Pocas personalidades de la ciencia mexicana gozan de la popularidad, afabilidad, talento y energía de Julieta Fierro, una de las científicas y astrónomas más reconocidas del país por su trabajo de divulgación y comunicación de la ciencia. Su influencia e incidencia a favor de la ciencia ha sido recientemente reconocida por la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias, que anunció su adhesión a la prestigiosa organización, creada pocos años después de la fundación de este país.
En entrevista, la astrónoma relata la importancia de la distinción y ofrece su opinión sobre la Ley general de ciencias, tema ineludible ya que entró en vigor el mismo día que se llevó a cabo esta charla por medio de una plataforma digital; pero también comparte la alegría de dejarse seducir por la ciencia e invita a las niñas (os) y jóvenes a ser pacientes y verla como una de las profesiones más bellas.
Fundada en 1780, la Academia estadunidense ha tenido como miembros sólo a 14 mexicanos, entre ellos a José Sarukhán o Marcos Moshinsky, pero que entre sus miembros tiene raudales de premios Nobel y personajes históricos como Albert Einstein, Charles Darwin o Isaac Asimov.
“A esta academia le preocupan los problemas internacionales relacionados con las artes y las ciencias, y busca que personas con cierta influencia o que hayan destacado formen parte de ella, para que esté ahí su obra y estudiarla, o que colaboren con sus publicaciones y ayuden con ciertas causas importantes, como la preservación del medio ambiente”.
Julieta Fierro Gossman.
La científica del Instituto de Astronomía de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, refiere que en Estados Unidos existen muchas agrupaciones dedicadas al desarrollo de la ciencia y llevan a cabo planes a corto, mediano y largo plazo sin importar los cambios de administración. “La manera de hacer ciencia en EU es muy incluyente, internacional y, por fortuna, depende poco de la administración en turno”.
Así, aunque personajes como Donald Trump no interactuaron directamente con el gremio científico, ejemplifica, no significó que no se siguiera haciendo ciencia de calidad. “Además, la ciencia es apoyada por la industria y sigue avanzando a pesar de las veleidades de la política”.
La astrónoma aún digiere la noticia de su ingreso a la academia, que será oficial en una ceremonia a finales de septiembre en Cambridge, Massachusetts, cuando firme el documento junto con los nuevos miembros.
Casualmente, el día que se lleva a cabo esta conversación entró en vigor la Ley General de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación y el cambio de nombre del Conacyt al que se agregó una “H”. La premisa de la ley es el derecho humano a la ciencia, aportación que, refiere la científica, fue sugerencia suya hace algunos años y fue retomada para esta legislación.
“Invito a los jóvenes a ser científicos, van a tener una vida interesante, divertida, les van a dar ganas de ir a trabajar, van a regresar cansados, pero contentos. La vida del científico es muy agradable, interesante y siempre tiene retos nuevos y vencerlos es una de las grandes fuentes de felicidad que tiene la humanidad"
“Esa fue mi idea porque estuve en las comisiones que analizarían la nueva ley y, entre las propuestas que hice, esta fue la que pasó y la abandera Elena Álvarez-Buylla (directora de Conahcyt), el problema es que tiene muchas fallas. Por ejemplo, equipara los saberes tradicionales con la ciencia, cuando son diferentes: la ciencia es rigurosa, trata de probarse a sí misma, en tanto que los saberes populares son importantes, pero no tienen el mismo rigor. Es decir, no es lo mismo tomarte un té que tomar una medicina patentada, no son equivalentes. Me parece grave esta ley en muchos sentidos, otro ejemplo es que no facilita las actividades de las mujeres en la ciencia, más allá de separar el lenguaje, pero no hay ni una sola acción para que las mujeres accedan más sencillamente a la ciencia”.
Fierro Gossman enfatiza que esos son sólo algunos de los “mil problemas” que tiene en la ley, pero entre los que más han indignado a la comunidad es que en su Junta de Gobierno se encuentren el Ejército y la Marina con voz y voto, lo cual es “terrorífico”. En cambio, añade, los científicos tienen voz, pero no voto, algo muy grave en un consejo de ciencia y tecnología”.
La Ley general de ciencia, puntualiza, “adolece de muchos problemas, por lo que esperemos que, dado que se pasó de manera irregular [por el Poder Legislativo] la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la eche para atrás”. Adicionalmente, comenta, agregar una H al nombre de la dependencia fue un recurso cosmético, puesto que ya había humanistas dentro de la comunidad atendida por Conacyt, así como en el Sistema Nacional de Investigadores. “Con este tipo de excusas se quitaron muchas cosas importantes, como la libertad de investigación, que los académicos de los Centros Públicos de Investigación opinen sobre los nuevos directores o que se favorezca el apoyo a la ciencia básica”.
