Las investigaciones judiciales que se siguen contra Donald Trump en Nueva York por presuntas irregularidades financieras y fiscales y que podrían colocarlo en el banquillo de los acusados estarían calando severamente al expresidente.
Tanto que estarían motivando una aceleración de su huida hacia adelante.
Además de reiterar la mentira de que la elección de noviembre de 2020 fue fraudulenta y de que se le robó la elección, una falacia que, con todo, es creída por una proporción importante del electorado, Trump ahora estaría añadiendo la falsedad de que será reinstalado en la presidencia en agosto próximo.
Maggie Haberman, reportera de The New York Times, comentó en Twitter que “Trump le ha estado diciendo a una cantidad de personas con la que tiene contacto que él espera ser reinstalado en agosto”.
Joe Biden ganó la elección presidencial de modo limpio y es el presidente legítimo de Estados Unidos. No existe por ello disposición constitucional ni legal ni razón válida alguna que apoye la noción de que Trump podría ser reinstalado en la Casa Blanca, salvo el hipotético caso de que se postule nuevamente, gane los comicios de 2024 y vuelva así al poder en enero de 2025.
Por ello, si Trump en efecto está haciendo esos comentarios (Haberman es una reportera notable) ello transluciría una notoria desesperación y una condición patética de perdedor incapaz de reconocer la realidad al grado de construir una narrativa ficticia que, con todo, resuena en los oídos de muchos de sus seguidores.
Pero esa actitud y la difusión de esas y otras mentiras serían más que el mero resultado del narcisismo de Trump y se inscriben en el contexto de los afanes del expresidente por mantener, por un lado, su influencia política y su control del Partido Republicano, y, por el otro, de crear una narrativa que mitigue a los ojos de sus seguidores duros la posibilidad, muy real, de que sea formalmente sujeto a proceso judicial en Nueva York.
"Esto no suceden en el vacío", dijo Haberman en otro tuit. "Sucede mientras [Trump] enfrenta la posibilidad de ser formalmente acusado por el fiscal de distrito de Manhattan".
Actualmente, un jurado de instrucción en Nueva York estudia si se ha de proceder a fincar cargos penales a Trump, lo que representa para el expresidente un peligro muy real. Si es acusado, su imagen de empresario exitoso (ya un tanto desgastada) sería severamente golpeada si se le acusa de fraudes o manipulaciones ilegales del valor de sus propiedades. Eso también podría mermar su posición política (Trump aún aspira a contender por la presidencia en 2024 y busca ser un factor de gran calado en la elección intermedia de 2022 en apoyo de la derecha radical).
Por ello, reiterar las falacias de un fraude que le robó la presidencia y de que podría regresar al poder en agosto le ayudan a Trump a apuntalar una tercera mentira: que los procesos judiciales que se le siguen y que podrían llevarlo al banquillo de los acusados (y, si fuese hallado culpable quizá incluso a prisión) son una persecución política, un engrane más de la conspiración que le arrebató la Casa Blanca.
Según Haberman, Trump también estaría firmemente enfocado en promover las auditorías de la votación de noviembre de 2020 que se realizan en Arizona y Georgia, presumiblemente para redoblar con ellas la noción de que se cometió un fraude en su contra, si bien es improbable que se identifiquen problemas reales dado que las elecciones pasada han sido ya previamente validadas y certificadas, con varias revisiones en varios estados, como válidas, limpias y legítimas.
En paralelo, la “auditoría” en Arizona ha estado plagada de irregularidades en sí misma y esas iniciativas han sido calificadas como meros recursos político-propagandísticos de la derecha radical para tratar de mantener viva la mentira de que a Trump le fue arrebatada la elección.
Al respecto, en días recientes se añadió a esa cacofonía lo dicho por Sidney Powell, quien fue abogada de Trump en sus fallidos intentos de impugnar su derrota electoral. Powell enfrenta una inmensa demanda por difamación y, como señaló CNN en su defensa dijo que ninguna persona razonable creería en sus afirmaciones sobre un fraude electoral.
Pero en paralelo Powell ha hecho eco de esa ficción y dijo en Dallas, en un evento al que asistieron seguidores de la teoría conspirativa QAnon, que "debería ser que él [Trump] pueda ser reinstalado, que se establezca un nuevo día para la inauguración".
Ello reitera nuevamente la mentira del fraude y del retorno de Trump a la presidencia que perdió en noviembre pasado.
Una creencia que, aunque falsa, ha mantenido la influencia que goza Trump en el Partido Republicano y ha sido un formidable argumento para recaudar millones de dólares en beneficio del expresidente.
Las teorías conspirativas y distorsiones que pululan al respecto tienen, además, un ominoso ángulo que es una amenaza contra la institucionalidad democrática y republicana del país.
Ello se constató el 6 de junio, cuando una turba de seguidores de Trump asaltó el Capitolio para tratar de frenar la certificación del legítimo triunfo de Biden. Y se expresa nuevamente en ideas peligrosas como la que respaldó (aunque luego trató de minimizar) el exasesor de seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, quien también en un evento vinculado a QAnon dijo que en Estados Unidos debería darse un golpe de estado militar.
Según reportó The New York Times ante la pregunta de una persona del público sobre por qué en Estados Unidos no podría darse un golpe de estado militar como el sucedido en Myanmar (Birmania), Flynn dijo que “no hay razón. Es decir, debería suceder aquí”.
Con ello, Flynn –quien recibió el perdón de Trump tras saber sido acusado de haber mentido en relación a sus comunicaciones con el embajador de Rusia y haber malinformado al respecto al entonces vicepresidente Mike Pence– estaría sugiriendo que se realice un golpe contra la Constitución y la democracia estadounidense.
Flynn luego dijo que nunca apoyo la noción de un golpe militar en Estados Unidos sino todo lo contrario, pero en todo caso recibió condenas de un amplio espectro de personas.
Así, que Trump diga que será “reinstalado” en el poder es una mentira con ominosas resonancias si se coloca en el contexto de lo que algunos de sus notorios seguidores difunden por su cuenta.
Sea como sea, la democracia debe prevalecer y todo cambio en el poder y en quien resida en la Casa Blanca ha de determinarse vía el voto ciudadano. Tal como sucedió en 2016 cuando Trump ganó, en 2020 cuando el triunfo fue para Biden y como debe suceder en 2024 y más allá.