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Pocos escritores han sostenido una pregunta tan constante y sensible sobre lo que significa sentirse hombre o sentirse mujer como el estadounidense Jeffrey Eugenides (1960). De hecho, escritos entre 1988 y 2017, los diez cuentos publicados ahora en Denuncia inmediata(Anagrama) repiten en una escala microscópica las mismas inquietudes con las que Eugenides ha construido novelas tan ambiciosas como Las vírgenes suicidas (1993), Middlesex (2002) y La trama nupcial (2011).
Entonces, ¿cómo se forman las identidades masculinas y femeninas? ¿Cuánto dificultan las ciencias biológicas y las tradiciones culturales la tarea de afrontar las realidades de la sexualidad humana? ¿Y en qué medida, además, influye en estas discusiones la trama siempre silenciada del dinero? Si estas preguntas sintetizan las peripecias de Denuncia inmediata, es también la prolongada coherencia de Eugenides con su proyecto literario lo que desvanece cualquier sospecha de oportunismo al enfocarse en lo que hoy, en pleno auge de una nueva serie de reivindicaciones feministas, significa "ser un hombre".
Interrogado sobre esta "crisis de la masculinidad" por el diario español El País, Eugenides aprovechó para aclarar que la pregunta sobre la identidad masculina no se opone "a lo que está sucediendo" —en alusión al movimiento feminista #MeToo—, sino que retoma el delicado problema de vincular al horizonte masculino una sensibilidad emocional acorde a las demandas de cambio. En especial cuando, según Eugenides, en lugar de entender qué actitudes son realmente nocivas, muchos adolescentes crecen mientras oyen hablar sobre una "masculinidad tóxica" que hace "inherentemente negativo" el hecho de ser varón.
"No creo que eso sea de ayuda para nadie", dice Eugenides. Convertido en el núcleo de la novela Middlesex, en la que se retrata a una adolescente hermafrodita que deberá decidir bajo qué sexualidad llevará adelante su vida, y también de la novela La trama nupcial, en la que un triángulo amoroso se define al compás de lo que las teorías literarias entienden como "un matrimonio feliz", esta discusión acerca de la reconstrucción de las identidades sexuales reaparece en una de las mejores historias de Denuncia inmediata: La vulva oracular, fechada en 1995.
La vulva oracular cuenta a partir del descubrimiento de la encima 5-alfa-reductasa —cuyo déficit provoca el pseudohermafroditismo en hombres— el modo en que, hasta mediados del siglo pasado, la ciencia tenía el poder irrevocable para definir las identidades sexuales. "Desde el siglo XIX, la medicina había seguido utilizando el mismo criterio diagnóstico sobre el sexo formulado por Edwin Klebs en 1876. Klebs mantenía que las gónadas de una persona determinaban su sexo. En los casos de género ambiguo, se examinaba el tejido gonadal al microscopio. Si el tejido era testicular, el individuo era varón; si ovárico, mujer".
Lo que descubre en los años sesenta del siglo XX el célebre doctor Peter Luce, protagonista de La vulva oracular —el título de su exitosa columna en Playboy—, es que los padres ya no están dispuestos a aceptar en silencio estos fríos dictámenes sobre la "intersexualidad" de sus hijos. "Cuanto más estudiaba y leía, más se convencía de que las categorías sacras de hombre y mujer no eran en realidad sino simulacros. En determinadas condiciones genéticas y hormonales, era sencillamente imposible decir cuál era el sexo de algunos recién nacidos. Pero los humanos, históricamente, se habían negado a aceptar la conclusión obvia". Hasta acá, entonces, Eugenides expone su reconocida capacidad para la investigación y para establecer a la vista del lector la hipótesis de su relato. Sin embargo, lo que sigue es su capacidad humorística para confrontar esas ideas con sus propias paradojas.
¿Qué ocurriría si el revolucionario director de la Clínica de Trastornos Sexuales e Identidad de Género de Nueva York, la institución con la que el doctor Luce quiere terminar con "dos mil años de tiranía sexual", visitara la costa Casuarina y conociera las extrañas costumbres de los aborígenes dawat? "Los varones dawat piensan que el contacto con las mujeres es altamente contaminante, y por lo tanto han concebido estructuras sociales encaminadas a limitar al máximo tal posibilidad de contagio. Hacen lo que tienen que hacer y se van lo antes posible. Según Randy, el antropólogo que habla su idioma, la palabra para vagina en dawat es, literalmente, esa cosa que en realidad no es buena", cuenta Luce mientras se sumerge en lo más terrible de una cultura donde "la denigración de la vagina lleva aparejada la exaltación de los órganos genitales masculinos".
La evolución, parece decirnos entonces Eugenides, aún cuando nos remita a la complicada historia de la sexualidad humana, es un "revoltijo de posibilidades cuyo progreso no se da mediante mejoras sucesivas sino mediante cambios, algunos buenos, algunos malos, y ninguno prefijado de antemano". Y es por eso por lo que incluso un salto tan emancipador como el realizado desde el determinismo científico hacia el determinismo cultural puede acarrear, también, una renovación de los malentendidos entre los sexos.
Menos satírico y más real que los dawat narrados por Eugenides, un buen ejemplo para ilustrar estas nuevas disputas es el éxito del psicólogo clínico Jordan B. Peterson, un canadiense cuyo renombre creció en los últimos tiempos gracias a sus fuertes posiciones contra "las políticas de la identidad" que pretenden "derrumbar a Occidente". Con una mezcla tan seductora como esperpéntica de "biología evolutiva", "psicología del desarrollo" y misoginia, Peterson se hizo popular por repetirles a millones de varones adolescentes a través de YouTube inconsistencias tan flagrantes como que "la izquierda posmoderna y sus guerreras feministas han sepultado la biología bajo su ideología" y que "las feministas radicales no distinguen entre un hombre competente y un déspota".
Convencido (también) de que la masculinidad está en crisis, Peterson —al igual que otro polemista nacido y criado en las redes, Milo Yiannopoulos— es una excelente demostración de cómo la misma inquietud planteada por Jeffrey Eugenides puede derivar en formas grotescas de lo que el filósofo esloveno Slavoj Žižek define como "una actitud completamente ciega a los antagonismos internos y las inconsistencias del proyecto liberal en sí mismo".
En otras palabras, si la masculinidad se encuentra en crisis —y toda la obra literaria de Eugenides ayuda a entender por qué—, no es por las oscuras acciones de las "guerreras feministas" o la "izquierda posmoderna", sino por las frustraciones y los sentimientos de derrota arrastrados por lo que el autor de Denuncia inmediata describe como "una disparidad de la riqueza que nunca había sido tan grande como ahora".
Al incluir en esta discusión sobre la reconstrucción masculina al dinero y al mercado laboral, Eugenides le añade a una tradición de autores con intereses similares —entre los que se destacan desde Philip Roth hasta el noruego Karl Ove Knausgård— lo que el inglés Martin Amis estableció en novelas como Dinero (1984) y Perro callejero (2003): la masculinidad es algo más allá de la sociabilidad de los hombres y sus sensibilidades. Cuando se trata de masculinidad, lo que está verdaderamente en juego es el poder. Un deseo inevitable de supremacía que ahora, además, debe luchar para adaptarse a un nuevo escenario cultural y económico con espacios cada vez más amplios para las mujeres. Fuente:infobae