El 10 de mayo de 1973 se estrenó en nuestro país “El castillo de la pureza”, una película basada en uno de los eventos más insólitos, presenciados por el México de finales de los cincuenta. Arturo Ripstein y José Emilio Pacheco contaron la historia de Rafael Pérez Hernández, denominado como “el químico secuestrador”, luego que se diera a conocer que había encerrado a su esposa, hijas e hijos por 18 años, sin la posibilidad de salir ni un momento de la casa en que vivían, argumentado que de esa manera las y los cuidaría de los peligros y la maldad humana.
Hace un par de dias se dio a conocer la historia de una mujer brasileña y sus dos hijos, que estuvieron secuestrados por 17 años por el padre de la familia, pero en la década de 1950, un caso familiar ocurrió en nuestro país.
“En la casa de (Rafael) no existen relojes. Tampoco calendarios, ni, menos aún, espejos. Sin máquinas que lo cuenten, el tiempo carece de importancia; significa nada para quienes, porque así lo quiere su padre, han vivido sin saber qué son un segundo, un minuto, una hora. O una semana, un mes o un año”, así narraba Luis Spota el claustro que vivió la familia de Pérez Hernández, en “La carcajada de gato” (1964), la novela en la que se basaron Ripstein y Pacheco para su película.
A su vez, Spota se inspiró en una nota roja, publicada en el invierno de 1959, en la que se hablaba acerca de un hombre que había recluido a su familia, conformada por su esposa –Sonia María Rosa Noé-, a quien había conocido, luego de que Rafael viviera un primer matrimonio fallido, y los seis hijos que compartían; Indómita (17 años), Libre (15 años), Soberano (14 años), Triunfador (12), Bienvivir (10 años) y Evolución y Pensamiento Liberal, con un mes de nacimiento, cuando ocurrieron los hechos.
De acuerdo con la prensa de la época, luego que Pérez Hernández fuera descubierto y la familia del delincuente se liberara del confinamiento en el que vivía, una multitud de psiquiatras, periodistas, religiosos, escritores, la Cruz Roja y el Ministerio Público visitaron la casa en que había tenido lugar los hechos, dada a conocer en la prensa como “la casa de los macetones” ubicada en la Avenida Insurgentes Norte, a la altura de donde ahora se encuentra el metro La Raza, para conocer donde habían tenido lugar los hechos.
Si bien, no hay constancia que Spota fue uno de los novelistas que visitó el domicilio para ambientar su narración de la forma más fidedigna posible, a lo largo de 213 páginas cuenta la historia de la familia Pérez Noé.
Pero a la hora de plasmar la historia, el escritor llevó a cabo unas variantes, del mismo modo que Pacheco lo hizo en el guion de “El castillo de la pureza”. En la película, no son seis, sino dos hijas, Utopía y Voluntad, y un hijo Porvenir, interpretados por Diana Bracho, Gladys Bermejo y Arturo Beristain. A su vez, Rita Macedo dio vida a Beatriz, la madre, y Claudio Brook a Gabriel Lima, el personaje que representada a Rafael Pérez Hernández.
La trama cuenta cómo, desde que los hijos mayores de la familia Lima eran pequeños, crecieron con la idea de que fuera de las puertas de su casa reinaba el mal y la perversión, valores humanos de los que debían huir a toda costa, de acuerdo con su padre, quien decía a la familia que él los protegía evitándoles todo el daño del mundo exterior, pero que no pudieran salir de casa, no los privaba de llevar a cabo de una serie de responsabilidades.
Los tres hermanos estudiaban, mediante lecciones que su padre impartía y creía prudente que conocieran, sin embargo, su madre los enseñaba a leer y escribir cuando Gabriel no lo advertía, pues si bien Beatriz aprobaba el confinamiento en el que vivían, estaba en desacuerdo de que el padre los tratara con violencia y los mantuviera sumidos en un estado de ignorancia y desconocimiento. También llevaba a cabo largar jornadas de trabajo, pues su padre era un químico que fabricaba veneno para ratones que, más tarde, salía a vender.
Pero, si bien, la familia seguía religiosamente los designios del padre, fundamentados en una moral restrictiva en muchos sentidos, pues no sólo no se les permitía tener una opinión propia, sino que se les limitaba en alimento, con una dieta basada en avena y frijoles, cuando Gabriel salía de casa, llevaba prácticas que contrariaban todo a lo que obligaba a su familia; comía carne e intimaba con otras mujeres. Pero, inevitablemente, llegó una época en que su hija e hijo mayor comenzaron a cuestionarse, más críticamente, acerca de las decisiones del padre y un día, Utopía escribió en un pedazo de bolsa para envolver pan un mensaje pidiendo ayuda, el cual aventó desde la azotea con dirección a afuera de la vivienda.
Y aunque, cuando la policía visitó la casa de los Lima, no fue por haber leído la nota de auxilio, sino para cerciorarse de la legalidad del negocio de veneno para ratas, Gabriel es descubierto y detenido. La película finaliza en ese momento de la historia, pero, según los medios de esa época, el padre de la familia nunca reconoció el abuso que cometió y, luego de 13 años preso, en noviembre de 1973 se suicidó, en una de las celdas del Palacio de Lecumberri, en el que era recluso. En lo que respecta a su familia, se llegó a decir que todos sus hijos lo perdonaron y su esposa nunca dejó de amarlo.