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Para José Carrera y Raúl Torres ser sepulturero es un trabajo como cualquier otro, parte de un legado familiar y además a ninguno de ellos les asusta estar rodeado de tantos difuntos, aún con fallecidos por covid-19 dicen no temer a la muerte, sólo la respetan y toman sana distancia.
José tiene 60 años y 44 como sepulturero, oficio que lleva realizando desde los 16, aunque recuerda que todo empezó desde su niñez, su padre tenía un taller de marmolería enfrente de un panteón y su tío era sepulturero.
“Crecí en el panteón en la Villa, se llama Guadalupe Hidalgo, empecé acarreando agua desde niño y me gustó el panteón, no he tenido otro trabajo, toda mi vida ha sido esto”, detalla.
Actualmente es encargado del panteón San Pedro Zacatenco, en la alcaldía Gustavo A. Madero, donde lleva 13 años trabajando. No recuerda la cifra exacta de cuántas personas ha enterrado, pero dice que han sido más de mil y que cada caso es muy especial para él, aunque se ha acostumbrado al dolor de la gente, hay casos que “son difíciles de digerir”.
“El temor es a la forma en la que mueres, para mí ya es algo muy normal y natural, sé que algún día también me enterrarán. Para mí todos son casos muy especiales, respeto a la muerte. Pero lo que más me duele de mi trabajo es cuando sepulto a un bebé”, lamenta.
Desde su oficina ubicada a la entrada del panteón, explica que en ese lugar hay 3 mil 627 fosas y que al día de hoy 27 personas fallecidas por coronavirus se encuentran ahí, para José es importante no llevar a casa “ningún virus” que contagie a su familia, aunque en ocasiones no use cubrebocas por trabajar bajo el sol, asevera que al terminar la jornada, se sanitiza con jabón y agua oxigenada.
“El protocolo es muy sencillo, nosotros tenemos un equipo de sanidad, el overol, mascarillas, cubrebocas y todo para poder realizar el trabajo. Cuando terminamos de laborar, nos sanitizamos y antes de llegar a la casa tengo jabón con agua oxigenada, me quito todo”, explicó.
Trabaja los 365 días de nueve a cinco de la tarde, cuenta con un salario fijo al pertenecer a la alcaldía GAM. A pesar de que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum anunciara que los panteones permanecerán cerrados en el Día de Muertos, José tendrá que ir, “tenemos que estar aquí por si hay un sepelio, seguimos trabajando normalmente”.
En días pasados, las 16 alcaldías de la Ciudad de México anunciaron que no habrá apertura de los 117 panteones que existen en la capital y sólo se continuará con las inhumaciones o incineraciones, debido a las medidas implementadas por la emergencia sanitaria.
Finalmente, menciona que este oficio se hereda, “va de generación en generación”. Su hijo estudió informática, pero al no encontrar trabajo comenzó a ayudar a José, ahora cumple las jornadas de ocho horas como su padre.
“Mis hijos desde su niñez me han visto trabajando en esto, desde que nacieron lo saben, de ahí he mantenido a toda mi familia. Esto ya es una tradición, tengo un hijo, el más pequeño es licenciado en informática, se casó y no encuentra trabajo. Lo que pasa es que le digo, vamos a trabajar, ya se hizo de aquí”comenta.
“No le temo a la muerte, la tenemos tan cerquita que no hay que olvidarnos de ella…”
Raúl tiene 58 años y 28 como sepulturero, a diferencia de José, él inició en este oficio como voluntario, aprendió por amigos y ex compañeros de trabajo. No percibe un salario, salvo lo que se reparten por cada servicio, gana entre 700 y 800 pesos por cada uno.
“Empecé apoyando a cuatro sepultureros que había antes, comencé a ayudarlos en lo que se podía y poco a poco como fueron falleciendo yo me he ido quedando. Por un servicio completo, desde profundidad, exhumación y volver a tapar se cobra 3 mil 500 pesos, incluye lo que cobra la delegación por permiso y lo que sobra nos lo repartimos entres las tres o cuatro personas, un promedio de 700 a 800 pesos”, detalla.
Trabaja en el cementerio San Bartolo Atepehuacan, Gustavo A. Madero, su lugar natal, donde el covid-19 se ha llevado la vida de 13 personas, en su mayoría adultos mayores, dice que antes de realizar cualquier acto se encomienda a Dios.
“De Covid hay alrededor de 13 personas, generalmente adultos mayores, hombre y mujeres. Mi Dios me ha dado esa voluntad de poder sacar a los difuntos otro ratito, aunque los tenga que volver a guardar. Hago una oración para que me dé fuerzas, voluntad de lo que voy hacer, me dejo guiar y hago lo que sé”.
Además, refiere que por la pandemia ha aumentado el trabajo y la basura. Antes su jornada era de siete a cuatro de la tarde, ahora labora de diez a dos de la tarde. “Sí, hay más quehacer como barrer para tener recogido que es mucho muy difícil, hemos tenido aumento de basura. Ahorita se ha estado acumulando por el tiempo que lleva cerrado”.
Raúl recuerda que lleva más de cien entierros en su vida, algunos de ellos los sepultan con playeras de algún equipo de fútbol, botellas de alcohol, escapularios, cigarros y oro, entre otros objetos. Pese a su nulo temor por la muerte, resalta que ha visto “de todo” en su oficio.
“No le temo a la muerte, le tengo respeto y le tomó distancia, la tenemos tan cerquita que sí, es de no olvidarnos de ella y tomarle distancia…La vida nos lleva a ganarle tardíamente. He visto mucho santero, avientan gallinas, cabezas de puerco y hasta fetos", dijo.
“Si estamos ocupados, se meten y los entierran ellos mismos. Nos ha tocado abrir y los sacamos. También ha habido fotos de parejas amarradas con alfileres y cosas así. En un tiempo encontré muchísima brujería, entonces me encontré con el sacerdote y me dijo que todo lo tirara como basura y no tuviera miedo, que no investigara nada”, detalló.
Dicho cementerio cuenta hasta el momento con 567 tumbas. A pesar del contacto diario que mantiene con los difuntos, comenta que no se enferma, pues su oficio le ha permitido “crear anticuerpos” para combatir cualquier infección que afecte su organismo.
“Lo hago de muy buena voluntad, yo creo que precisamente no me he enfermado porque muchos que me han ayudado ya no regresan, porque lo hacen con otra mentalidad, ya al ver al cuerpo y ahí, son cosas impactantes, a mí me ayuda que mi vista no es buena. Trato de levantarlos como si fuera yo el que estuviera ahí”, dijo.
Raúl explica que el 1 y 2 de noviembre, en el panteón de San Bartolo Atepehuacan, ponen ofrendas, catrinas, en la tarde rezan un rosario, prenden veladoras y hasta hay cuenta cuentos. Sin embargo, al permanecer cerrados los cementerios públicos y privados que administran las alcaldías de la Ciudad de México, la tradición quedará suspendida.
“En esos dos días han de venir como unas 500-700 personas en la noche, incluso venía gente que traen cuenta cuentos, hemos tenido la historia del fantasma de Sayula”, finalizó.