Por otra parte, dice, se apoya más a las ciencias aplicadas, que sin embargo requieren de ciencia básica, el cimiento de nuevo conocimiento y tecnología que se transfiere a la industria y a la sociedad. “Sólo así el conocimiento se puede usar”. Nuestro país tiene que prepararse para los problemas del presente y del futuro, muchos impredecibles.
La nueva ley general de ciencias tampoco favorece el desarrollo de energías limpias ni preservación del medio ambiente, apunta. “Ahora que se está haciendo el Tren Maya no se está aislando a las poblaciones animales para protegerlas, no se hacen puentes ni túneles para que circulen y se mantenga la diversidad biológica. La degradación del medio ambiente será terrible.
“No usar energías limpias es una tragedia, México es 70 por ciento desierto; si tuviéramos paneles solares, como en la India, que son mucho más eficientes podríamos además desalar el agua de mar y no tendríamos desabasto de agua y energía, incluso podríamos exportar agua dulce (el gran bien del futuro) para generar energía y emplearla en invernaderos espléndidos para nuestro abasto alimentario.
“Pero Cona(h)cyt le apuesta a la milpa y no estoy en contra, es una maravilla, pero para alimentar a 130 millones de personas no es lo más eficiente porque está hecha para el autoabasto”, señala la científica, reconocida con el Premio Kalinga de la UNESCO en 1995.
El mundo y sus sociedades enfrentamos graves crisis, más grandes de lo que una política en ciencia pueda resolver, no obstante, ésta puede ayudar en un camino en el que no se encuentra México, acota la astrónoma.
“Cualquier constructo humano se puede usar para el bien o para el mal, la palabra misma se puede usar para ofender o para pensar y construir. La ciencia básica en principio se puede usar para el beneficio de la humanidad, que está en grave peligro, estamos calentando el planeta y México no está tomando medidas para atender el problema. “Por otra parte, seguimos intoxicando nuestra atmósfera. Tan sólo en la Ciudad de México recibimos gases contaminantes de la refinería de Tula, por ejemplo”.
Por otra parte, apunta, hay muchos estudios que refieren la importancia de una buena alimentación para el mejor desarrollo neuronal y mental, sin embargo, el salario mínimo no alcanza para que las familias tengan dietas balanceadas. A su vez, se necesita educación de calidad para el desarrollo intelectual de las personas y las acciones en este rubro en México también dejan mucho qué desear. “Me preocupa que si los niños, además de no comer bien y no tener una buena educación, además respiren gases tóxicos, por lo que sus cerebros no se desarrollarán bien. Eso es grave”.
Aún en este escenario complejo, Julieta Fierro no pierde el optimismo y espera que los jóvenes que se interesen por la ciencia tampoco lo pierdan.
“Invito a los jóvenes a ser científicos, van a tener una vida interesante, divertida, les van a dar ganas de ir a trabajar, van a regresar cansados, pero contentos. La vida del científico es muy agradable, interesante y siempre tiene retos nuevos y vencerlos es una de las grandes fuentes de felicidad que tiene la humanidad. La ciencia es un camino hacia la felicidad. Tengan paciencia en tanto que logramos más consensos a favor de la ciencia y de la vinculación con la industria para que México sea un país más próspero”.
La nueva ley tampoco apoya a las universidades privadas ni busca que el conocimiento se transfiera a la industria, menciona Fierro. “La esperanza de los científicos es dejar pasar esta crisis, invitar a que los chicos estudien ciencia y se vayan a otros países y, eventualmente regresen. Como la ciencia es multinacional, desde México podrán seguir trabajando con los grandes instrumentos del mundo. También me preocupa que no se fomente la formación de chicas científicas porque hay muchos problemas que tenemos las mujeres que los hombres no han resuelto no porque sean malas personas, sino porque no se les ocurre”.
Julieta Fierro –quien el año pasado recibió la Medalla al Mérito en Ciencias “Mario Molina” 2021, otorgada por el congreso capitalino– recordó que antes del inicio del actual gobierno, investigadores y tomadores de decisiones de políticas científicas en la UNAM se reunieron para redactar un documento para el desarrollo de la ciencia en México a corto, mediano y largo plazo: “Hacia la Consolidación y Desarrollo de Políticas Públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación...”. Lo hicieron llegar a todos los candidatos a la presidencia e incluso el rector Enrique Graue hizo entrega del documento a esta administración.
“Se pudo haber actualizado para desencadenar un gran desarrollo en materia de ciencia y tecnología en México, pero Conacyt, en vez de apoyarse en una cosa bien pensada, lo que quiere es tomar todas las decisiones de manera cupular, que la dirección general decida las prioridades nacionales y a qué se debe apoyar. Es grave porque en general la ciencia avanza en grupos multidisciplinarios, cuando hay discusión, con proyectos a corto, mediano y largo plazo, y no cuando una sola persona con sesgos toma todas las decisiones”.
La Crónica