María Santos desempeña un oficio que ama y honra, porque se lo enseñó su padre: la albañilería. Es una mujer pequeña, pero aun así se las arregla para cargar bultos de cemento, tabique, arena y grava. Sus manos dan cuenta de que han sido 25 años de hacer mezcla, de excavar para cimentar y de colaborar en la cimbra y la colocación de cadenas en las construcciones donde ha trabajado.
Cuando empezó estas labores rondaba 15 años, y poco después fue madre por primera vez. La maternidad no la alejó del oficio, todo lo contrario: fue un acicate, porque debía sacar adelante a su familia.
Mi papá, que en paz descanse, me enseñó que no porque seamos mujeres no lo podemos hacer. Si uno quiere y le echa ganas se aprende. Era jovencita, y al principio fue muy difícil porque ya tenía una niña, que pronto cumplirá 23 años. Siempre tuve claro que mis hijos no iban a padecer lo que yo padecí, por eso le echo ganas.
Actualmente María está en la construcción de una casa en Xochimilco, donde es la única mujer. Asegura que aunque la construcción es un ambiente de hombres no ha padecido discriminación ni violencia, pero reconoce que “es difícil convivir con ellos, porque creen que uno se va ‘llevar’, por eso pongo distancia, y así evito problemas”.
Cuenta a La Jornada que siempre trabaja con gente conocida, y eso también contribuye a su seguridad, a que la respeten y a que no haya discriminación en cuanto a su sueldo.
Estoy aquí porque conozco al encargado de la obra y me da trabajo. No hay diferencias en lo que ganamos y yo me doy mi lugar. Hay un respeto de ellos hacia mí y yo hacia ellos. Desde que estoy trabajando me dirijo a la persona indicada, que me asigna mis tareas, y le dice a mis compañeros que me ayuden para que no cargue tan pesado.
María está consciente de que ahora las mujeres pueden realizar cualquier tipo de tareas y en la víspera del 8M dice que como mujeres tenemos el mismo valor que los hombres, y hay más oportunidades para nosotras en todos lados, incluso en lo que yo hago, aunque todavía somos pocas.
Como una mujer que en su adolescencia sufrió violencia física y sexual por parte de su ex pareja, tiene claro que este día no es para celebrar, sino para exigir que ya no haya tanta matanza de género. Las asesinan sus propias parejas y no quiero eso para mis hijas.
Carolina Gómez Mena y Jessica Xantomila / Periódico La Jornada