El Centro para la Competitividad de Yucatán, aliado, no enemigo

03 enero 2015
Noticias de Yucatán ()


El Centro para la Competitividad de Yucatán presentó en 2014 una radiografía muy completa que podría ayudar a mejorar la economía local

Una de las mejores herencias que recibimos de 2014 es sin duda el Centro para la Competitividad de Yucatán. Hay que celebrar mucho la puesta en marcha de este órgano de transparencia porque nos permite -así fue desde su mismísimo estreno- hacernos una idea cabal de cómo están las cosas en la Administración Estatal.
Casi todos los datos que componen los informes que el CCY ha presentado desde mayo seguramente están disponibles para cualquier ciudadano en las distintas páginas web de las correspondientes instituciones y dependencias estatales, pero la mayoría de las veces es poco útil, por compleja y confusa. El esfuerzo del CCY -buscar la información, depurarla, reunirla, compararla y presentarla ordenada y entendible- permite examinar el panorama en su conjunto y extraer conclusiones. Con esto busca ayudar a las autoridades y al sector productivo a encontrar soluciones efectivas a los problemas de Yucatán.
Su intención no es atacar al gobierno, pero sí vigilarlo para que las cosas se hagan bien y colaborar para que se hagan mejor. Quiere ser aliado de las autoridades, no enemigo, aunque los datos que ha puesto sobre la mesa y que dibujan la imagen de una economía en horas bajas, sin energía, contradigan la visión que se empeñan en mostrar los discursos oficiales.
Este es un brevísimo sumario de lo que nos ayudó a entender el CCY este año:
Economía en problemas
Primera deducción: la economía de Yucatán vive horas bajas. En 2013 fue el estado que recibió el mayor incremento en las participaciones federales, sin embargo, su crecimiento fue de apenas el 0.5%, por debajo del 1.1% del promedio nacional, que de por sí resultó insuficiente. El informe sugiere que la economía de Yucatán no camina por derroteros lógicos, que se empeña en enfocarse, por inercias, delirios o intereses políticos, en sectores productivos caducos, que sigue ignorando sus fortalezas competitivas.
Desempleo juvenil
Uno de los datos más inquietantes contenidos en los reportes del CCY es el que se refiere al tema del empleo: el 30% de los yucatecos sin trabajo tiene una carrera universitaria. La cifra revela las fisuras de una economía incapaz de satisfacer las expectativas de los jóvenes y de cambiar una realidad frustrante y peligrosa. Según estos mismos datos, de cada tres jóvenes que entran al mercado laboral, dos se van a la informalidad. De hecho, en Yucatán el 65% de la Población Económicamente Activa está en la economía informal, sin condiciones de protección social y con sueldos insuficientes para vivir con dignidad.
Borrado del mapa
El trabajo del CCY sobre la Inversión Extranjera en Yucatán tampoco trajo buenas noticias: los empresarios extranjeros no lo consideran un sitio atractivo para establecer negocios, por lo que la entidad ocupa uno de los últimos lugares en la captación de capital foráneo en el país.
De los 38,286 millones de dólares que entraron a México por Inversión Extranjera Directa (IED) en 2013, sólo 39 millones -un microscópico 0.17%- tuvieron como destino al Estado, que en este renglón ocupó el sitio 27 en el país de 2010 a 2013, debajo del 82% de los estados. “Yucatán, desafortunadamente, no existe en el mapa de la inversión extranjera”, apuntó en su momento Nicolás Madáhuar Boehm, presidente de Coparmex, organismo que auspició la creación del CCY
Por los suelos
El estancamiento de la economía yucateca tiene una de sus mayores manifestaciones en el sector agropecuario, que desde 2007 no crece y ha creado sólo 100 empleos, lo que ha impedido elevar el nivel de vida de la población dedicada a estas actividades.
En el PIB per cápita -cuánto valor genera el campo por gente empleada- pasa lo mismo, no hay ni la más leve mejoría: en 2005 era de $57,500 y hoy es de $56,600. “El panorama que dibuja este reporte confirma lo que sabíamos, que la economía yucateca está sin pulso y que de los tres sectores el agropecuario es el más empobrecido, más golpeado, producto ya no de una política inadecuada, sino de la absoluta inexistencia de una política de fomento al campo”, comentó al respecto el economista Alvaro Cano.
Mucho dinero, muchos gastos… una enorme deuda
En los últimos años el gobierno del Estado ha tenido a su disposición dinero suficiente para realizar inversiones productivas que podrían haber impulsado la reactivación de la economía estatal.
“¿Por qué los ciudadanos no sentimos sus efectos, por qué no se ve por ningún lado el impacto social de esos recursos?”, preguntó Gustavo Cisneros Buenfil, director del Centro para la Competitividad.
El CCY examinó la gestión financiera del gobierno y el sustentante sacó malas notas: aunque en siete años incrementó casi al doble sus ingresos (pasó de $14,901 millones en 2007 a $28,600 millones en 2013), destinó la mayor parte de ese dinero (el 62.5%) a gasto no productivo. Incluso en 2013 el indicador de cobertura de gasto corriente indicaba que de cada 5 pesos que el Estado recibe de forma regular, 4 están comprometidos en gasto corriente.
Esta situación lo tiene ahogado en la falta de liquidez y con compromisos de pago (deudas) que rebasan los $29,000 millones.
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