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Es una mujer sorda que ha desarrollado la capacidad de comunicarse con los oyentes con sólo leer los labios.
Ella no conoce la lengua de señas y esto le ha dado una manera particular de desenvolverse con los demás, de tal suerte que para los oyentes resulta inmediato entablar comunicación.
Con pocos ademanes y algunas sílabas que deja escapar en el transcurso del diálogo, Elizabeth de Jesús Braga nos comparte cómo ha sido su experiencia dentro de Ganso Azul, empresa maquiladora donde labora desde hace más de 13 años.
A sus 40 años parece no encontrar una limitante en la comunicación, y aunque en una pregunta no logramos comunicar el mensaje que queremos -con ayuda incluso de la supervisora que labora día a día con Elizabeth-, la diferencia de lenguaje no nos detiene.
Durante la entrevista Elizabeth se incorpora a la plática y da a entender su postura sin ayuda del intérprete. Ella nos comparte lo cómoda que se siente entre los compañeros, y al mismo tiempo expresa el gusto que tiene por su trabajo como operaria de la empresa, pues después de 13 años de laborar en diferentes áreas, desea seguir colaborando.
Capacitadores que orientan al equipo de trabajo
“Ella es una persona muy inteligente, te entiende, te lee los labios”, cuenta Doris Esquivel, coordinadora de área encargada de capacitar al personal.
Platica sobre su labor con personas con discapacidad, la cual se fundamenta en la integración del equipo, superando así las barreras del lenguaje. Cualquier integrante del grupo puede ser capacitado para que los trabajadores de nuevo ingreso asuman sus labores diarias. En el caso de Elizabeth, Doris le ha delegado dicha tarea y aunque no conoce el lenguaje de señas, con el paso del tiempo ha logrado entablar una comunicación laboral efectiva, misma que se adapta tanto a las necesidades de los empleados como de los coordinadores.
“Cuando le explico qué es lo que ella necesita hacer, se lo muestro físicamente y ella ejecuta lo mismo para que yo verifique que lo entendió”, describe.
En el caso de los empleados con padecimientos de sordera, cuentan con los procesos escritos en papel, lo cual no sólo les da claridad en sus labores, sino que ayuda a los coordinadores a resolver cualquier obstáculo, y con ello evitar errores en la producción.
Al trabajar con otras personas en al misma condición, Doris reconoce que se ha acoplado a las variantes del lenguaje de cada cual. “Van pasando los años y tú te vas adaptando también a ellos. Y la verdad ya no se me complica comunicarme”.
A la fórmula de trabajo, los capacitadores coinciden en que se debe agregar, invariablemente, el respeto, pues a partir de éste se abren otras posibilidades de comunicación y convivencia. “Aquí todos somos iguales, a todos nos tratan por igual, y los más importantes son los operadores. Sin ellos nosotros no somos nada, ellos hacen la labor”, sostiene.
La rapidez de William
En contraste con Elizabeth, nuestro segundo entrevistado sí conoce la lengua de señas, aunque no en su totalidad, y él mismo reconoce que desde que era pequeño, en la escuela, tuvo problemas al aprenderla.
En esta ocasión el intérprete nos ayuda a comunicarnos y William Aragón nos cuenta que ingresó a Ganso Azul justo cuando cumplió la mayoría de edad; su padre lo llevó personalmente a la empresa, de la que ha sido parte con algunas entradas y salidas. A sus 39 años de edad, colabora en el área de costura.
La forma de expresarse de William es enérgica, al menos es lo que su rostro y su cuerpo proyectan.
Él le cuenta una serie de cosas a nuestro compañero y traductor, Giancarlo Lonngi, y va y viene de un tema a otro, desde sus relaciones personales con otros sordos, la colonia donde vive, así como su percepción hacia las personas oyentes con las que trabaja, que aunque confiesa que en ocasiones no logra una comunicación ideal, él percibe un entorno de gente buena que lo respeta.
William continúa dando detalles sobre su persona sin dar espacio para una sola pregunta, la cual no hace falta.
En el trabajo como operario, sabe que algo lo distingue de los demás compañeros, y no es su condición de sordo, sino su rapidez.
Él costura las bolsas de los pantalones con una habilidad que cualquiera dentro de la empresa maquiladora sabe reconocer. (Al terminar la entrevista, nos dio muestra de ello, y en verdad comprobamos su destreza).
Sabe que su productividad es alta, él costura cada vez con más precisión, plegando pequeños bordes de tela que le exigen un cuidado especial. Su ritmo de trabajo le permite costurar más de 300 piezas por día.
Labor de paciencia y tolerancia
“Es muy habilidoso, está en una operación clave que muy poca gente ha logrado. Es uno de los mejores empleados. Mostramos a los otros compañeros cómo costura, cómo maneja sus manos y la prenda”, describe Miriam, supervisora del área; ella comparte lo complicado que puede ser comunicarse a través de la lengua de señas. “En un inicio fue muy difícil”, reconoce, y cuenta que después de cuatro años de trabajo en conjunto con personas sordas ha aprendido algunas señas básicas.
“Tenemos que tener paciencia”, subraya, pues como coordinadora cumple un papel importante, al crear un canal de tolerancia entre los empleados, ya que al conocer la forma de trabajo de una persona con discapacidad, se puede transmitir al resto de los trabajadores una buena relación laboral.
“Para mí es satisfactorio trabajar con ellos (los sordos) porque son personas con muchas capacidades. Ellos aprenden y hacen lo que tienen que hacer".
“La premisa siempre ha sido el respeto”
“Busco gente que tenga aptitud y actitud. Seas lo que seas y como seas, en el aspecto que sea”, enfatiza Claudia Martínez, directora de la maquiladora.
Se defienden los derechos de las minorías, señala, al contratar a una persona con discapacidad.
Además de buscar un perfil con ciertas habilidades, se busca empatía con las prácticas de la empresa.
Al momento, la maquiladora cuenta en su plantilla con tres personas sordas.
“Si quieres trabajar eres bienvenido aquí. No importa tu edad, tu religión, tu sexo, tu política, tu género, siempre y cuando vengas a hacer tu chamba y con las reglas de la empresa, que son la honestidad, el respeto, el compromiso, la honorabilidad, la positividad y la responsabilidad”.
“Cualquier relación, la que sea, está basada en el respeto; es indispensable para que una sociedad funcione”, concluye. La Jornada Maya