“Me encanta ser mexicana por muchas razones: tenemos una cultura gigantesca, de muchos siglos y mucha historia. La tierra y la gente son de una gran belleza. Somos personas muy cariñosas y tenemos vínculos emocionales muy fuertes con la familia y los amigos”.
Quien habla es Alondra de la Parra, de 37 años, considerada una de las mejores directoras de orquesta en todo el mundo, actualmente al frente de la Orquesta Sinfónica de Queensland, Australia y ha dirigido más de 100 orquestas en 22 países.
Mientras espera el nacimiento de su segundo hijo en Ciudad de México describe a México como un país de grandes riquezas y contrastes.
“Hay cosas horribles, pero también hay cosas encantadoras. Es un mundo en sí mismo. México es más un planeta que un país”, dice a BBC Mundo.
Aunque nació en Nueva York, Estados Unidos, se mudó con sus padres a los dos años a México. Estudió música en los dos países.
En Nueva York, a los 23 años, fundó la Orquesta Filarmónica de las Américas para que músicos jóvenes tengan una plataforma para promover la música de todo el continente.
Cuenta que dirigir fue su sueño desde pequeña. “Era una gran aspiración, que se fue haciendo realidad poco a poco, con disciplina”.
El trabajo al frente de una orquesta es “diverso”, dice. Está la parte musical, pero también está la técnica corporal para utilizar la batuta con el fin de expresar las ideas y los sentimientos. También hay que saber manejar los ensayos, distribuir el tiempo, liderar al equipo y tener una visión artística.
De la Parra está convencida que la música puede provocar un cambio social.
Cuando los niños aprenden a abstraer, saben que el trabajo individual contribuye al de equipo y aprenden cosas como disciplina y respeto “van a ser de inmediato mejores ciudadanos”.
Como ejemplo pone el Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, que tiene 40 años funcionando.
Alondra de la Parra es muy activa apoyando el desarrollo musical de niños y jóvenes músicos, en distintos lugares y con distintos proyectos.
Algunos de ellos implican talleres en los que músicos profesionales van a las escuelas públicas y enseñan a los alumnos qué es una orquesta. También les enseñan a desarrollar temas, aunque no sepan escribir música. Al final escuchan su música en vivo con la orquesta.
Su amor por la música se desarrolló desde niña: “a mis papás les encanta la música y yo crecí rodeada de música y del goce de ella”. Dice que escuchaba desde sinfónica y ópera hasta bachata, boleros o ranchera.
Entre la música que más le gusta dirigir, además de la clásica de principios de siglo XX, es la latinoamericana y la mexicana.
“Me encanta llevarla a otros países y que el público se quede electrizado con la música de mi país”.
Se considera afortunada de haber encontrado su vocación. “Creo que el éxito es que te despiertes con emoción de hacer lo que haces y que lo sientas todos los días”.
Son los momentos “efímeros, pero muy potentes y espirituales los que justifican todo el esfuerzo”. Dice que son esos instantes en que siente una conexión profunda con algún músico o toda la orquesta.
Hizo la carrera de piano. “Pero la verdad es que con tanto viaje no toco tanto como me gustaría”.
Precisamente por tanto viajar ha aprendido que su casa está donde está la persona amada. “Cuando estoy con mi hijo estoy en casa, aunque no estemos en un lugar específico”.
Para la directora de orquesta, las mujeres y los hombres no tienen una sensibilidad distinta. “Todos somos masculino y femenino en diferentes proporciones. Cualquier artista necesita ambas partes”.