Conforme pasa el
tiempo, las incógnitas a propósito de la duración de la inmunidad en
personas que se infectaron de COVID-19 o ya fueron vacunadas comienzan a
dilucidarse. Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Washington aporta nueva evidencia que sugiere que la protección tras
enfermar puede ser a largo plazo y mantenerse durante el resto de la
vida.
El estudio analizó la respuesta inmune de 77
personas que cursaron COVID-19 leve o moderado, de los cuales únicamente 6
requirieron de hospitalización. A través de pruebas de sangre recabadas
cada tres meses, descubrió que la mayoría mantenía células plasmáticas de
larga vida alojadas en la médula ósea, un conjunto de células clave en el
sistema inmune, capaces de recordar infecciones pasadas y fabricar nuevos
anticuerpos tiempo después de la primera respuesta inmune tras una infección
inicial.
Ali Ellebedy,
inmunólogo especialista en microbiología molecular y autor principal del
estudio, explica que durante el otoño anterior, los reportes de que los
anticuerpos disminuían notablemente tras un par de meses de la infección fueron
malinterpretados por la prensa y la idea de que la inmunidad adquirida se
popularizó entre el gran público.
La disminución
en los anticuerpos aproximadamente 4 meses después de la infección es un
hecho completamente normal y reconocido por la ciencia; sin embargo, la
respuesta inmune a largo plazo requiere de otra clase de células, capaces de
recordar al virus y sobre todo, de coordinar y potenciar la producción de
nuevos anticuerpos.
“En el estudio
encontramos células productoras de anticuerpos en personas 11 meses después de
los primeros síntomas. Estas células vivirán y producirán anticuerpos por el
resto de la vida de las personas. Esa es una fuerte evidencia de una inmunidad
duradera”, explica Ellebedy.
Estas células se mantienen
en la médula ósea secretando anticuerpos y son parcialmente responsables
de la inmunidad a largo plazo ante distintas enfermedades. De ahí que algunas
de ellas puedan durar toda la vida y proteger de COVID-19 a las personas que
enfermaron previamente.
El estudio
también sugiere que las personas asintomáticas pueden poseer una inmunidad
duradera gracias al mismo mecanismo; sin embargo, aún no está claro si
desarrollan la misma respuesta inmune que quienes cursaron COVID-19 leve o
moderado.