Núñez. Me iba bárbaro en lo personal y también en lo económico. Estaba completamente sana y era feliz”, dice Gabriela Trenchi, empresaria textil y una de las víctimas del cirujano argentino Aníbal Lotocki.
Después, las cosas cambiaron. Demasiado. Trenchi padeció (y padece) el resultado de una mala praxis atroz que la dejó en silla de ruedas y con múltiples trastornos físicos y psíquicos (problemas renales, de piel, de la vista, ataques de pánico, depresión y más), efectos colaterales de una cirugía brutal que le practicó Lotocki y su equipo hace casi nueve años. Sin embargo, a pesar de su debilidad física, con una voluntad y decisión de hierro, Trenchi se encargó de mover la causa judicial que llevó a Lotocki a la cárcel de Ezeiza, donde cumple actualmente una condena de ocho años.
En su flamante libro Cuerpos envenenados. La víctima que logró vencer al cirujano Aníbal Lotocki, Gabriela Trenchi cuenta con detalle las vicisitudes de su operación de glúteos, su complicadísimo posoperativo y la demanda judicial que logró poner al doctor Aníbal Lotocki tras las rejas. Un caso que necesito de varios aliados y a otras víctimas para llevar al cirujano tras las rejas. Entretelones y pormenores de una trama macabra que aún no termina.
El caso Lotocki
El cirujano Aníbal Lotocki ha sido el centro de un escándalo por múltiples acusaciones de mala praxis y negligencia en sus procedimientos. En 2022, fue condenado a cuatro años de prisión por causar lesiones graves a varias pacientes, entre ellas las celebridades Silvina Luna -que murió en 2023- Pamela Sosa y Stefanía Xipolitakis. El 18 de octubre de 2023, Lotocki se entregó a la Policía a partir de una orden de detención por el homicidio simple de Rodolfo Cristian Zárate, quien falleció en 2021 tras una cirugía estética.
Gabriela Trenchi ha sido una figura clave en el caso Lotocki, ya que su testimonio sobre las graves complicaciones de salud sufridas tras una intervención con el cirujano ayudó a visibilizar los riesgos asociados a sus prácticas. Trenchi denunció públicamente a Lotocki, detallando problemas como dolor crónico y movilidad reducida, lo que fortaleció las acusaciones contra el médico y subrayó la falta de precauciones mínimas y la omisión deliberada de atención postoperatoria. Su caso, junto con el de otras víctimas, ha impulsado una mayor investigación y atención mediática sobre las actividades de Lotocki, llevando a su detención.
En estos días, el tema vuelve a la luz porque Gabriela Trenchi publica Cuerpos envenenados. La víctima que logró vencer al cirujano Aníbal Lotocki, un libro publicado por Leamos -el sello editorial de Infobae- en el que cuenta su calvario tras la operación y la trama legal que finalmente puso al cirujano preso.
El libro es el relato en primera persona del dolor físico y la estafa moral que padeció –que aún padece – la autora y revela algunos pormenores interesantes: ¿Cómo funcionaba la clínica del doctor Lotocki? ¿Quiénes eran sus ayudantes y aliados? ¿Cómo trataba a sus pacientes antes de la operación? ¿Y después? ¿Cómo llegó a Tribunales la causa y por qué estuvo cajoneada durante varios años? ¿Qué mecanismos tuvo que mover Trenchi para agilizarla? Y ahora, ¿cómo sigue el camino judicial?
Pero antes de abordar la trama del libro, se impone una pregunta crucial a su autora:
-Si la vida era salud y alegría, ¿por qué se sometió a una cirugía plástica?
-En realidad, en esa época yo estaba en pareja, estuve 12 años con esa persona. Él me decía que tenía la cola caída… y yo estaba acomplejada por eso que él me decía. En realidad, yo tenía ese complejo desde chica. Fijate que, cuando era jovencita, no se usaba la pollera larga pero yo usaba pollera larga para taparme la cola. Tenía 17 años y no existía esta libertad de los cuerpos que hay ahora. Era todo más reglado.
-¿Y qué pasó?
