Víctima de trata y ahora trabaja en el MP para castigarla

22 septiembre 2019
Noticias de Yucatán. 

Yamileth trabaja en la Fiscalía General del Estado de Puebla, concluyó la carrera de Derecho y quiere ser agente del Ministerio Público para investigar y combatir la trata de personas. Ella conoce el tema porque ha cursado diplomados y escapó de ese infierno. Yamileth no es su verdadero nombre, pero es una sobreviviente.

El 90% de las víctimas nunca es rescatado, afirman organizaciones contra la trata. La joven fue enganchada por enamoramiento, uno de tantos métodos para captar mujeres.

“[Los tratantes] ven las vulnerabilidades. Son astutos y manipuladores”, cuenta la mujer de 24 años. Se han vuelto profesionales en este delito que se considera como una de las actividades ilícitas más lucrativas, luego del narcotráfico y tráfico de armas.

El Reporte sobre Trata de Personas 2018 (TIP Report, por sus siglas en inglés) coloca a México como un país de origen, tránsito y destino de hombres, mujeres y niños víctimas con fines de explotación sexual y trabajo forzado, entre otros.

De 2015 a 2018, en México se abrieron mil 657 carpetas de investigación por trata de personas y tan sólo de enero a junio de este año se han sumado 210, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Comparando ese periodo con el del año anterior hay un incremento de 9%.

Un romance le cambió la vida

Yamileth tenía 19 años cuando conoció a Ricardo, sobrino de un compañero de su hermana, él tenía 39 años. En ese momento ella estudiaba en Tlaxcala el primer semestre de Derecho y tenía un hijo de un año siete meses.

En 2015 iniciaron una relación y cuando ella terminó el semestre él le pidió que vivieran juntos. Su pequeño se quedó con sus abuelos y la pareja viajó a la Ciudad de México.

Lejos de su hogar, su relación con Ricardo se tornó posesiva. Cada llamada que recibía tenía que estar en altavoz y tenía prohibido decir dónde estaba.

Cuando se acercó el tiempo de carnavales en Tlaxcala, en especial en el municipio de San Miguel Tenancingo, tuvieron que volver, porque Ricardo era uno de los organizadores. La mujer aprovechó el viaje y vio a su padre. Su pareja regresó, estaba molesto y le pidió que preparara su maleta de nuevo.

Viajaron. Al llegar al departamento de la Ciudad de México, Ricardo encendió la televisión y subió el volumen, cerró la puerta y la empezó a golpear: “Me dio puñetazos en la cara y me pateó las costillas. Quedé hinchada”. A la mañana siguiente le preguntó: “¿Así quieres que te trate?”

La mujer fue amenazada por su tratante con que su hijo sufriría las consecuencias si ella se negaba a tener relaciones sexuales con otras personas.

 

Tres días después él le ordenó a Yamileth que volviera a preparar sus cosas para salir de viaje. Se dirigieron a Acapulco, Guerrero.

Una vez en el puerto, la dejó con una mujer. “Él me dijo: ‘Si no haces lo que te digo, tu hijo pagará las consecuencias’”, relata.

La mujer, sólo unos años mayor que ella, le dijo que su trabajo iba a consistir en cobrar por sexo.

Las amenazas y golpes causaron tanto temor en ella que obedeció. “Me daba asco ser tocada. Me sacaban del departamento a las 10 de la mañana y regresaba a la medianoche. Si yo quería desayunar, primero tenía que hacer un servicio para poder comer. Estaba harta y me preguntaba: ‘¿Cómo es posible que una persona que dijo que te quiere te pueda hacer esto?’”, agrega.

Escape del abuso

Yamileth estuvo tres meses en el puerto siendo explotada sexualmente. “Luego de dos meses llevó a otra chica, quien llevaba un hijo de Ricardo”.

El miedo la hizo huir, pidió ayuda a los dueños del edificio que vivían en el segundo piso, pero le dijeron que no querían tener problemas.

En un forcejeo con Ricardo ella trató de quitarle las llaves sin éxito. “Casi me avienta del barandal, pero me agarré duro”, detalla. El hombre abrió el departamento y en el cuarto la tiró al piso, la obligó a que se metiera a bañar y aún en la regadera la siguió golpeando “hasta que se cansó”.

Él salió del baño y se recostó unos minutos en la cama. Yamileth agarró una toalla y descalza huyó del lugar.

Corrió. Unos policías la encontraron y la llevaron al área de delitos sexuales de Acapulco. Una vez que la joven se reunió con su familia les sugirieron levantar la denuncia en Puebla.

En esa entidad pudo ingresar a uno de los 18 refugios que existen en México para víctimas de trata, los cuales, según organizaciones y expertos, son insuficientes y algunos fueron afectados por recortes presupuestales.

Yamileth llegó a Casa Anthus, que pertenece a la Asociación Nacional contra la Trata Humana en la Sociedad, la cual ha atendido a aproximadamente 100 mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual.

Un delito impune

La directora del refugio Anthus, Mariana Wenzel, inició estudiando el fenómeno luego de ver a niñas de 12 y 14 años en un burdel en Filipinas.

“Es evidente que no hay una cifra oficial que muestre la realidad. Hay una opacidad del delito, pero eso no invalida las investigaciones (...) Si hablamos de cuántas personas fueron consignadas, se concluye que es un crimen impune“, señala Mario Fuentes, titular de la Cátedra Extraordinaria de Trata de Personas en la UNAM.

Un mes después de que Yamileth saliera de Casa Anthus detuvieron a Ricardo y lo llevaron al penal de Acapulco, donde estuvo preso 11 meses, pero tramitó un amparo. “El juez dijo que no había pruebas suficientes para condenarlo, entonces el proceso aún sigue”, lamenta la joven.

La familia del hombre intimidó para que la denuncia fuera retirada, pero la víctima y su familia no cedieron.

Por este delito, en México han sido procesados 438 hombres y 166 mujeres y condenados 150 hombres y 74 mujeres, según señala un informe mundial de 2018 de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

Una investigación realizada por la asociación Anthus y la Ibero Puebla menciona que en el país existen cerca de 47 redes dedicadas a este delito.

La activista y directora de la Coalición Contra el Tráfico de Mujeres Regional para América Latina y el Caribe, Teresa Ulloa, refiere que Tlaxcala tenía 30 municipios que se dedicaban a la trata de personas, pero el ilícito ya se extendió a 40.

Yamileth menciona que falta mucha capacitación para las autoridades: “Como víctima, ciudadana y en la fiscalía he visto la ineficiencia”.

Su hija e hijo se han convertido en su motor a pesar de lo que sufrió. A Yamileth le gusta contar su historia porque cree: “Si alguien vive esto, que sepa que puede salir adelante y si no hay personas que quieran consumir, no habrá trata”.

El Universal 

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