No tenemos demasiados tratamientos contra el cáncer. La quimioterapia que emplea sustancias químicas que reducen o matan las células cancerosas (pero que también afectan de manera importante al resto de células), la radioterapia que utiliza rayos de alta energía dirigidos a la eliminación de las células cancerosas, o las diferentes terapias hormonales que tratan de impedir el crecimiento de determinados tumores. Todas ellas son altamente invasivas y poseen importantes efectos secundarios. Por eso, la reciente llegada de la inmunoterapia ha sido, sin lugar a dudas, uno de los avances médicos más importantes de las últimas décadas frente al cáncer.
Explicado de manera sencilla, la inmunoterapia consiste en reforzar las defensas naturales de nuestro propio sistema inmunitario con el objetivo de “entrenarlo” para que busque, identifique y ataque las células tumorales de manera más efectiva. Sus resultados, a lo largo de estos últimos años, están siendo muy importantes, con la ventaja añadida de que no poseen los indeseados efectos secundarios del resto de tratamientos ya que la defensa se realiza con células del propio paciente.
Aun así, actualmente nuestras opciones de terapia frente a los diversos tipos de cáncer sigue siendo limitada y cualquier avance o innovación en este campo supone una gran noticia, como la que ha anunciado esta semana la Universidad de Standford afirmando que han logrado “convertir células cancerosas en células inmunitarias que pueden enseñar a otras células del paciente a atacar el cáncer”. Este trabajo representa una nueva vía de inmunoterapia, una manera imaginativa e ingeniosa que podría transformar al atacante en un inesperado defensor.
“Algunas ciudades luchan contra las pandillas utilizando ex miembros que educan a los niños y privan a las pandillas de nuevos reclutas”, explica el doctor Ravi Majeti, autor principal del estudio. “Así funciona este nuevo enfoque terapéutico para tratar el cáncer”.
Muchas de las terapias inmunitarias que utilizamos en la actualidad consisten en “enseñar” al sistema inmunitario del paciente a reconocer y atacar el cáncer con más vigor. Por ejemplo, en la terapia de células T con CAR, las células T se extraen del paciente, se programan en laboratorio para reconocer un determinado antígeno canceroso y después se vuelven a introducir en el paciente. Nuestro sistema inmunitario funciona porque existen unas células específicas que reúnen fragmentos del patógeno y se los muestran a las células T para que los ataquen. Estas células se denominan APC (células presentadoras de antígeno profesionales) y tras recoger la información necesaria, se lo enseñan a las células T y les dicen: “Esta es la apariencia del patógeno, ahora ve a buscarlo”.
Este proceso tiene un inconveniente importante: Hay muchos antígenos del cáncer y, a veces, los médicos necesitan adivinar cuáles serán los más potentes. Aquí llega la brillante idea de los investigadores de Standford: “Ahora que los investigadores se han vuelto expertos en transformar un tipo de célula en otro, los autores del estudio tuvieron la corazonada de que si convertían las células cancerosas en un tipo de APC llamado macrófagos, serían expertos naturales en enseñar a las células T qué objetivo deben atacar”.
El plan entonces estaba claro: Reprogramar las propias células cancerosas en células APC para estimular y enseñar a las células T puesto que esas APC llevan todos los antígenos de las células cancerosas de las que provienen. De esta manera serían el mejor profesor para mostrar a las células T qué deben atacar. Con esta idea se fueron al laboratorio y programaron células de leucemia de ratón para que algunas de ellas pudieran ser reprogramadas y transformarlas en APC. Cuando probaron su estrategia en el sistema inmunológico de los ratones, estos consiguieron eliminar con éxito el cáncer. “Cuando vimos por primera vez los datos que mostraban la eliminación de la leucemia en los ratones con sistemas inmunológicos en funcionamiento, nos quedamos impresionados”, explica Majeti. “No podíamos creer que funcionara tan bien”.
El siguiente paso fue algo más complicado. Una vez que comprobaron que esta terapia funciona bien con las leucemias los autores se preguntaron si también funcionaría con los tumores sólidos. El equipo probó el mismo enfoque, utilizando fibrosarcoma de ratón, cáncer de mama y cáncer de hueso. “La transformación de células cancerosas de tumores sólidos no fue tan eficiente, pero aun así observamos resultados positivos: con los tres tipos de cáncer, la creación de APC derivadas de tumores llevó a una supervivencia significativamente mejorada”.
En definitiva, ya sea con la completa eliminación de leucemias o con la mejora en la supervivencia de otros tipos de cáncer, lo cierto es que contar con este nuevo enfoque en los tratamientos basados en inmunoterapias es una gran noticia. Todavía queda un largo camino para saber cómo se comporta esta terapia en seres humanos, pero tanto las pruebas de laboratorio como los ensayos clínicos en modelos animales nos dejan muy buenas sensaciones.