-Al final, terminé separándome de esta pareja y cuando lo hice estaba por emprender un viaje con una amiga y decidí consultar a un cirujano, Gustavo Sampietro, que es un amigo. Y él me dijo: “Mirá, Gabi, por el peso de tu cola lo único que podés hacer es colocarte siliconas, como en las mamas, eso te podría mejorar”. Pero a mí eso no me convencía, porque con el trauma de la cola grande y la cintura chica, si me ponía siliconas me iba a agrandar la cola. “Voy a quedar como una mesa de luz”, pensé”.
En esos pensamientos estaba Trenchi cuando se cruzó con Lotocki: “Él era famoso, exitoso, y tenía su clínica y sus pacientes. Y yo quería consultarlo. A la primera entrevista me acompañó mi amiga y, cuando lo vi, me pareció un señor encantador, ¡un encantador de serpientes, resultó! Él me dijo que me quedara tranquila, que él hacia muchas cirugías, que él me podía colocar unos hilos tensores dobles, que los hacía con la propia grasa que me sacaba de los costados. Yo le dije que no quería que me pusiera nada extraño, porque ya se hablaba en ese momento de que él colocaba metracrilato”.
El metacrilato, sus derivados y combinaciones es el veneno que da título al libro de Trenchi y que llevó a la muerte a Silvina Luna (una de sus víctimas más conocidas) y a muchas otras personas. Pero Trenchi fue clara en esos primeros encuentros: “Yo le dije que no quería ningún metacrilato, solo los hilos tensores. ‘Quédate tranquila’, dijo él. Perfecto, dije yo. Claudia, mi amiga, estaba de testigo. Lo pensé. Lo fui a ver de vuelta. Me fui a hacer los estudios prequirúrgicos, me dieron perfecto, no tenía nada, y entonces él me hizo firmar el consentimiento todo apurado, el mismo día de la cirugía. Y entré al quirófano. Me operé el 7 de agosto de 2015. Ahí empezó el infierno de mi vida.”
-¿Vos ya tenías experiencia en cirugías estéticas? ¿Te habías hecho alguna cirugía antes?
-Sí, de mamas. Y a los dos días estaba trabajando, estaba perfecta. Ningún problema. Acá el problema no es el polimetrilmetracrilato, porque él no coloca esto. Él coloca un bio polímero, que son unas bolsas blancas y rosas, y también subitón que mezclaba con silicona líquida y con mi grasa. Y esto fue lo malo.
En Cuerpos envenenados, la autora cuenta con detalle de qué se trata el veneno del cirujano, a quien hoy llaman “Doctor Muerte”: “Gracias a punciones y estudios practicados en años posteriores, descubrimos que Lotocki sin mi consentimiento me había colocado ciertos productos en las piernas
Los médicos que me auxiliaron aseguraron que me habían puesto algo extraño.
Al principio, yo lo negaba de manera tajante: me resultaba inconcebible que un profesional hubiera violado su palabra aprovechando mi indefensión de paciente anestesiada.Sin embargo, en un estudio PET que me practicaron meses después de mi recuperación apareció con toda claridad el material extraño diseminado por glúteos, muslos y piernas.Lotocki me había envenenado a mí y otros pacientes. Estaba experimentando en nosotras con un compuesto que había llegad al país hacía varios años desde Paraguay. El polvo ingresó por Encarnación a partir del año 2013″.
En la investigación judicial, Trenchi, su abogado y el fiscal de la causa lograron identificar las sustancias – ilegales, nocivas, peligrosas- que Lotocki manipulaba.
“El tipo te dormía y luego hacía lo que quería. Si algo andaba mal culpaba a sus pacientes. Para él, cada uno de nosotros éramos responsables de las deficiencias de su cuerpo. Pero en realidad, fuimos sus conejillos de Indias. Él era como el doctor Frankenstein y quería esculpir nuestros cuerpos a su propio antojo, acudiendo a compuestos tan mágicos como ilegales.Fuimos sus conejillos,sus ratas de laboratorio. Sus víctimas”, escribe la autora de Cuerpos envenenados.
