Ana María Freire es doctora en informática y se dedica a
extraer datos de millones de cuentas de redes sociales, como Twitter, con el
fin de detectar cuando un usuario de estas plataformas genera cierto tipo de
contenidos que podrían señalar un trastorno.
“Extraemos patrones comunes a todos ellos (…) solo basado en
la publicación de Twitter e imágenes publicadas en los tuits”, explicó, en
entrevista con Quinto Poder, la también investigadora y docente de la
Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona.
Con la información que obtienen de estos análisis, los
investigadores pueden generar mensajes que se publican en redes sociales,
específicamente dirigidos a las personas que más los necesitan.
“Lo que hacemos es crear tecnología, en particular
algoritmos de inteligencia artificial, que puedan clasificar a usuarios con
algunas de estas patologías”, dice la investigadora, quien forma parte del
Grupo de Investigación Web Science y Social Computing.
Por ejemplo, en las vacaciones de Navidad y Año Nuevo
recientes, el equipo de Freire trabajó con una asociación española que ayuda a
las personas a enfrentar crisis emocionales.
A través de los análisis de sus publicaciones en redes sociales,
lanzaron anuncios de una campaña dirigida específicamente a aquellas cuentas
correspondientes a usuarios que podían estar en riesgo de trastorno depresivo o
de la conducta alimentaria. A través de estos mensajes, las personas que los
recibieron podían pedir apoyo emocional.
Freire actualmente se encuentra realizando comparativas
entre los meses de confinamiento en 2020 y el año anterior a la pandemia. El
análisis sigue en proceso, pero nos adelantó que sí hay más personas hablando
de temas como la depresión.
“Estamos encontrando muchos más datos en 2020, en el año de
pandemia. Estamos filtrando muchos más tuits relacionados con palabras
asociadas a depresión, a tendencias suicidas. El tener muchos más datos incluye
que hay más gente tuiteando sobre este tema. ¿Cuánto más?: no sabría decir
ahora las cifras exactamente, porque aún no lo tengo registrado, pero es
considerable”, indica Freire.
El hecho de que se hable más de trastornos mentales podría
tener un efecto positivo, ya que se está visibilizando más la importancia de
cuidar nuestra salud mental, de hablar sobre nuestras emociones y pedir ayuda
si la necesitamos. También es un reflejo de los retos emocionales que
ha traído la pandemia para todos.
Los resultados de la investigación sobre la pandemia están
en proceso, pero Freire trabaja desde 2017 con esta tecnología.
Lo que encontraron desde las investigaciones de 2017 y 2018
fue que los usuarios que se calificaron como en riesgo de depresión utilizaban
tuits muy breves e imágenes apagadas.
“Son tuits muy cortos, con temas como ‘estoy triste’ o ‘me
siento mal’”, dice.
“Veíamos también una pequeña relación con las imágenes que
suben y su estado; imágenes que tienden a ser más blanco y negro, menos
coloridas, con menos gente”.
Asimismo, hablaban mucho en negativo y en primera persona.
Otros hallazgos interesantes:
La dificultad para dormir fue un común denominador de los
usuarios que se consideraron en riesgo de padecer un trastorno mental,
independientemente del tipo de trastorno.
Siete de cada 10 personas en riesgo de tener trastorno de la
conducta alimentaria eran mujeres y la mayoría eran adolescentes, de entre 13 y
20 años.
Los usuarios con riesgo de depresión hablaban de temas
relacionados con la soledad, la autoestima, problemas de pareja, información
sobre antidepresivos e insomnio.
Las personas con riesgo de manifestar tendencias suicidas
escribían más sobre abuso de sustancias, autolesiones, bullying y abuso
sexual.
Las mujeres suelen hacer más publicaciones sobre depresión y
de temas relacionados con el suicidio que los hombres. Sin embargo, en la vida
real se suicidan más hombres.
El respeto a la privacidad
La información relacionada con nuestra salud, y en este caso
particular, con la salud mental, es de las que con mayor cuidado deberíamos
resguardar. Por ello, los investigadores que trabajan con estos datos no pueden
identificar a usuarios específicos, sino que trabajan con códigos.
“Sacamos datos de Twitter, que generalmente son posts de
cuentas abiertas -no cerradas- y los anonimizamos completamente. No sabemos
quiénes son los usuarios”, explica Freire.
Con la finalidad de que los datos personales de cada usuario
de internet sean resguardados, los programas de estadística convierten nuestra
identidad en códigos alfanuméricos que no se pueden relacionar con una cuenta
particular.
“Todos nuestros datos están completamente anonimizados. No
podemos, por temas éticos y legales, identificar a los usuarios. Incluso
traducimos los tuits para que no se vuelvan a identificar”, explica
Freire.
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Fuente: Quinto Poder