Nueva York.- En los días iniciales de la pandemia de
coronavirus, los médicos notaron algo sobre las personas que se enfermaban
gravemente de COVID-19: muchas eran obesas.
El vínculo se volvió más claro a medida que el coronavirus
se extendió por el planeta y se acumularon los datos, y los investigadores
siguen tratado de determinar por qué.
El sobrepeso incrementa las probabilidades de desarrollar
varios problemas de salud, incluyendo padecimientos cardíacos y respiratorios.
Y esos están entre los principales padecimientos que pueden hacer que los
pacientes de COVID-19 tengan mayor riesgo de enfermarse gravemente.
Pero existe evidencia de que la obesidad en sí puede
aumentar las probabilidades de complicaciones severas de la infección con
coronavirus.
Un estudio de más de 5,200 pacientes infectados, incluyendo
a 35% que eran obesos, encontró que las probabilidades de hospitalización
subieron para personas con un índice de masa corporal (IMC) elevado,
incluso cuando se tenían en cuenta otros problemas que pudieran ponerles en
riesgo.
Los científicos siguen estudiando los factores que pudieran
estar influyendo —la forma en que la obesidad afecta el sistema
inmunológico pudiera ser uno— pero dicen que se trata de otro ejemplo de
cómo la pandemia arroja luz sobre los desafíos en materia de salud pública que
ya existían.
La obesidad pudiera ser una razón por la que algunos países
o comunidades han sido afectados duramente por la pandemia, dicen estudiosos.
En Estados Unidos, la tasa de obesidad entre los adultos ha subido durante
décadas y es ahora de 42%. La tasa es aún mayor entre las personas de raza
negra y los hispanos.
Una persona que mide 1.70 metros es considerada obesa
a alrededor de 86 kilogramos, o a un IMC de 40 o más.
Los científicos dicen que múltiples factores seguramente
dificultan que las personas obesas combatan la infección con coronavirus, la
cual puede dañar los pulmones. Tener peso excesivo causa presiones al cuerpo, y
ese exceso de grasa corporal pudiera limitar la capacidad de los pulmones
de expandirse y respirar.
Otro problema es la inflamación crónica, que a menudo
acompaña a la obesidad. La inflamación es una forma natural del cuerpo de
combatir intrusos dañinos, como los virus. Pero una inflamación duradera no es
saludable y pudiera debilitar las defensas del cuerpo cuando una
amenaza real aparece.
“Es como arrojar gasolina al fuego”, dijo el doctor Dariush
Mozaffarian, un estudioso de la obesidad y decano de la escuela de nutriología
de la Universidad Tufts, cerca de Boston.
E incluso si personas obesas no tienen un diagnóstico de
diabetes o padecimientos cardíacos, apunta Mozaffarian, su salud pudiera
no ser óptima.
La manera como está distribuida la grasa en el cuerpo
pudiera tener un papel importante también. Un estudio encontró un riesgo
elevado de muerte por COVID-19 en personas con obesidad severa, pero solamente
entre los hombres.
Eso pudiera reflejar el hecho de que los hombres tienden a
tener exceso de lípidos en el área del estómago, dijo la doctora Sara Tartof,
coautora del estudio que investiga enfermedades infecciosas para Kaiser
Permanent en California. Ese tipo de grasa está más asociado con la producción
de una hormona que pudiera contribuir a una enfermedad más severa, dijo.
Los científicos exploran también la posibilidad de haya algo
específico del coronavirus que haga a las personas obesas más
susceptibles a enfermarse severamente.
Por ejemplo, el virus infecta las células al acoplarse a los
receptores en la superficie de algunas células. Ese receptor es abundante en
las células adiposas y los científicos estudian si eso las hace “un buen nido
para el virus”, dijo el doctor Francois Pattou, de la Universidad de Lille, en
Francia, que ha trabajado en estudios sobre el nexo entre la obesidad y
manifestaciones severas de COVID-19.
También pueden surgir complicaciones en la atención médica
una vez que el paciente es hospitalizado. Para ayudar con la respiración, por
ejemplo, los médicos han estado colocando a los pacientes con COVID-19 bocabajo
en las camas. Pero eso puede resultar difícil para los pacientes obesos, lo que
hace más probable que sean conectados a respiradores artificiales.
Y una preocupación adicional: Una vacuna para el
COVID-19 pudiera no ser igualmente efectiva para las personas obesas, como
ocurre con las vacunas para la influenza y otras enfermedades.
La razón para ello no es conocida, pero una posibilidad es
que la obesidad obstaculiza un aspecto del sistema inmunológico que tiene que
ser activada para que funcionen las vacunas, dijo la doctora Nancie MacIver,
que estudia cómo el peso afecta el sistema inmunológico en la Universidad Duke,
en Durham, Carolina del Norte. Y dijo que cualesquiera que sean los factores en
juego, muy probablemente serían aplicables a una vacuna para el COVID-19.