La causa judicial
“Siempre fuiste una guerrera, siempre saliste adelante sola”, me dijo mi hermana, diez años menor que yo, cuando supo que iba a iniciar acciones judiciales. Y al enterarse, el mismo Lotocki, inició una acción legal para callarme. Supuestamente, mis declaraciones eran injuriosas hacia su persona, pero nunca me afectaron sus amenazas. Jamás me va a amedrentar o a censurar”, dice GabrielaTrenchi y sigue: “En 2015, cuando me tomaron declaración los oficiales de justicia, comprobaron mi lamentable estado de salud y creo que se conmovieron. Las acciones siguieron adelante a todo vapor a pesar de que muchos amigos me decían que no iba a poder avanzar porque el Doctor Muerte tenía mucho acomodo político. Pero yo fui al frente sin que me importara nada. ¿Qué más me podía pasar? Mi vida estaba hecha trizas”.
La causa tiene varias aristas: por un lado, la acusación de abandono de persona. Lotocki operaba y luego dejaba a sus pacientes a la deriva. “Él nunca se ocupó de mí, ni siquiera me venía a ver a Los Arcos, donde estuve internada después de haber pasado por su quirófano”, dice Trenchi. También pesa sobre el cirujano la irresponsabilidad sobre las normas de asepsia: “El quirófano no cumplía con la normativa del Ministerio de Salud, no había limpieza, no había instrumental en regla, tampoco el equipo contaba con anestesista. A mí me anestesió el mismo Lotocki, me podría haber matado. Y también lo hizo con otros pacientes”.
La causa judicial también observó y condenó la estafa a nivel fiscal sobre la que estaba plantada la clínica de Lotocki: “Nunca me dieron un recibo en blanco por todo el dinero que pagué por mi operación. Además de la estafa de haberme realizado en el cuerpo algo que yo no quería”, subraya la damnificada.
Pero, a pesar de haber ganado esta batalla, hay para Gabriela Trenchi un tema pendiente que es, justamente, la responsabilidad del equipo de personas que trabajaba con el cirujano: “Lotocki está preso, pero también sus ayudantes deberían estar entre rejas. Había en el equipo un enfermero que no sé si es enfermero, la secretaria que después fue pareja del médico,y otras personas que trabajan con él y que sabían muy bien lo que estaban haciendo. Yo creo que funcionan como una secta y mi objetivo ahora es desarmar esa secta y que paguen todos por todos los crímenes que cometieron”, dice Trenchi.
En este punto, vale la pena volver a reflexionar sobre la práctica de la cirugía estética. Preguntamos entonces a Gabriela Trenchi:
-¿Qué recomendaciones podrías dar a las personas que quieren modificar algún aspecto de su cuerpo y se someten a este tipo de cirugías?
-Que lleven una vida sana, que hagan más deporte. Y si van a entrar a un quirófano, que se cercioren de que esté todo en regla: el instrumental, las habilitaciones, los profesionales que componen el equipo médico. Hay que darse un tiempo para pensar sobre lo que se va a hacer y observar todos los detalles antes de entregarse a la camilla.
En algún momento del libro, la autora compara a Lotocki con el diablo. La comparación invita a pensar en las motivaciones del cirujano actualmente preso. ¿Él sabe que hace el mal? ¿Lo hace a propósito o piensa que está haciendo el bien – dar belleza, por ejemplo, a las personas que atiende y que la próxima vez saldrá todo mejor?
Para Gabriela Trenchi no hay dudas: “Yo creo que es diabólico”, afirma, “porque él sabe lo que hace y lo hace por dinero. No está mal de la cabeza. Hizo millones, muchos millones de dólares y nadie lo está tocando por ese tema. Y él sabe perfectamente lo que coloca. Porque esos biopolímeros son nefastos, venenosos. Y la gente que estaba trabajando con él también es responsable de todas las muertes provocadas y de las enfermedades que padecemos muchos de sus expacientes. Por eso ahoraestoy con el tema de la asociación ilícita. Sigo litigando hasta que estén todos presos”. Continuará.
Infobae