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A pesar de que el páncreas es un órgano fundamental, muchas personas en España no tienen muy claro cómo mantener o, incluso, mejorar su estado. El páncreas es el encargado de producir una serie de hormonas y otras sustancias que se relacionan con la digestión y la correcta absorción de los nutrientes. Sin duda, la hormona más famosa que produce es la insulina, una sustancia que asociamos rápidamente a una enfermedad: la diabetes.
La insulina es la sustancia responsable de que los niveles de azúcar en sangre sean adecuados. Sin embargo, las personas que padecen diabetes no son capaces de producir suficiente cantidad de esta hormona, pero también las células de las personas con diabetes pueden dejar de responder al estímulo de la insulina. El descontrol de la glucosa en sangre afecta a varios órganos y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La diabetes puede aparecer por culpa de una alimentación poco saludable. Concretamente, por un abuso de alimentos con un alto índice glucémico —es decir, aquellos que elevan nuestros niveles de azúcar en sangre nada más tomarlos— que hacen trabajar en exceso al páncreas y que, incluso, pueden terminar por deteriorar su función.
El pan blanco
Los españoles somos adictos al pan blanco. No sólo lo utilizamos para empujar la comida, sino que hacemos tostadas en el desayuno, bocadillos cuando tenemos poco tiempo para comer o, incluso, picamos pequeños trozos cuando estamos aburridos. La harina refinada con la que se fabrica está compuesta mayoritariamente por almidón que, al contacto con la saliva, se transforma rápidamente en azúcar.
En este sentido, nuestro páncreas trabaja en exceso para estabilizar los niveles de sangre sin que nos demos cuenta. "Este trabajo del páncreas resulta más difícil cuanta más grasa tiene una persona en su cuerpo y más sedentaria es, ya que el sobrepeso, la obesidad y el sedentarismo hacen que nuestras células se hagan resistentes a la acción de la insulina y, por tanto, se requiere del doble o el triple de insulina para conseguir lo mismo", explica el epidemiólogo Miguel Ángel Martínez-González en su libro Salud a ciencia cierta.
Las patatas
Otro alimento que es omnipresente en las dietas de los países occidentales y no nos hace demasiado bien en exceso es la patata. La tomamos como guarnición o como aperitivo y pensamos que su principal problema se encuentra en la grasa con la que pueden haber sido cocinadas. Sin embargo, la patata también tiene una gran proporción de almidones y poca fibra, lo que significa que su índice glucémico es alto.
De hecho, la parte con más interés nutricional de la patata es la piel y, por lo general, esta hortaliza se suele pelar antes de cocinar. La Universidad de Harvard elaboró un esquema de alimentación saludable en forma de plato —que puedes consultar en este artículo de EL ESPAÑOL— en el que se señala claramente que no debemos considerar a las patatas como una pieza de verdura más.
Los refrescos azucarados
La mejor bebida que podemos tomar para calmar la sed es el agua. La mayoría de refrescos que consumimos a diario están repletos de azúcares que hacen trabajar en exceso a nuestro páncreas. A pesar de que los refrescos azucarados representan una vía de ingesta de azúcares más evidente que los anteriores alimentos, se trata de unos productos extremadamente populares en las dietas occidentales.
"La peor forma de tomar azúcar es en forma líquida. [...] Nuestro cerebro interpreta la ingesta de cualquier líquido como si fuera solo agua: por muchas calorías que tenga, no las 'descuenta' y no nos sacian", explica Martínez-González. El experto explica que los refrescos con edulcorantes son seguros y mejores que los azucarados, pero deben tomarse como una transición al agua. Estas bebidas perpetúan la costumbre de tomar alimentos artificialmente dulces que hacen que los naturales y saludables no nos gusten tanto.
El arroz blanco
Si hay un cereal que puede considerarse icónico de España es el arroz, debido a que con él se elabora una de las recetas estrella de nuestra gastronomía: la paella. Sin embargo, deberíamos tomar menos arroz y siempre en su versión integral. "Comer arroz blanco es como comer azúcar, porque nuestro cuerpo transforma rápidamente el almidón de este tipo de arroz en glucosa, produciendo peligrosos picos de azúcar en sangre", explica el epidemiólogo.
Además del daño al páncreas que el consumo de este tipo de alimentos tiene asociado, también aumentan el riesgo de obesidad. Esto se debe a que los alimentos con un alto contenido en almidón provocan hambre poco tiempo después de haberlos consumido. De todas formas, podemos acostumbrarnos al arroz integral, que tiene más fibra y "ralentiza el paso del alimento por el tracto intestinal".
La pasta blanca
Aunque la pasta es el plato más típico de Italia y, por tanto, parte de la reconocida dieta mediterránea, la mayoría de nosotros deberíamos reducir su consumo. Se elabora con harina refinada, como el pan blanco o la bollería, y, además, en España pecamos de cocerla demasiado. Martínez-González explica que cuanto más se cuece la pasta, antes se convierte en almidón y, por tanto, es más sano tomarla al dente.
"Si bien la pasta muy cocida puede ser una opción para las personas que hacen mucho deporte —porque les permite obtener energía rápidamente, que es lo que necesitan en momentos de gran esfuerzo—, el resto de los mortales haríamos bien en reducir el consumo de pasta, tomarla al dente y, mejor, optar siempre por pasta integral, rica en fibra y nutrientes beneficiosos", explica el experto.