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Escrito por Angélica Pineda para el Empresario MX
Escrito por Angélica Pineda para el Empresario MX
En esta era de celebridades, vemos a empresarios exitosos como rockstars: los subimos al escenario y esperamos que canten el hit éxito, que con su visión del mundo nos iluminen la ruta para llegar a la cumbre; sortear con sus palabras los obstáculos burocráticos, surfear en el crecimiento del doble dígito. Y así, nos vamos a la cama soñando con ser el siguiente Bill Gates o Steve Jobs.
¿Fueron estos unos tigres de los negocios, cuya voracidad empresarial opacó a otros y los encumbró hasta el monopolio? Stephen R. Covey, autor de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, cree que no fue así. Para el consultor de organizaciones y autor de otros cuatro bestsellers, personajes como Bill Gates supieron poner en práctica los principios para crear grandes organizaciones, cimentadas en personas efectivas.
¿Cómo se convirtieron ellos mismos en personas altamente efectivas? Los grandes líderes nunca descuidan su cuerpo, es decir, comen los alimentos correctos, descansan lo suficiente y hacen ejercicio con regularidad; alimentan su espíritu, es decir, tienen un fin en mente y se revitalizan mentalmente con nuevos conocimientos.
Pero esto es la punta del iceberg de lo que implica construirse a sí mismos como personas altamente efectivas, porque no se puede llegar a la cima sin haber hecho la sinergia con otras personas u organizaciones, comprendiendo que la vida no es de dependencia o independencia, sino de interdependencia con individuos diferentes a nosotros, cuyo conocimiento nos hacen comprender la realidad.
La igualdad no es identidad, la uniformidad no es unidad. La unidad o la identidad suponen complementariedad, no igualdad. La igualdad no es creativa… y es aburrida. La esencia de la sinergia consiste en valorar las diferencias”, escribe Covey.
¿Puede haber sinergia sin comprensión? No, y esto es una barrera. La mayor parte de las personas, expone el autor, “escuchamos en cuatro niveles”: ignorando a las personas cuando hablan, fingir que escuchamos; prestando atención solo en algunas partes de la conversación, o escuchando con atención, poniendo toda nuestra energía en las palabras que se pronuncian.
Covey recuerda que después de la supervivencia física, la siguiente gran necesidad del ser humano es la supervivencia psicológica. Escuchar con empatía proporciona al individuo aire psicológico. Una vez satisfecha esta necesidad, puede centrarse en influir o resolver problemas.
Pero la sinergia requiere también de pensar no en términos de dicotomías, sino en abundancia para todos. La vida, o buena parte de ella, no es una competencia. Uno no compite con su cónyuge o sus hijos, o los vecinos o amigos. En cambio, los resultados que buscamos implica la cooperación con otros, y esta no se va a lograr si pensamos en términos de ganar-perder o perder-ganar.
En una realidad interdependiente, cualquier cosa inferior a Ganar-Ganar es un intento insuficiente que afectará la relación a largo plazo… Sin uno no puede llegar a un verdadero acuerdo de este tipo es preferible no pactar”, sugiere el autor.
Uno de los hábitos fundamentales de las personas altamente efectivas, tanto que Covey dedicó un libro entero a ese tema es el de saber diferenciar lo urgente de lo importante, y esto tiene que ver con la administración de la vida y el tiempo. Urgente es algo que demanda nuestra atención inmediata, aunque con frecuencia carecen de importancia, la cual, por otra parte, tiene que ver con los resultados.
Las personas altamente efectivas hacen cosas que no son urgentes, pero sí importantes, como construir relaciones, planificar a largo plazo, el ejercicio físico, formarse. Las personas efectivas, señala Covey, no se orientan hacia los problemas, sino hacia las oportunidades. Piensan preventivamente.
Pero no se puede avanzar a este nivel si antes no nos hemos propuesto un fin en mente, saber qué es lo verdaderamente importante para nosotros. Para desarrollar el hábito de empezar con un fin en mente debemos pensar que todas las cosas se crearon dos veces, primero en la mente y luego físicamente, como una casa: primero se planifica y posteriormente se construye.
Esa construcción mental debe venir de nosotros, porque si no desarrollamos esa autoconciencia y no nos hacemos responsables de esa primera construcción mental, estamos permitiendo que otras personas que están fuera de nuestro círculo de influencia den forma a nuestra vida.
Y esto nos lleva al principio de todo: la libertad de elegir. El hábito de ser proactivo no solo tiene que ver con tomar la iniciativa, sino con hacernos responsables de nuestra propia vida, y esto implica en tener conciencia de cómo y en qué invertimos nuestro tiempo y energía.
Hay situaciones qué forman parte de nuestro círculo de preocupación (salud, guerras, corrupción) sobre las que no tenemos ningún control real, incluso compromiso mental o emocional. Pero hay otras en las que sí podemos hacer algo y éstas se circunscriben a nuestro círculo de influencia. Las personas proactivas centran su atención a este último.
El circulo de preocupación, señala Covey está lleno de “tener”: seré feliz cuando tenga una casa, si no tuviera un jefe dictador… En cambio, el de la influencia está lleno de “ser”: ser paciente, ser sensato, ser cariñoso. No esperamos que cambie lo de afuera (tener) para que cambiemos nosotros, se trata de transformarnos desde adentro hacia afuera. Se trata entonces de ser distinto.
En conclusión, la proactividad, tener un fin en mente y separar lo urgente de lo importante tiene que ver con el autodominio, ir de la dependencia a la independencia, pero es el trabajo en equipo, la cooperación y la comunicación los que nos llevan a la interdependencia. El hábito siete, con el que comenzamos este artículo es el de la renovación.