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Nueva York.- Un millón de neoyorquinos están enterrados en Hart Island, el cementerio municipal más grande de Estados Unidos, aunque muy pocos lo conocen, al menos por ahora.
Situada al este del Bronx, esta isla ha tenido varios usos desde que un médico inglés la compró a los indígenas en 1654.
Sirvió de cárcel durante la Guerra Civil estadounidense y de campo de entreno en la II Guerra Mundial, aunque desde hace 150 años alberga una inmensa fosa común donde van a parar vagabundos, presos, bebés y muchas otras personas cuyos cuerpos nadie reclama.
A causa de una anticuada legislación colonial, Hart Island todavía depende delDepartamento Penitenciario de Nueva York, que solamente permite la entrada de las familias un sábado al mes, siempre que lo soliciten con seis meses de antelación.
Sus fosas las cavan una quincena de presos con condenas menores a un año que navegan cada día desde otra isla en el East River, Rikers Island, el mayor complejo penitenciario de la ciudad.
Ahora, el concejal dominicano Ydanis Rodríguez ha presentado una propuesta de ley para transferir su jurisdicción al Departamento de Parques, del que dependen el resto de cementerios de Nueva York.
La intención es que Hart Island se convierta en un cementerio más y las familias puedan visitarlo cuando quieran, sin tener que rellenar formularios ni enseñar el carné de entidad, sin que se les requisen sus teléfonos y cámaras y sin tener ser escoltados por agentes de la autoridad, como sucede hoy en día.
Rodríguez tiene un plan: quiere que el ayuntamiento invierta 10 millones de dólares para renovar los diez edificios abandonados que alberga Hart Island y convertirlos en un museo.
Los turistas que quieran visitar la isla desde Manhattan se tendrán que armar de paciencia.
Hace falta tomar un tren hasta la última parada del Bronx, luego un autobús hasta City Island, una pequeña isla de pescadores, y desde allí subirse a un ferri.
Esta semana, el concejal recorrió Hart Island acompañado de algunos periodistas. Era la primera vez que visitaba el cementerio y es que, como él mismo reconoció, él tampoco conocía la isla hasta hace poco, y eso que fue profesor de historia.
Durante el paseo, se detuvo en una placa y leyó algunos de los apellidos de los fallecidos: Alonso, Ramos, Rivera, Santiago...
Este es el lugar de los más pobres. Muchos de ellos eran indocumentados, atestiguó el concejal latino.
Algunos familiares no saben con certeza dónde descansan sus seres queridos, como Elaine Joseph, una vecina del distrito de Queens que visita tres fosas diferentes cada vez que acude a Hart Island, donde fue enterrada su bebé de cinco días.
Su hija Tomika murió en 1978 durante una operación de corazón en un hospital de Manhattan, en mitad de una enorme tormenta que bloqueó el transporte durante días, y que le impidió ir a recoger el cuerpo de su bebé.
Sin que ella lo supiese, Tomika fue enterrada en Hart Island, algo que descubrió en 2009 gracias a la ayuda de Melinda Hunt, una canadiense que dirige The Hart Island Project, una entidad que ayuda a las familias a identificar a los fallecidos.
Lo hace, eso sí, con aquellos que murieron después de 1977, ya que los archivos anteriores se quemaron.
Hunt critica la dejadez del ayuntamiento con Hart Island y lamenta que la erosión provoca que se vean huesos humanos en la superficie cada dos por tres, un problema que persiste desde que empezó a documentar la isla hace quince años.
En 2005, Hunt consiguió que el cementerio abriese por primera vez sus puertas una vez al mes y ahora, con la ayuda de Rodríguez, presiona al alcalde para que la fosa deje de ser una "zona restringida" y se convierta en un lugar en el que aprender sobre la historia más olvidada de Nueva York.
Nueva York.- Un millón de neoyorquinos están enterrados en Hart Island, el cementerio municipal más grande de Estados Unidos, aunque muy pocos lo conocen, al menos por ahora.
Situada al este del Bronx, esta isla ha tenido varios usos desde que un médico inglés la compró a los indígenas en 1654.
Sirvió de cárcel durante la Guerra Civil estadounidense y de campo de entreno en la II Guerra Mundial, aunque desde hace 150 años alberga una inmensa fosa común donde van a parar vagabundos, presos, bebés y muchas otras personas cuyos cuerpos nadie reclama.
A causa de una anticuada legislación colonial, Hart Island todavía depende delDepartamento Penitenciario de Nueva York, que solamente permite la entrada de las familias un sábado al mes, siempre que lo soliciten con seis meses de antelación.
Sus fosas las cavan una quincena de presos con condenas menores a un año que navegan cada día desde otra isla en el East River, Rikers Island, el mayor complejo penitenciario de la ciudad.
Ahora, el concejal dominicano Ydanis Rodríguez ha presentado una propuesta de ley para transferir su jurisdicción al Departamento de Parques, del que dependen el resto de cementerios de Nueva York.
La intención es que Hart Island se convierta en un cementerio más y las familias puedan visitarlo cuando quieran, sin tener que rellenar formularios ni enseñar el carné de entidad, sin que se les requisen sus teléfonos y cámaras y sin tener ser escoltados por agentes de la autoridad, como sucede hoy en día.
Rodríguez tiene un plan: quiere que el ayuntamiento invierta 10 millones de dólares para renovar los diez edificios abandonados que alberga Hart Island y convertirlos en un museo.
Los turistas que quieran visitar la isla desde Manhattan se tendrán que armar de paciencia.
Hace falta tomar un tren hasta la última parada del Bronx, luego un autobús hasta City Island, una pequeña isla de pescadores, y desde allí subirse a un ferri.
Esta semana, el concejal recorrió Hart Island acompañado de algunos periodistas. Era la primera vez que visitaba el cementerio y es que, como él mismo reconoció, él tampoco conocía la isla hasta hace poco, y eso que fue profesor de historia.
Durante el paseo, se detuvo en una placa y leyó algunos de los apellidos de los fallecidos: Alonso, Ramos, Rivera, Santiago...
Este es el lugar de los más pobres. Muchos de ellos eran indocumentados, atestiguó el concejal latino.
Algunos familiares no saben con certeza dónde descansan sus seres queridos, como Elaine Joseph, una vecina del distrito de Queens que visita tres fosas diferentes cada vez que acude a Hart Island, donde fue enterrada su bebé de cinco días.
Su hija Tomika murió en 1978 durante una operación de corazón en un hospital de Manhattan, en mitad de una enorme tormenta que bloqueó el transporte durante días, y que le impidió ir a recoger el cuerpo de su bebé.
Sin que ella lo supiese, Tomika fue enterrada en Hart Island, algo que descubrió en 2009 gracias a la ayuda de Melinda Hunt, una canadiense que dirige The Hart Island Project, una entidad que ayuda a las familias a identificar a los fallecidos.
Lo hace, eso sí, con aquellos que murieron después de 1977, ya que los archivos anteriores se quemaron.
Hunt critica la dejadez del ayuntamiento con Hart Island y lamenta que la erosión provoca que se vean huesos humanos en la superficie cada dos por tres, un problema que persiste desde que empezó a documentar la isla hace quince años.
En 2005, Hunt consiguió que el cementerio abriese por primera vez sus puertas una vez al mes y ahora, con la ayuda de Rodríguez, presiona al alcalde para que la fosa deje de ser una "zona restringida" y se convierta en un lugar en el que aprender sobre la historia más olvidada de Nueva York.