El arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, resaltó la importancia de cuidar el agua para que ésta alcance para todos y también para las futuras generaciones, y para que sea totalmente potable.
En su homilía en la Catedral de Mérida, explicó que hay que cuidar el agua que se recibe del Bautismo viviendo de acuerdo con la condición de cristianos. “Busquemos el agua bendita no como un fetiche ni como amuleto de buena suerte, sino para recordarnos a nosotros mismos nuestra condición de bautizados, y así pedirle al Señor el ser constantemente purificado por su misericordia”, explicó.
En el Nuevo Testamento, dijo, es ante todo el Evangelio según san Juan, el que nos habla del agua como elemento de salvación. Como cuando Jesús convierte el agua en vino en las bodas de Caná (cfr. Jn 2, 1-12), también cuando Jesús, hablando en forma metafórica del Espíritu Santo, utiliza el símbolo del agua diciendo que del corazón del creyente “brotarán de su interior ríos de agua viva” (Jn 7, 38); cuando el soldado romano clava su lanza en el costado de Jesús ya muerto en la cruz, dice el evangelio que “Al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34); así como del evangelio de san Mateo tenemos el envío que hace Jesús resucitado a sus discípulos para que vayan a cumplir la misión de evangelizar por todo el mundo: “Vayan… bautizándolos (con agua) en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19).
Señaló que ya antes los hombres habían encontrado en el agua un símbolo de la búsqueda de su purificación espiritual. “El bautismo era practicado por Juan el Bautista, así como por algunos otros predicadores. Por eso Jesús tomó ese mismo signo del agua bautismal para asociarlo a la salvación en su redención. Es como si una cuenta bancaria estuviera antes sin fondos, y luego alguien depositara suficientes recursos para respaldar a todos. Así, el Bautismo cristiano tiene todo el poder de la cruz y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo”, dijo.
Indicó que la Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que, con las prácticas de ayuno, oración, limosna, confesión, ejercicios espirituales, viacrucis, meditación de la Palabra, junto con los demás ejercicios piadosos y sacramentales, los cristianos nos preparan para renovar nuestro Bautismo en la próxima Pascua.
Señaló que por eso en la noche de Pascua se rociará el agua lustral, y podremos llevar nuestro recipiente de agua, para recordar con ella nuestro compromiso bautismal. Una buena confesión en este santo tiempo de Cuaresma es la forma más excelente de reavivar nuestro Bautismo. “Aprovechemos las confesiones que se van a organizar en cada parroquia con la presencia de todos los sacerdotes de cada decanato”, dijo.
Explicó que el evangelio de la samaritana nos deja múltiples enseñanzas. Jesús habla con una mujer, lo cual ya es significativo, pues el machismo judío era muy intenso, al grado de que un hombre no se rebajaba a hablar con una mujer. Sin embargo, él habla con una mujer samaritana, es decir, perteneciente a un pueblo que no se lleva bien con los judíos, pues cada pueblo cree tener por derecho el lugar donde alabar al verdadero Dios de Israel.
Señaló que Jesús rompe esa barrera y, aunque le hace ver a la samaritana que la salvación viene de los judíos, le presenta una gran novedad para el verdadero culto, el cual no será ni en ese templo ni en aquel otro, sino que el Señor quiere ser adorado en espíritu y en verdad.
“Así nosotros, aunque la salvación viene por el catolicismo, no hemos de sentirnos seguros ni mucho menos superiores a los cristianos de otras iglesias, pues lo que nos salvará, a ellos y a nosotros, será adorar al Padre en espíritu y en verdad. La misma actitud de respeto y fraternidad hemos de tenerla con los miembros de otras religiones, incluso aún con los incrédulos”, indicó.