Cuando viajar en transporte público es un calvario

30 septiembre 2017
Noticias de Yucatán 
Bastó acompañar en un día laboral a Alejandro para confirmar que el sistema de transporte urbano tiene un alto costo social y económico, no sólo por el impacto en el bolsillo familiar sino por el tiempo que se pierde en el traslado de un lado a otro, pues el diseño actual de las rutas obliga a perder hasta dos horas de la vida diaria entre viaje y transbordo. 

“El tiempo es oro” es una frase que Alejandro, de oficio plomero, recuerda todos los días cuando se encuentra parado desde las 6:30 de la mañana a la entrada del fraccionamiento Piedra de Agua, en el sur-poniente de Mérida. 

Junto con él, trabajadores, estudiantes y amas de casa esperan de 30 a 40 minutos para abordar una unidad de transporte público para que los lleven a su destino. En su caso, a una obra en construcción hasta el otro lado de la ciudad, en el norte. 

La entrada a Piedra de Agua, cercana al Periférico, desde temprana hora tiene vida ya que es el único lugar donde los taxis colectivos y autobuses convergen para que los usuarios los aborden. 

La espera le permite decidir si se va en taxi colectivo o en camión, pero la segunda opción no le agrada tanto ya que la antigüedad de los camiones y el exceso de pasaje con que llegan al paradero después de recorrer el fraccionamiento lo desaniman. 

Prefiere las “combis” porque esas unidades están casi vacías y no permiten pasajeros a pie. Alejandro al subir a las 7:00 horas demuestra su educación y saluda al chofer; sin embargo, no recibe respuesta del conductor, quien está más pendiente del radiocomunicador, con el que charla con el “checador”. 

Lo único que valora es la rapidez con la que llegó el chofer a su paradero, ubicado en la calle 54 con 67: el viaje al centro duró 30 minutos. Alejandro camina luego por la calle 56 hasta la 61, donde se ubica otro paradero para abordar su segundo transporte. 

Ahí se topa con las largas filas de pasajeros de otras rutas que convergen en la misma cuadra. El ir y venir de la gente para dirigirse a sus centros de trabajo, el tráfico, los “diablitos” con mercancía y los ambulantes con tortas convierten al sitio en un camino de obstáculos. 

En este escenario, opta caminar “tranquilamente” por la calle 54, donde sólo se encuentran dos paraderos, con filas de entre 10 y 30 de personas esperando el autobús. 

Después de caminar cinco cuadras en 10 minutos se dispone a “hacer cola” para espera el camión que lo llevará al fraccionamiento Montebello, pero el número de unidades es menor a diferencia de otras colonias por lo que tienen que esperar de 15 a 20 minutos para su llegada. En esta ocasión por estar retrasados los choferes, “fue afortunado” llegó rápido y sólo aguardó 10 minutos. 

La ruta fue Santa Gertrudis Copó, en un vehículo con muchos años de antigüedad, y la camisa blanca del chofer es opacada por la suciedad de la unidad. “Hoy sí es mi día de suerte”, comenta Alejandro mientras ocupa un asiento, dado que ha viajado incluso en el estribo del autobús. 
Después de 30 minutos llega a la construcción. Y va de vuelta El regreso no es tan diferente. Retirarse a las 5 de la tarde del trabajo para cualquier persona sería una gran ventaja para disfrutar el tiempo con su familia después de sus labores. 

Pero para Alejandro no lo es tanto, ya que debido a una mala planeación urbana y el crecimiento de la ciudad, el autobús de regreso no pasa por el mismo lugar, por lo que tiene que caminar dos cuadras para atravesar el Periférico y ahí abordar el camión para el centro. 

Por fortuna, donde espera su camión de transporte junto a sus compañeros es el inicio de la ruta, por lo que a los 10 minutos de espera llega y ocupa un asiento.

Pero ese clima agradable de la tarde poco a poco va desapareciendo. Conforme el camión se va llenando de gente, primero dos, después cinco, diez y al final ya es una auténtica “lata de sardinas” hasta que una voz al fondo grita “ya no hay lugar”, replicada por el camionero con un “córranse por favor, hagan doble fila”, unos obedecen otros no tanto, tal vez porque no quieren que se propague el calor, el sudor y los olores que no disminuyen a pesar de que el camión cuenta con amplias ventanas. 
En total fueron 45 minutos de viaje, entre bajadas y subidas. Al saber que el escenario de la calle 56 no es diferente por la tarde, cuando todos salen del trabajo, de nueva cuenta se va por la 54 hasta su paradero “prefiere caminar tranquilamente”, aunque amenaza lluvia. 

Después de realizar su travesía de dos horas por la ciudad, llega a su casa con su bebé Lian y su esposa Karen dispuesto a descansar. Así son casi todos los días.
Fuente Sipse
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