Tijuana y Mexicali se han convertido en las dos ciudades donde más fentanilo se consume en México. Así lo señala Víctor Clark, director del Centro Binacional de Derechos Humanos y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de San Diego, en California. Las dos ciudades fronterizas con Estados Unidos se han transformado en el laboratorio perfecto para que los carteles calculen la dosis correcta que puede soportar una persona, reduciendo costes y aprovechándose del enorme problema de drogadicción que existe en la frontera, de acuerdo con el especialista. “Los carteles introdujeron el nuevo producto en el mercado local para generar una demanda”, asegura. Para ello comenzaron a distribuir la droga mezclada con otras sustancias como cocaína, metanfetamina, heroína y cristal hasta detonar una cierta tolerancia al fentanilo.
“Han creado un mercado local de personas que ya consumen directamente el fentanilo”, apunta Clark. Hace unas semanas el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó un informe en el que afirmaba que las organizaciones criminales experimentan en humanos para medir la potencia de la droga que venden. “El cartel está tratando de producir el fentanilo más potente y venderlo en EE UU al precio más bajo”, señalaban los estadounidenses. La DEA calcula que una dosis de tres gramos de la droga sintética puede ser mortal para una persona promedio.
En pocos años, el fentanilo ha pasado de ser el gran desconocido al tema de discusión que ha tensado la relación bilateral entre México y Estados Unidos. La nueva droga sintética es más potente, barata, y difícil de detectar lo que la ha convertido en un lucrativo negocio que mueve miles de millones de dólares y a su vez, es la responsable de una crisis de salud pública que mata cada año a decenas de miles de estadounidenses, según datos oficiales. Mientras la última cruzada contra las drogas se libra en los despachos entre un país de “consumidores” y un país de “productores”, las evidencias apuntan a que cada vez se consume más fentanilo en México. El país latinoamericano, sin embargo, no cuenta con ninguna política pública para atender esta situación y lleva años sin impulsar una encuesta nacional de adicciones. Mientras tanto, los investigadores como Clark se han volcado en el trabajo de campo para tener alguna aproximación sobre el consumo.
De acuerdo a Clark, Tijuana contaba en 2018 con una población “en torno al medio millón de adictos a las drogas”, sin embargo, cinco años después el experto dice que la cifra se ha elevado. Al no existir estadísticas oficiales, las organizaciones se mueven a ciegas y solo cuentan con los registros de los centros de rehabilitación y las muertes por sobredosis. “Los centros de rehabilitación dicen que con la llegada de la nueva droga el número se ha disparado”, apunta Clark.
En la última década el fentanilo se introdujo en el mercado como un adulterante de otros opioides, provocando que los usuarios se enganchasen al fentanilo sin saber que lo estaban consumiendo. Tal y como menciona el director del Centro Binacional de Derechos Humanos. “Muchos adictos consumían heroína y cristal sin saber que ya estaba mezclada con fentanilo, solo decían que era muy potente”. Esa fue la principal estrategia que desarrolló el narco para comenzar a generar una demanda en el mercado. “Al principio lo que hicieron fue mezclarla con heroína, cocaína, metanfetamina o cristal”, explica Clark.
La ausencia de estadísticas oficiales sobre el consumo del fentanilo también implica que no se sepa con exactitud cuántas personas mueren por sobredosis. Los únicos medidores locales son las organizaciones de la sociedad civil que trabajan con adicciones y los reportes de los hospitales. “El único dato que tenemos disponible es el que proporciona la Cruz Roja que dice que atiende a 20 personas con sobredosis al mes”, señala Clark.
El pasado 14 de abril las autoridades estadounidenses hicieron pública la acusación contra Los Chapitos, hijos y herederos del imperio de las drogas de Joaquín El Chapo Guzmán. En el sumario judicial se describe el caso de una mujer a la que le fueron suministradas en México tres dosis del opiáceo para calcular las cantidades de los químicos y que murió por sobredosis. A esas pruebas también fueron sometidos otros adictos. “Uno de ellos falleció por una sobredosis”, dice el documento. Sin embargo, la droga que consumió fue enviada igualmente a Estados Unidos.
Clark señala que el aumento del consumo de fentanilo es un fenómeno que se viene agravando desde hace cinco años. En 2019 la investigadora Clara Fleiz, del Instituto Nacional de Psiquiatría, alertaba en una entrevista con EL PAÍS de los peligros de no atender a la población que estaba empezando a utilizar fentanilo en México. “Si no actuamos es posible que México presente una crisis, el mercado ilícito de fentanilo ha llegado a la frontera y ya está afectando a los usuarios de drogas inyectables, las poblaciones más vulnerables”, decía. De acuerdo con el antropólogo, la sustancia llegó a Tijuana a través de los consumidores deportados de Estados Unidos, y precisó que el consumo de fentanilo se ha incrementado en la frontera, aunque lamentablemente las autoridades desconocen cuántas personas están siendo afectadas.
Hace una semana México aprobó en la Cámara de Diputados una iniciativa para castigar con hasta 15 años de cárcel a quien trafique con precursores químicos del fentanilo con el ánimo de frenar la crisis que está provocando la fabricación de la droga sintética en territorio nacional. Hasta el momento, la otra crisis de salud pública está desatendida. “El Estado llegó tarde, por lo menos a Tijuana. Si no invierte recursos importantes en la prevención, en la educación y en la rehabilitación, sobre todo, creo que el fentanilo nos va a avasallar en todas partes del país en los próximos años”, afirma Víctor Clark.