La dura tarea de ser padre en los tiempos actuales, se torna más difícil cuando usamos métodos que pudieran ser contraproducentes, una de esas acciones es gritarle a los niños con el fin de corregirlo, pero es considerado un error de los peores que uno padre puede cometer.
Este hecho podría causar un daño en el cerebro del niño, adicional a que gritar es una forma de violencia que evita la consolidación de vínculos afectivos sanos y satisfactorios, pero que además podría sembrar miedo en la relación.
Especialistas señalan que donde hay miedo, no hay amor, ni paz, ya que el grito tiene una “propiedad sonora única, impacta y activa el centro neuronal del miedo, que está en la amígdala.
Y no solo eso, otra investigación concluyó también que tiene efectos negativos para los padres, ya que los efectos de esta violencia verbal provocan problemas de conducta en los menores, como discusiones y peleas con compañeros, dificultades en el rendimiento escolar, mentiras a los padres, síntomas de tristeza repentina y depresión.
Lo mejor en estos casos de enojo es mantener la calma, los padres deben intentar detenerse un momento, respirar, y recordarse a ellos mismos que tienen derecho a estar enojados, pero que son capaces de demostrar este enojo de otra manera que no sea gritando.
FUENTE: Linea Directa